Capítulo 1 - Un primer encuentro raro

577 45 15
                                    

LUZ

Salgo de casa media hora antes de lo habitual. Esta mañana he quedado con Paolo, mi novio, para desayunar. Que no es un plan que me apetezca mucho, pero debo comportarme como una buena novia. Eso es lo que se espera de mí y eso hago.

Después, iremos juntos al curro para conocer a la que será nuestra nueva jefa y chef. Podría fingir alegría, pero no estoy contenta. Podría fingir indiferencia, pero no se me da bien ocultar mis sentimientos. Soy transparente para bien y para mal.

Me pongo los auriculares y camino por las calles. Las calles de Vera están casi vacías porque tan solo son las ocho de la mañana. Y yo aprovecho que nadie me puede ver haciendo el ridículo para dejarme llevar por el ritmo de la música. Me muevo animadamente en plena plaza del pueblo hasta que un sonido estridente suena cerca de mí. Hago caso omiso y continuo con mi particular danza, pero ese sonido no cesa. Al contrario, se intensifica. Parece el claxon de un coche y está cada vez más cerca. Por eso me giro para comprobar de dónde proviene tal estruendo. Lo que me encuentro es un coche a escasos centímetros de mí y a una pelirroja que desciende de él mientras hace aspavientos. ¿Qué le pasa a esta tía y por qué parece tan enfadada?

—¿Podrías quitarte de en medio? Tengo prisa.

Pues sí que grita, me grita a mí y bastante fuerte.

—¿Me hablas a mí? —rebato su pregunta con otra.

—¿Ves a más gente por aquí?

—Lo primero de todo, ¿quién eres? ¿Y quién te crees que eres para gritarme de esa forma? —elevo el tono de voz yo también. No me achanto ante nada y mucho menos ante nadie.

Ah, sí, yo pierdo la paciencia con facilidad y más cuando una extraña se cree con el derecho de dirigirse a mí de forma poco cordial.

—Llevo cinco minutos tratando de que te apartes. Solo quiero pasar. Quizá pido demasiado —ironiza.

Mal, mal, mal. Fatal. Si hay algo que tampoco tolero es el sarcasmo. Con que facilidad me está sacando esta chavala de quicio.

—Pues mira, sí que pides demasiado. ¿Qué pasa si no me da la gana de quitarme? —Doy un paso al frente para que vea que no me intimida.

Nuestras miradas se mantienen fijas más segundos de lo esperado, ni siquiera parpadeamos.

—¿No te han enseñado unas normas básicas de circulación vial? —Recula y da un paso atrás.

—¿Qué dices? ¿Qué normas?

Esta chica tiene que estar desvariando.

—Vas andando por la carretera y, hasta donde yo sé, por la carretera solo vamos los conductores —explica como si fuera lo más obvio del mundo.

Evidentemente, tiene razón. Los coches van por la carretera y las personas por la acera. Eso es así desde siempre, excepto si convierten una calle en peatonal.

—Y, hasta donde yo sé, las personas que no ven bien deben llevar gafas.

Un puntazo a mi favor. Sé que he ganado esta batalla en la que, de repente, se ha convertido este encontronazo porque su cara parece un poema, no entiende nada.

—No sé lo que estás diciendo, saltas de un tema a otro sin sentido alguno. Aunque tampoco me importa. —Niega con la cabeza.

—Digo que estás ciega porque en aquellas señales pone, claramente, que esta calle es de uso exclusivo de peatones. —Indico con el dedo índice los numerosos carteles que hay por toda la plaza.

Su cara cambia de inmediato, pasa del enfado al desconcierto en cuestión de segundos. Parece estar avergonzada, aunque nada justifica sus modales.

—Te voy a dar un consejo. Seguramente el mejor que te hayan dado en la vida. Quita el coche de aquí si no quieres que te multen. —Sonrío de manera forzada.

No si al final me porto bien y todo con ella. Doy media vuelta y retomo mi camino que, con la absurda discusión, estoy perdiendo el tiempo aquí y tengo un desayuno pendiente.

—Oye, oye, ¿por dónde se va al hotel Lasierra? —pregunta esta vez con un tono más amable.

Ni siquiera me detengo, tan solo alzo la mano y extiendo el dedo corazón a modo de respuesta. Creo que me ha salido la mejor peineta de toda mi vida y me siento bastante orgullosa de ello.

—¡Niñata! —vocifera desesperada y da un portazo.

Acto seguido, pasa en su coche a toda velocidad y yo solo espero no tener que volver a encontrarme con ella. Que sea una turista fugaz, por favor.

Las cocineras tortilleras (#Luznhoa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora