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Taehyung no volvió a ver a Jungkook sino hasta seis días después. El trabajo y la escuela lo tenían ajetreado. Había dormido solo quince horas esa semana y tuvo pequeños ataques de ansiedad debido al estrés.Pero a pesar de eso, no dejaba de contar las horas, demasiado impaciente por volver a ver a Jungkook. Su pequeño acólito.

Deseaba con ansias poder volver a ver esos grandes ojos marrones que cuando lo veían irradiaban brillo y luz, como si Taehyung fuera lo único que iluminara su vida. Ansiaba probar esos labios rosados que siempre brillaban por el bálsamo.

También eran bonitos cuando de éstos salían gemidos y sollozos agudos.

Y es que Taehyung no se había dado cuenta de cuánto lo necesitaba hasta que terminó de ondularse los mechones de cabello hacia los lados, hasta enredar su corbata de un color negro con rayones verdes entre la camisa y darse una última mirada en el espejo.

Un sábado tranquilo como cualquier otro en su vida, Taehyung salió de casa despidiéndose con un beso de su madre, prometiéndole que llegaría antes del anochecer con la cena.

Sabía que los sábados no habían ceremonias en el templo, por lo que esperaba encontrar el lugar vacío.

Entró por las puertas principales una vez que llegó. Se sentía nervioso, de alguna manera. ¿Qué iba a decirle cuando lo tuviera enfrente? ¿Cómo iba a reaccionar por lo de la última vez? Inhaló profundamente antes de pasar por la segunda entrada hacia el espacio, mirando a su alrededor y no encontrando a nadie. Ninguna presencia, ni siquiera la que esperaba encontrar.

Observó el sitio. Caminó a pasos lentos hacia el altar, creando eco en las paredes. El aura lo hacía sentirse extraño, pero a la vez lo tranquilizaba. Sabía que en alguna parte estaba él.

Su mirada vagó por las vitrinas que reflejaban los rayos del sol hacia la sala de bancos, creando un aura de paz y sosiego. Se acercó a uno de los reflejos y se detuvo cuando los rayos le pegaron en el rostro. Dejándose llevar por la sensación, cerró los ojos y sonrió, apaciguado por el momento.

El hecho de pensar que estaba respirando el mismo aire que Jungkook respiraba todos los días lo tenía levitando. Estaba en el lugar donde Jungkook vivía, el lugar que fue cómplice de las impurezas cometidas por el par de individuos, que, a pesar de que fue el mayor de sus pecados, no se arrepentía. Quería más. Necesitaba más del acólito, tenerlo para y dentro de él, tenerlo hasta que-

''¿Taehyung?''

Sus ojos se abrieron al instante cuando escuchó esa voz. Volteó hacia su derecha, a la entrada de la sacristía, encontrándose con el padre Minhyuk, quien lo miraba con recelo.

''Hijo, ¿qué haces aquí?''

''Padre'' Taehyung le sonrió. ''Buenas tardes, ¿cómo está?''

El padre lo miró sorprendido, y es que no esperaba encontrar a nadie ahí en sábado, pero cuando vio a Taehyung, sabía que no iba a rezarle al señor, ni siquiera iba por una bendición... Iba a ver a su hijo.

''Bien, gracias. Qué sorpresa encontrarte aquí hoy'' el padre rió nervioso, "aunque no hace falta preguntar a qué viniste''

''Discúlpeme si soy un poco descortés. Sé que espera que un joven como yo venga solo a pedir una bendición, pero no he venido a eso, por desgracia" el castaño sonrió. ''Vine a ver a Jungkook''

Lo miró fruncir las cejas. Minhyuk sabía que Jungkook había iniciado una amistad con Taehyung hace un par de meses, a tal grado que el mayor se tomaba el tiempo de ir a visitarlo en sus tiempos libres fuera de misa, llevándole libros o algún relicario como detalle, todo aquello como excusa, pues solo esperaba poder ver a aquel acólito que lo volvía loco y que en ese momento necesitaba.

No era curioso saber que todos en el pueblo trataban a Jungkook con respeto, ya que así debía de ser. Cualquiera que se dirigiera al joven debía hablarle por su honorífico, en cualquier momento, aunque no estuvieran en el recinto, pero el padre se dio cuenta que con Taehyung no era así. Taehyung lo llamaba por su nombre, y aunque al padre le resultara molesto, no podía quejarse. Sabía que su hijo así se lo había pedido.

''Es lindo que hayas venido a ver a mi pequeño'' el padre lo miró fijo, ''pero él está un poco ocupado en su biblioteca''

''No se preocupe, padre'' Taehyung le enseñó el libro que cargaba en su mano. Un génesis, mismo que le prometió a Jungkook que le regalaría. ''Solo vine a dejarle esto a Kook, no tardaré mucho''

Minhyuk abrió los ojos ante el apodo.

Lo dudó un poco, sintiéndose nervioso ante el hecho de dejarlos solos nuevamente en la biblioteca de Jungkook, lugar donde él no podía entrar ni siquiera a asomar sus narices.

No sabía cómo explicar aquella sensación...

''No tardes'' le aclaró. ''Por mí está bien, p-pero no te tardes. No quiero que Jungkook se distraiga mientras está estudiando''

''Prometo que no tardaré'' el chico sonrió, caminando a pasos seguros a la puerta que daba al fondo de la sacristía, aquella en donde ya había estado alguna vez a escondidas del padre, donde besó a Jungkook por primera vez. La primera vez que lo sintió. Que lo tocó. Que después de tanto tiempo, había despertado sus sueños más carnales y oscuros.

Una vez dentro, observó el largo pasillo apenas visible por las velas colgadas en las paredes, dando una ligera vista al fondo del corredizo, a las escaleras de gusano que daban a la segunda planta, donde se encontraba el espacio de Jungkook.

Podía sentir su corazón dando fuertes latidos que azotaban su pecho al mismo tiempo que su respiración se estancaba en su garganta, su estómago revolcándose de los nervios, ni siquiera sabiendo cuál sería su reacción cuando lo viera después de una semana sin poder hacerlo, sin poder besarlo y tocarlo.

Subió las escaleras, observando el corto pasillo con cuatro puertas. No tenía miedo, no cuando lo tenía tan cerca. Caminó a pasos silenciosos hasta quedar de pie frente a una de las puertas que se encontraba entreabierta. Enroscó la perilla y empujó con extremo cuidado con tal de que no rechinara. Observó todo a su alrededor, a la gran ventana en la parte superior de la pared del fondo iluminando el piso de madera, los cristales del vidrio dando paso a los rayos del sol e iluminando los estantes llenos de libros y al enorme cuadro colgado en una esquina. Una pintura extraña de dos sujetos uniendo sus dedos.

Se adentró un poco más. Sentía que en cualquier momento caería al piso de los nervios.

Su garganta se cerró en el momento, sus ojos abriéndose de par en par cuando al fondo de la biblioteca lo vio.

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2023 ⏰

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