Quédate aquí(Edición)

Capítulo 4

El despertar se me hace eterno, marca la hora en punto, ¿qué hago despierta a está hora?, ni idea. Quizás la cortina q me ponía nerviosa por moverse tanto, el punto rojo del televisor o las luces de afuera de la ventana q hacían figuras extrañas. Me paré de la cama, no quería q mis ataques de ansiedad despertaran a Adán. Me puse un pulover q encontré en el suelo y me dirigí a la nevera para satisfacer un viejo vicio.
Una botella de vino tinto Merlot para mí la octava maravilla del mundo, era facilmente mi debilidad. Ese sonido del vino cayendo por la orilla de vidrio, es hasta exitante. Basilaba el líquido y miraba a Adán. Como podía ser tan facil, dormido de espaldas a mí, un cuchillo Arcos Riviera a mi lado y el factor sorpresa, pero no, ahora no. Salgo al balcón a tomar aire y abajo de este hay una escena divertida. Unos pandilleros miserables golpeaban a un nerd, no se cual se merecía menos vivir. Solo queda el vino, es perfecto; cuesta trabajo lograrlo, hay q esforzarse cualquier detalle puede echarlo a perder, cuando lo tienes hay q mantenerlo en frío tranquilo y si lo usas de más te lleva a la muerte; sencillamente perfecto.

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Yo me quejaba en la noche, al menos en esos momentos no lo tenía q aguantar. Lo único bueno de este encuentro extremadamente sociable es el helado de chocolate, por suerte hoy terminaba esta tortura.
Estaba en una cita con Adán en una heladería de Berlin, me estaba hartando de helado solo para evitar tener q mirarlo a los ojos.

- ¿te gusta?

- mucho mi amor, ya se va haciendo hora -lo apresuro.

- cierto, vamonos ya.

Pagó y no fuimos. Andamos caminando por un sendero del parque tomados de las manos. Se acercaba la hora. Quedamos abajo de un bello roble cuando detuvo su paso.

- ¿pasó algo amor? -todo salía de acuerdo al plan.

- Vane, hace tiempo quería hacer esto pero el trabajo no me lo permitió -se arrodilló y de su bolsillo sacó una cajita y mostró el hermoso anillo q traía dentro- quiero decirte q te amo y quiero pasar el resto de mi vida contigo, entonces ¿te quieres casar conmigo?

Un sútil y silencioso disparo lo hizo caer al suelo, un tiro en la nuca, más nunca despertaría. Tomé el anillo y me lo puse en el dedo.

- "...hasta q la muerte nos separe..." -sonreí- no puedes decir q no te complací.

Me alejo del lugar y tomo un taxi. Miraba por la ventana y contaba las cuadras. A las 5 cuadras llamé a la policía.

- ayuda policía, por favor han disparado a un hombre en el Parque Humboldthain, ayuda por favor -colgé, creo q soné demasiado dramática, el del taxi debe pensar q estoy loca
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quizás lo estoy.

Coloqué un dispositivo debajo del asiento q soltará un gas a los 5 minutos después q lo active. Con esto el conductor olvidará q estuve allí.
En la entrada del banco paró el taxi, me bajé y me quedé justo al frente de ese bulto de escaleras q había q subir, solo pq a un arquitecto se le ocurrió como estética. Entré, el lugar era bonito por dentro, seguí caminando oor el largo corredor hasta llegar a una puerts q decía: solo VIP. Era una habitación cerrada, mínimo cabían 2 personas. La habitación comenzó a desender haciendo un ruido sórdido dando paso al mundo oculto de Berlín, La Casa de Papel.
¿qué se creían, q el nombre de la serie había aparecido de la nada? Lo q esto era diferente.
Era una organización de protección y unión entre narcos, mafiosos, ladrones, acesinos, ext. Algunos, mafiosos y narcos; tenían buena presencia, elegancia, y la mayoría; ladrones, torturadores, daba asco verlos. Yo soy algo como un combo, tengo un poco de todo, pero en especial asecina por encargo.

Pasé a la oficina del jefe.

- señorita Mariana, pasé por favor -uno de los guardias me sede una silla- ¿una copita?

- no gracias -me siento- paga lo q debes, la gente espera y no pienso q quieras tener a esas escorias molestas.

- querida siempre con tu característica apatía -sonríe.

-el dinero, ahora.

- tranquila -uno de los guardias me entregó el sobre- cuéntalo si quieres.

- claro q lo haré -comienzó a contar los billetes.

- ¡auch!, acaso ¿no confías en mí? -resaltó su expresión hipócrita.

- ni en mi propia sombra.