✦Mi verdad✦

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Durante gran parte de mi vida mi madre siempre me regañó por tener la cabeza sobre las nubes, con ideas que consideraba demasiado disparatadas como para tomarlas en cuenta. No me importaba lo que ella dijera, estaba convencida de que los verdaderos cambios que transforman el mundo venían de gente que alguna vez tuvo, en efecto, la cabeza en las nubes.

La idea más disparatada, con suficiente trabajo, puede convertirse en una innovación capaz de cambiar la vida tal y como la conocemos. Quiero creer que soy esa clase de persona, alguien que no solo puede innovar, sino también inspirar, a que otros se animen a ir por su cuenta, detrás de no solo la idea de hacer algo nuevo, sino también detrás del sueño con una meta a trazar.

Hay ideas que pueden beneficiar a muchos e incluso salvar vidas, como la de Favaloro y el invento que transformó la medicina con el famoso bypass. Sin embargo, lamentablemente, hay otras ideas que fueron concebidas para el beneficio de unos pocos y eso, desgraciadamente en muchos casos, se lleva la vida de más de una persona. Un ejemplo claramente extremista fue la invención de la bomba atómica, un arma capaz de reducir seres humanos a polvo y de plantar en la mente de la gente el miedo tangente a una muerte inminente a raíz de la siguiente gran guerra.

Mi padre por otro lado, concluyó mi debate en que las ideas por si solas no son malas, puedes tener buenas intenciones, querer marcar en la vida de todos un precedente, querer proteger a los demás, pero muchas veces el camino hacia el mal y el sufrimiento de otros, está marcado por buenas intenciones.

He ahí la importancia de saber cual es la diferencia entre el bien y el mal, es muy fácil trastabillar y caer en el abismo, por que la línea que te separa de caer a veces te hace tropezar y, dependiendo de a donde estés parado, a veces serás el bueno o el malo, el justo o el cruel. Por esto y por muchas razones, cuando mucha gente depende de tus elecciones, es fácil equivocarse si no estás atento con cada paso que das; he ahí también el dicho de que mientras más alto subes, más fácil puedes caer.

Por eso, cuando en mil novecientos setenta y seis hubo empezado la dictadura de Videla, me di cuenta a la edad de catorce años, de que esto más que intentar buscar lo mejor para el pueblo era una lucha perpetua de poder, no les interesaba el dinero, las riquezas o a quienes apoyar, sino tener el poder para borrar a alguien para siempre si se oponía a lo que creían. Cualquier idea que saliera de Videla y de esos mediocres militares con aires de grandeza era para beneficio de muy pocos y el sufrimiento de miles.

El miedo comenzó a apoderarse de mí, salía a la calle con el terror tangible de no poder regresar, temía por que mi boca desbocada dijera algo que me expusiera a ser perseguida, estaba harta de tener que ser llamada al silencio cada vez que quería decir lo que pensaba. Mis opiniones no eran sacadas de la nada, podía haber estado en secundaria en aquel entonces, pero fuera de la escuela, mi padre me inculcó desde muy pequeña el pensamiento crítico y la curiosidad por saber qué más hay allá de lo que los medios u otros pudieran intentar decirme en que creer, con esa base de pensamiento, sabía que no había que confiar en nada que no sea uno mismo y estaba decidida a vivir acorde a mis reglas. Pero eso me pasaba factura más seguido de lo que estoy dispuesta a admitir, las peleas y reclamos con mi madre eran eternos y aunque intentaba convencerla de que no hacía nada inmoral, lo que dijera no era suficiente; mi padre por otro lado, a pesar de estar de acuerdo con lo que yo pensaba temía que algo me pasara, así que en vez de instar a seguir mis ideales, me decía que no debía volar demasiado alto o el sol me iba a quemar. Reconozco ahora que por ese entonces no entendí a lo que se refería con esas palabras, pero ya sea dicho el mito de Ícaro y Dédalo o una simple advertencia, se trataba de un padre que quería que su hija estuviera a salvo.

Solo que yo no solo ya no era una niña, era alguien que había crecido en medio de los toques de queda, las restricciones impuestas por el régimen militar y la constante censura. Era una mujer que había crecido en medio de todo eso y no veía cambios favorables para nadie, y me había cansado.

Quien viva para contarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora