Contradicciones

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El móvil permanece encendido y aparentemente en buenas condiciones, ¡Es increíble cómo siempre se descomponen en los peores momentos! 

Frustrada, le doy un golpe que haría ruborizar de envidia a un boxeador. Al instante, todos los pasajeros vuelven a mirarme, como si estuvieran programados para reaccionar al más mínimo ruido.

- ¿Se puede saber qué están observando? - suelto, más como un rugido que como una pregunta.

Un silencio incómodo se cierne sobre nosotros. Tal vez me pasé de la raya con mi reacción.

- Disculpen, fue un mal día - murmuro, esperando que el comentario rompa el hielo.

Debo aprender a no adoptar la pose de chica ruda solo para después revelar mi lado más vulnerable. 

Respiro hondo y dejo caer nuevamente el móvil, casi segura de que esta vez se romperá. Pero, para mi sorpresa, sigue funcionando como si nada. 

Ya que estas dámelo - me dice un joven prácticamente de mi edad, abriéndose paso entre la multitud. Lleva una camisa morada y unos vaqueros negros ceñidos. Su cabello rubio y sus ojos marrones añaden un toque de intriga a su apariencia.

- Tómalo - le respondo, lanzándole el teléfono sin pensar. Pero acto seguido me arrepiento.

¿En serio acabo de darle mi teléfono? Ahí están mis secretos, mis datos, mi vida virtual entera.

- Eh, espera, devuélvemelo, por favor - le pido.

- Mmm, no sé. Tú me lo diste voluntariamente, después de todo.

- Cambie de opinión, en serio. Te pido que me lo devuelvas.

- ¿Ah si? - se ríe de manera sarcástica - ya me pertenece. 

-  Esto sería como robo a mano armada, solo que sin el arma.

- Legalmente, tú me lo diste a si que de robo nada.

- ¿Legalidad? ¡Bah!  Devuélvemelo o atente a las consecuencias.

- ¿Cuáles consecuencias?

- No quieras saberlo.


Mi paciencia está llegando a su límite mientras sus ojos desafiantes se clavan en los míos.

Parece decidido a no devolverme el móvil. No puedo arriesgarme a perderlo, especialmente por culpa de mi impulsividad. 

Con mi pie izquierdo, intento bloquear su talón, mientras con los brazos intento inclinarlo hacia atrás para que caiga de espaldas, minimizando cualquier daño. Sabía que esto iba a salir mal desde un principio, maldita impulsividad.

Pero el tipo resulta ser más resistente de lo que pensé, y con la poca fuerza que logro ejercer, acabo en una situación incluso peor que antes, ya que ahora está más cerca de mí. 

Mi estrategia parece haber sido un completo fracaso. ¿Por qué la suerte nunca parece estar de mi lado? 

Mi mirada se fija en sus ojos, y en un movimiento rápido, levanto mi pierna izquierda, lo que nos hace tambalear a ambos. Con precisión, dirijo un golpe hacia su pierna, logrando desestabilizarlo por completo.

Finalmente, consiga que caiga al suelo. La satisfacción momentánea me inunda; casi salto de alegría, pero la euforia desaparece rápidamente cuando veo que el chico está empezando a recuperarse. 

Rápidamente agarro el móvil y corro a través de los vagones, avanzando hacia el final del tren. 

En el fondo, sabía que esto podría suceder. ¿Qué esperaba, acaso?

¿Una especie de héroe que apareció para rescatarme, como si fuera un caballero en un cuento de hadas? Mis expectativas eran, en definitiva, pura fantasía.








Oscuros SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora