|•• La máscara ••|

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El viento rugía en el bosque, y a esta hora ya era muy noche, sin embargo, su sonrisa no desaparecía, de alguna manera estaba lleno de alegría.

Veía cada momento que podía aquel anillo que compró ese mismo día, era hermoso, algo digno de admirar, y en reposo se observaba que podía brillar.

Se sentía a gusto, se sentía en paz, una calma que lo llenaba de tranquilidad.

Pero el cansancio en su cuerpo se podía notar, así que paró su caminar y se dispuso a poner su capa en el suelo para poderse sentar.

Prendió una antorcha y se recostó en el árbol, abrió su mochila corta y sacó un pan con pollo y col.

Mientras comía reflexionaba todo lo que había pasado, sus recuerdos iban y venían sobre el anillo que había comprado.

Por un momento vió su preciada sortija y queriendo decir algo un sonido borró su sonrisa.

Una rama rota y una hoja pisada, sus pies trotan alejándose del lugar dónde la vibra es pesada.

Aquello que lo perseguía por fin lo había encontrado, no lo veía, pero algo dentro de sí le decía lo contrario.

Se acercaba y no se iba, le encajaba en su cuello algo de melancolía.

Pero en si el horror de saber que estaba detrás de la cortina, lo carcomía, era un lugar sin salida.

Las pisadas cada vez más estruendosas lo hacían sudar frío, solo pedía un milagro para terminar ese martirio.

Se protegió haciéndose bolita, si algo sucedía solo lo permitiría.

Cerró sus ojos esperando el final, hasta que un jalón brusco lo hizo reaccionar.

De un momento a otro se encontraba cabalgando, sosteniendo las prendas de su salvador galopando.

Las pisadas quedaban atrás de ellos, y en lo que recuperaba el aliento se dirigió al sujeto.

-  ¿Quién eres? ¿A dónde vamos?

- Guarda silencio, en un rato hablamos.

Tal vez era un secuestro, pero estaba tan cansado que confío en él cuál maestro y espero a su amparo.

Se dejó llevar por los brazos de Morfeo y en un parpadear ya se veía el cielo.

La luz del sol le daba en la cara pero en lo que recuerda no entiende nada.

Busca por todos lados y por fin lo encuentra, sentando en un árbol cubriendo una maleta.

Se acerca a él con sumo sigilo hasta que pisa una rama que lo deja perdido.

El hombre se para con rapidez y saca una espada apuntándole a él.

-  Lo…lo siento pero necesito saber qué pasó y una disculpa si es molesto al escuchar lo que pregunto.

-  Ufff- bajó el arma- lamento yo mi actuar, y el retraso, te dije que tenemos que hablar pero el despertarte fue un fracaso- destapó su rostro dejando ver una máscara, una sonrisa cuadrada que tapaba su cara.

-  No sé si eres bueno o malo, quiero creer que el primero, ya que fuiste un milagro.

-  No tengo intenciones de lastimarte si me das lo que quiero, dame tu anillo y me voy sin ningún pero.

- ¿Qué es lo que dices?, es mi tesoro, te agradezco ayudarme pero en este momento, es mejor que te largues – agarró su mano involuntariamente protegiendo su anillo de ese demente.

- Ey chico tú no lo entiendes, el anillo que portas, me pertenece.

- Claro que no, yo lo compré,  mi dinero a un señor yo le dejé.

- No quieres hacerme enojar, dame el anillo y me iré del lugar- envainó su espada con cuidado y le dio una última advertencia a ese muchacho.

- Ya dije que no, si este es un asalto, dime por favor.

- Yo te advertí, si quieres pagar con tu vida, que mi espada lo dicte así- puso el filoso objeto en la garganta del contrario, y cortando un poco su pecho algo lo detuvo de matar a su adversario.

Algo era conocido para él, tal vez su cabello o su piel, pero su belleza fue un punto clave para la vida a él permitirle- Maldita sea.

Cuando vió el rostro del contrario puso sus manos en las lágrimas del pobre diablo.

Esos ojos tan lindos bicolores, ahora estaban rojos por culpa de sus errores- Oh lo siento tanto pequeño, déjame darte consuelo- se acercó al menor y le proporciono un abrazo, algo que necesitaban los dos, algo necesario.

- No puedo quitármelo.

- ¿Que dices?

- Que de mi dedo no quiere salirse- mientras se abrazaban se dio cuenta, que una presión en su dedo lo frecuenta, en específico el dedo anular, que ahora le dolía sin cesar.

- Espera, te vas a lastimar- vió la mano del chico y en un punto fijo vio el anillo de compromiso.

De pronto un recuerdo violento los golpeó dejándolos atónitos, los dos se voltearon a ver y lo que vieron los dejó como anónimos.

Algo les decía que se conocían, algo los guiaba a la mina, era peligroso el pasar, pero allí se encontraban sus vidas, ¿O eran respuestas? Eso no rima, vida, eso era lo que se encontraba en la mina, la respuesta a la pérdida de sus memorias se encontraba en “La cueva de las maravillas”.

- ¿Tú viste lo mismo que yo?

- Creo que te perdonaré la vida en esta ocasión, necesitamos recorrer un largo camino.

- Que piensas que quería decir con “¿Brindemos con vino?”

-  ¿Hay alguna vez que guardes silencio?

- Creo que no, no sabes cuánto lo siento.

-  No importa, me agradas y no nos conocemos.

- O si nos conocemos y no lo sabemos.

- De todos modos “brindemos por eso”.

- Jajajaj, así es, brindemos por eso.


Despierta por favor.

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