II

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Áurea Sánchez

— ¿Por qué no vienes con nosotras? —Pregunta Sophia desde la puerta de mi habitación. Me giro en la cama sobre mi costado para poder observarla mejor. Iba vestida con un mahón de campana, una camisa de salir y unas tenis blancas.

— No quiero arruinarles la noche y, de todas formas, no quiero salir. —Deniego con un suspiro y me vuelvo a girar, esta vez caigo boca arriba y mi mirada se enfoca en el techo flácido que cubría toda la casa.

— Te puedes distraer. —Declara y se siente en la esquina de mi cama. Sus ojos me miran con compasión y con un poco de confusión. Jamás me había visto de esta manera y no tenía forma de explicarle la razón de mi crisis.

Tal vez salir me ayudaría a olvidarme de él y su hermano. Ya habían pasado demasiados años como para que esto siguiera afectándome.

— De acuerdo, —gruño al levantarme de la cama y señalo hacia mi closet— ¿me puedes pasar una camisa de ahí?

Las chicas habían decidido janguear en el spot de Neón Ink, un pub al que frecuentábamos que utilizaba las luces neones para esconder el daño que el lugar había recibido con los años. A pesar de su aspecto, era de los mejores lugares que habían cerca del campus para pasar el rato pues, no estaban los de nuevo año abacorando el lugar y había, hasta cierto punto, un sentido de privacidad y de escape del mundo exterior.

No fue hasta que Sophia y May señalaron a una mesa ocupada con Efrén y otro muchacho que caí en cuenta del grave error que había cometido. No tenía las energías para lidiar con personas desconocidas

Agarro un brazo de cada una para detenerlas.

— ¿No me podían decir que íbamos a estar con otro tipo? —Pregunto, compitiendo con la música del local y las voces de los clientes.

Sophia me ofrece una disculpa para nada sincera con su sonrisa y agarra mi brazo de vuelta.

— Son tres y, si te lo hubiera dicho no hubieras venido. —Me corrige y siento cómo mi pulso invade mis oídos.

— No te preocupes, uno de ellos de va a caer súper bien. Es puertorriqueño como tú y estudia Lenguas Modernas. Según Efren, es un tipo súper chill. —Intenta calmarme May, quien luego frota su mano sobre mi hombro de forma reconfortante.

Inhalo. La situación no era tan mala como usualmente yo me hacía pensar. Suspiro. Coloco una sonrisa débil sobre mis labios y me concentro en Sophie y May, ellas nunca me harían pasar por una situación que me incomodara. Dejo mis brazos caer y retomamos el camino hacia la mesa.

Saludo a Efrén con la mano y le sonrío al muchacho sentado junto a él, quien se para y saluda a cada una de nosotras.

— Hola, me llamo Emmett, un gusto.

Nos presentamos y nos sentamos todas en la mesa. Noto cómo, de una manera sospechosa, la única silla que queda disponible es la que queda junto a mí.

Todos juntos parecemos un grupo cohesivo, entre las risas altas de May y las silenciosas de Sophia, los chistes de Efrén y las contestaciones de Emmett.

Pasan los minutos, nos reímos, me voy acostumbrando al lugar y a Emmett, un muchacho moreno y alto, con una pantalla en su oreja derecha.

Sin embargo, pronto siento cómo todas las miradas se colocan a un punto en mis espaldas y siento cómo mis hombros suben hasta llegar al nivel de mis orejas. Alguien carraspea detrás de mí, se mueve a un punto en mi derecha y saca la silla restante de debajo de la mesa para sentarse. Saluda a May, Efrén y a Emmett. Se presenta ante Sophia y, finalmente, sus ojos se posan sobre mí, reconociendo los míos. Extiende su mano ante mí, sin pensar le ofrezco la mía y la estremece. No he podido tomar un respiro. Sus ojos castaños me miran con curiosidad y extrañeza.

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