Capítulo 1

25 5 6
                                    


Era un novio. El príncipe Minho Khanl lo miró y pensó que debía de ser un espejismo.

Estaba acostumbrado al fenómeno porque lo había sufrido en carne propia cuando había cometido la estupidez de perderse en el desierto de El Bahar. El resplandor provocado por el calor, las imágenes confusas y el dolor de cabeza eran signos que reconocía perfectamente. Sin embargo, ninguno de esos signos estaba presente en aquel momento.

Era enero, no mediados de julio, y en las cunetas de la pista se acumulaban montones de nieve sucia. Por supuesto, no hacía calor; tampoco le dolía la cabeza y, en cuanto a la imagen, ni era vaga ni desaparecía al mirarlo. Pero había un detalle que resultaba aún más relevante. El príncipe Minho Khanl no estaba en el desierto de El Bahar, sino en un aeródromo de Kansas, en Estados Unidos. Si aquello no era un espejismo, un doncel de cabello oscuro y traje de novio que caminaba hacia él, tenía que ser real.

-Habré cometido algún pecado mortal en una vida anterior -murmuró el príncipe-. O tal vez en ésta.

El doncel se detuvo ante él. Sus ojos, de un tono de marrón indescriptible, estaban enrojecidos por las lágrimas.
Minho tuvo que refrenarse para no suspirar y maldecir en voz alta. No soportaba la debilidad en los donceles.

-Discúlpeme -dijo el doncel con voz quebrada-. le parecerá extraño, pero me han dejado en este lugar y necesito que me lleve.

El príncipe le dedicó una mirada que su abuela Koo Hye Sun, siempre definía como imperiosa. Sin embargo, Minho no estaba de acuerdo; a él le parecía una mirada como todas las demás.

-Ni siquiera sabe a dónde voy.
El doncel tragó saliva.

-Es cierto, pero cualquier sitio me vale. tengo que llegar a alguna ciudad. Me han abandonado a mi suerte no tengo ni equipaje ni ropa -afirmó, entrelazando las manos. Minho estuvo a punto de preguntar cómo había terminado en el aeródromo de salina en pleno invierno y vestido de novio. No tenía abrigo; y si lo tenía, no lo llevaba puesto. Pensó que tal vez era un loco.

En ese instante, una de las puertas de la terminal se abrió y apareció una rubia escultural con una taza de café en la mano. Su falda corta enseñaba unas piernas largas y perfectas; su top, muy ajustado, apretaba unos senos enormes que oscilaban cada vez que daba un paso.

Cuando la rubia vio a Minho, lo saludó con la mano y sonrió.

-Traigo café -dijo, como si el príncipe no se hubiera dado cuenta.
Minho se preguntó nuevamente qué capricho del destino lo había llevado a aquel lugar. lo que en principio iba a ser un viaje de negocios de tres semanas de duración, se había convertido en un infierno.

En primer lugar, su secretario, un joven agradable y eficaz, había tenido que volver a el Bahar porque su madre había enfermado; en segundo, los hoteles donde se iba a alojar habían perdido sus reservas y lo habían condenado a dormir en una habitación normal y corriente; en tercero, su reactor se había averiado y, en cuarto y último lugar, había alquilado un avión que no tenía combustible suficiente para volar desde los ángeles a Nueva York y no le quedó más remedio que hacer escala en el aeródromo de salina.

Para empeorarlo todo, la inteligencia de su secretaria temporal era inversamente proporcional al tamaño de un durazno; y ahora, se encontraba con un novio perdido que necesitaba que lo sacara de allí.

La primera semana de su viaje de negocios había resultado un desastres. Cualquiera sabía lo que le podría ocurrir en las dos restantes.

-Nos dirigimos a Nueva York y tenemos asientos libres -le dijo al novio-. Puede venir con nosotros si lo desea, pero a condición de que se mantenga en silencio. Si oigo un solo gimoteo, por pequeño que sea, lo tiraré del avión en pleno vuelo.

Quimera Pasional (2Min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora