Siempre llegamos a ese punto de nuestras vidas en el que somos espectadores del enfrentamiento entre los sentimientos, y la razón. O mejor dicho, la lógica de los demás.
Ellos, no están en tu piel, no poseen tus zapatos, y por lo tanto, no saben nada acerca de lo que piensa tu corazón. No te conocen por saberse tu nombre. No son amigos por decirte lo que tienes que hacer a modo de consejo y luego se marchan.
Solo tú te conoces, solo tú sabes lo que vales, y lo que debes hacerte valer. Solo tú, sabrás lo que está bien y lo que está mal. Y llegado el caso, la persona que sufrirá las consecuencias serás tú.
La vida es una toma constante de decisiones, fáciles, difíciles, o prácticamente imposibles.
Tú no puedes guiarte jamás por lo que dicen los demás; pues ellos no saben nada.
Y si en algún momento tú tomas una decisión y el resto no comparte tu opinión, pues no dejes que eso te afecte. Tú haces mal las cosas; tú te equivocas.
Déjalos pagar el precio de sus propias acciones.
Si alguna vez tienes dudas, y no te sientes segura de tomar un determinado camino, hazlo, arriésgate, no a lo seguro, sino a lo que crees conveniente. Aquí tienes un apoyo, un hombro por si fallas y quieres llorar.
Siempre debes recordar que no estás solo/a. Y si así lo crees, disculpa que te corrija, pero aquí estoy yo.