Mon regresó a Bangkok con la sensación de que algo faltaba en su vida. Aunque había cumplido con éxito el proyecto en la isla, su mente y corazón seguían anclados en aquel paraíso tropical y en la conexión única que había encontrado con Sam.
En Bangkok, Mon intentaba concentrarse en su trabajo en la empresa familiar, pero sus pensamientos siempre volaban hacia la chica de ojos curiosos y cabello danzante. Su presencia seguía palpable en su mente y su corazón, y cada vez más se daba cuenta de que aquel vínculo era más profundo de lo que nunca había imaginado.
En las noches, mientras miraba la ciudad desde su apartamento, Mon sentía el eco de la distancia entre ella y Sam. A pesar de las llamadas y mensajes que se intercambiaban, la separación física pesaba en su corazón. La tranquilidad de Bahía Koh y las risas compartidas con Sam se convertían en un refugio que anhelaba con ansias.
Por otro lado, Sam también sentía el peso de la distancia. Un sentimiento de tristeza se apoderaba de ella. La ausencia de Mon dejaba un vacío en su corazón, y a pesar de que sabía que volverían a encontrarse, extrañaba sus risas, sus besos, su abrazos, su calor, su olor y sus miradas compartidas y la magia que sentía a su lado.
Las llamadas y mensajes entre Mon y Sam se volvieron un consuelo en medio de la distancia, pero no era suficiente. Sam extrañaba la cercanía física, el poder tocar a Mon y el sentir su presencia real, no solo a través de una pantalla. Soñaba con los días en que caminaban juntas por la playa, se perdían en conversaciones nocturnas y compartían momentos llenos de significado.
En una de las llamadas nocturnas, Mon pudo percibir la tristeza en la voz de Sam. "¿Qué te pasa, Sam?", preguntó preocupada.
Sam suspiró, "Solo estoy un poco triste porque te extraño, Mon. Me siento un poco perdida sin ti aquí".
Mon sintió un nudo en la garganta. "Yo también te extraño mucho, Sam. No puedo dejar de pensar en ti y en los momentos que compartimos juntas en la Bahía. Quisiera estar allí contigo ahora mismo".
Ambas se sumergieron en un momento de vulnerabilidad, compartiendo sus emociones sin reservas. Aunque la distancia era un desafío, también fortalecía su conexión, haciendo que cada encuentro fuera aún más especial.
Mon decidió que no dejaría que la distancia fuera un obstáculo para su conexión con Sam. Decidió que cada fin de semana, viajaba de regreso a la Bahía para verla. El brillo en sus ojos al reencontrarse hablaba del afecto que compartían.
A pesar de la tristeza que la separación causaba en Sam, ella comprendía la responsabilidad y los compromisos de Mon en Bangkok. Valoraba cada momento que pasaban juntas, y su corazón se llenaba de esperanza de que, algún día, podrían estar más cerca, sin la sombra de la distancia entrelazada entre ellas.