Sábado.
No hay día mejor para disfrutarlo en compañía con la persona que más quieres y que además convives con ella. Zoro todavía estaba en la academia de policía, hacía solo un par de meses que suspendió su segundo intento para ser un oficial. no hubo suerte. Aun así, no se le veía disgustado, solo tenía que volver a intentarlo, pocos lo lograban con solo dos intentos. Sanji en cambio ya estaba en su proyecto final, por lo que estaba centrado en ello y no tenía prácticas en restaurante por el momento, ya le avisaron de que en unas semanas tendría que hacerlas, por lo que era de las pocas ocasiones que le quedaban para disfrutar de los fines de semana con su chico.
Lo bueno que tenía haberse mudado era que, la gran capital de Dawn, ofrecía gran cantidad de sitios a los que ir: museos, centros recreativos, cafeterías de todo tipo... al rubio le encantaba ir a todos esos sitios y arrastraba a su marido para ir con él, aunque no era el único que conseguía lo que quería, a veces, como en esta ocasión, Zoro ganó y se quedaron en casa, ya era media mañana y seguían en la cama, tenía al sensual cocinero sobre él moviendo sus caderas unidas en un delicioso vaivén que los ojos verdes oscuros no perdían detalle.
- Joder, estás tan sexy... - Gruñó ronco relamiéndose los labios, él estaba tumbado acariciando los muslos níveos que tenían un par de marcas de mordiscos que antes le había dado movido por la pasión.
- Ah, e-estoy a punto. – Dijo Sanji sin dejar de botar sobre la gruesa asta que le golpeaba en su punto dulce sin parar, tomó la áspera mano de Zoro y la guió a su entrepierna que reclamaba atenciones y fuese este quien se las diese – Ah... sí...
- Vamos, quiero verlo. – Aceleró el ritmo apretando un poco más el agarre para enloquecerlo, dejándose llevar por el placer, él también notaba su final cerca.
- Mnn ah..sí.. ah... - Entreabrió los ojos para mirar a Zoro, le gustaba verle la cara cuando estaban así, pero algo vio por el rabillo del ojo, giró su rostro hacia la puerta y lo vio - ¡AHH!!
- ¡Joder, como te estrechas! – Gimió el peliverde, aunque Sanji se detuvo en seco cubriéndose con las sábanas como pudo - ¿Qué haces? ¿Por qué pa-OH MIERDA, LUFFY?!
- ¿Habéis acabado ya? – Preguntó el moreno, que se picaba la nariz totalmente indiferente a lo que estaba viendo.
- ¿Cuántas veces tengo que decirte que llames a la puerta, imbécil integral? – Le regañó todavía sin moverse del sitio tapándose las vergüenzas.
- Oh, cierto. Shishishi – Se rio, pero se le cortó en seco cuando una zapatilla voladora le dio directamente en la cara.
- ¡Espéranos en el salón, pervertido! – Gritó Sanji de nuevo y este por fin hizo caso, suspiró agotado con el corazón acelerado - ¿Por qué siempre nos pilla así?
- Será porque siempre estamos así. – Respondió Zoro tan tranquilo retomando la faena – Venga, puede esperar cinco minutos más, no podemos quedarnos a me... – No pudo terminar la frase, pues se llevó un tremendo puñetazo en el estómago.
- Ni lo sueñes, marimo idiota. – Se levantó de su regazo, mientras el otro se retorcía de dolor todavía sobre la cama encogido sobre si mismo. – Vístete, voy a prepararle el desayuno a ese asalta-casas.
- ¿N-No se supone que no usabas las manos para golpear? – Preguntó el kendoka entre gemidos de dolor sin obtener respuesta.
Sanji se puso algo de ropa de estar por casa, unos sencillos pantalones de chándal azul y una camiseta con el dibujo de la cara de un tigre que le venía algo grande, debía de ser de su marido. Se encendió un cigarrillo y le echó una mirada fulminante al morenito que ahora estaba sentado en el sofá.

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Un auténtico egoísta
Fiksi PenggemarTras acabar el instituto, la vida continúa para Sanji y Zoro sin esperar que el destino acabaría separándoles. La vida adulta no era tan fácil e idílica como se pensaban que iba a ser.