Capítulo 2 - Un segundo encuentro con presentación

354 36 16
                                    


LUZ

Cuando llego a la cafetería, Paolo se levanta y se acerca para darme un beso.

—Buenos días. Llegas un poco tarde, ¿no? —Ríe, divertido.

—Paolo, ahórrate los reclamos. No estoy de humor —respondo muy cortante.

Compruebo que en la mesa ya está servido el desayuno para dos. Supongo que habrá pedido ante mi demora, pero claro su elección no es la más acertada. Hay dos raciones de churros y dos cafés con leche sobre la mesa. Sería un desayuno perfecto para una pareja que apenas se conoce. Sin embargo, llevamos tres meses como novios y bastante más liándonos. Pensaba que era tiempo suficiente para saber que prefiero los churros con chocolate caliente. En fin, como no creo que ese sea el tema más importante ahora lo paso por alto. Al final, es una tontería, ¿verdad?

—¿Qué ha pasado?

Su tono cambia a uno más serio. Creo que mi cara delata a la perfección lo enfadada que estoy por cierta loca y quiero explicárselo.

—Que han estado a punto de atropellarme. No sé, ¿te parece poco?

Mi irritación crece por momentos, justo a la misma velocidad que Paolo me hace preguntas. Él me invita a sentarme y yo acepto.

—¿Cómo ha sido? ¿Estás bien? —Me mira de arriba abajo para comprobar que no estoy herida. Él siempre tan dramático.

—Afortunadamente, estoy bien —respondo para tratar de tranquilizarlo.

—Cuéntame, ¿cómo ha sido?

—Pues una loca en la plaza del pueblo que se creía Fernando Alonso y casi me atropella.

—¿Estás segura? Dudo que alguna vecina conduzca de una forma tan temeraria.

—¿Dudas de lo que digo?

Suelto el agarre de su mano porque no puedo creer lo que escucho de su boca.

—No es eso. Es solo que tú tiendes a ser un poquito exagerada y...

—¿Exagerada? —No dejo que continúe, me levanto rápido y lo miro molesta.

—Tremendista... —corrige.

Es que no me lo puedo creer. Mi novio, la persona que se supone que me tiene que apoyar me toma por una exagerada y una tremendista. Pues mira qué bien. Y me duele, me duele que dude de mí.

Antes de terminar de estallar y arrojar aquí toda mi furia, me y lo dejo con su perfecto desayuno. Prefiero eso a tener aquí una discusión de pareja para que los vecinos hablen y comenten.

—Pero, Luz... ¿Te vas? No quería...

—Déjalo, por nuestro bien, es mejor que vaya y que me dé un poquito el aire —sonrío forzadamente.

Y ahora tengo que ir directa al hotel porque a las nueve en punto tenemos que estar reunidos todas las personas de cocina para recibir a la nueva chef. Lo que más me fastidia es que nadie confía en mí. Ni mi madre para que me ocupe de la cocina del hotel, ni Paolo creyendo que soy una exagerada. ¿De verdad tienen motivos para pensar así de mí? ¿Para no creer en mí?

***

Esperamos todos reunidos, en el vestíbulo del hotel, la gran llegada de la chef. Una chef cuyo nombre desconozco porque mi madre ha decidido que era mejor que yo no supiera quien es para que no investigase cosas de ella por las redes sociales y así no estar en ventaja respecto a mis compañeros. Ahora ser la hija de una de las jefas no sirve de nada. Perfecto.

He intentado también sonsacarles información a mis tías Clara y Marta. Evidentemente, tampoco me ha servido de nada. Parece que guardan el nombre de la reputada chef como si fuera secreto de sumario.

Paolo aparece el último, se amarra el delantal y se coloca a mi lado.

—¿Estás más tranquila? —me pregunta bajito—. Me has dejado preocupado.

—No es el momento —digo como respuesta.

No me apetece hablar y menos ahora. Bastante tengo con el día de mierda que he empezado. Encima ahora tendré que fingir cordialidad con la gran chef misteriosa. Y es algo que me apetece todavía menos que hablar con mi novio.

El murmullo se acrecienta a medida que pasan los minutos y nadie aparece. Algo desesperados, esperamos unos minutos más.

—Por favor, un poco de silencio y seriedad —escucho la inconfundible voz de mi madre.

¿Por qué está sola? ¿Y la famosa chef que debería acompañarla?

—Perdona, Silvia. Ya sabes que estamos ansiosos y expectantes por conocer a la nueva chef —se disculpa Paolo en nombre de todos.

Y esto es lo que más detesto de él. Es tan pelota y adulador que muchas veces me saca de quicio. No sé si lo hace por agradar a mi madre como yerno, como trabajador o como las dos cosas. No puede simplemente comportarse como una persona normal y no hacer comentarios al respecto.

—Por eso mismo os he reunido aquí. Quería hacer una presentación a la altura de la gran chef con la que vais a tener el placer y honor de trabajar —hace una pausa para darle más emoción al momento—. Os presento a la chef Ainhoa Arminza.

Una chica pelirroja entra en el vestíbulo y a mí se me corta la respiración por un microsegundo. Es ella. Es la loca del coche. La nueva chef es la misma mujer con la que he discutido hace media hora.

—¿Ella es Ainhoa Arminza? —pregunto, incrédula.

—¿Y tú quién eres y por qué estás aquí?

Ahora que se ha dado cuenta de mi presencia, está tan sorprendida como yo. Clava su mirada sobre mí y agacho la cabeza por instinto. Y no, no me da miedo. Solo algo de respeto.

—Ella es Luz Romaña Lasierra, una de las cocineras. Por el segundo apellido te podrás dar cuenta que también es mi hija, pero evidentemente eso no debe suponer ningún trato de favor —le explica mi madre.

—Por supuesto que no. En la cocina, no hay familia y no hay amigos. No hay nada. Solo cocineros y recetas.

Su tono ha sonado tan severo y mesurado que no me atrevo a comentar nada, aunque voy a hablar con mi madre en cuanto acabe esta presentación para explicarle lo que ha intentado hacer esta loca.

Si antes estaba molesta por no obtener el puesto de chef que con tanto esfuerzo y trabajo me he ganado, ahora lo estoy más. No voy a permitir que una loca del volante sea mi jefa y mucho menos que controle lo que hago o no. Que yo en la cocina soy un alma libre y tengo tantas ideas para innovar el menú de este restaurante.

Ainhoa Arminza se cruza de brazos y da su primera orden como chef. Se nota que lo está disfrutando.

—Vamos todos a la cocina, quiero veros en acción.

La satisfacción le va a durar muy poco. Concretamente, el tiempo que tarde en contarle todo a mi madre.

Las cocineras tortilleras (#Luznhoa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora