Aparente Normalidad

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Para Zamel, ir a caminar al centro del pueblo era algo que preferiría evitar. Mucho ruido, muchos zutzumones rondando de aquí para allá y demasiados de ellos trabajando. Cosa que a él le venía como un ambiente cansino y agobiante. Pero responsabilidades eran responsabilidades. Y este día más que nunca.

Llegó a un puesto de frutas y verduras. Lo atendía una joven salarandra con una sonrisa amable y gentil.

No duró mucho ahí. Escogió rápido los ingredientes. Unas cuantas verduras y unos frutos especiales para un coctel que tenía en mente. Después de pagar, siguió su camino.

A unos metros de distancia, yendo a una cabaña con un letrero en donde una pierna de jamón que se alzaba a la vista por encima de la entrada, era donde pretendía ser su siguiente destino. Una tienda de carne. Haciendo fila tras un luizardo y un drakon, esperó hasta que fuese su turno. Oliendo desde adentro, el toque dulzón de la carne cruda cortada y empaquetada. Al ser un pueblo algo más llamativo por los sucesos de hace dos años, la variedad de frutos y carne transportada de otras tierras fue en incremento, al punto que el pueblo empezó a tener un avance comercial en el reino.

Desde adentro, salió un bugof sonriente con un paquete de carne en sus patas de insecto, envuelto en un papel especial de color rosa naranjo que conserva la carne fresca a pesar del clima. La fila avanzó.

Así como el mercado creció, también otras instalaciones avanzaron. El pueblo se convirtió en un área casi turística. Se hicieron cabañas para negocios donde el turista promedio pudiera distraerse y comprar mercancía local, cosa que venía de perlas para quienes querían hacer crecer sus ingresos. También el pueblo teniendo sus ganancias, haciendo que su desarrollo interno mejorase.

Con ello a la mano iba la educación. Pasaron de dar clases al aire libre cerca del antiguo castillo, a tener una unidad educativa en todo sentido de la expresión, donde los niños ya podrían aprender en un lugar cómodo. Que estar al aire libre no era malo, pero cuando el clima se ponía feo y las tormentas del medio año salían a dar una vuelta, era para pensarse. Era una mejora. Si. Pero para su gusto, nada mejor que sentarse al aire libre mientras Trixie hablaba emocionada dando la clase. Tenía su encanto el estar afuera, escuchándola.

Sin darse cuenta, la fila avanzó hasta casi llegar su turno. El luizardo pidió la clásica pierna de jamón y se retiró así como lo pidió: rápido y sin muchas palabras. Seguro tenía algo de prisa.

Ya frente al vendedor, este le saludó con efusividad. El drakon dueño de la tienda le conocía de hace tiempo. Algo mayor, con las escamas algo opacas, pero con mucha jovialidad. Este le sonrió ante su llegada.

-¡Hey! Pero si es el sacerdote Zamel – con cada palabra, levantaba una ceja carismática –. Es raro verte por aquí. Mayormente te miras en las afueras de la iglesia tomando el sol o dando clases con Trixie – "O molestando a Trixie" pensó. Pero era algo que no iba a decir en voz alta.

-Hoy tengo algo importante que atender.

-Y supongo que tiene que ver con mi mercancía, ¿verdad?

-Más razón que sabio anciano de las montañas – ahora a él le tocaba enarcar una ceja con una sonrisa –. Aunque veo que estás más cerca que se haga verídico ese dicho.

-Bah. De sabio tengo lo mismo que de empresario a comediante – levantó los hombros con deje de desinterés –. Aunque no estoy tan viejo. Aun me defiendo. ¿Un anciano tendría ese musculo? – levantó su brazo haciendo levantar el musculo de su extremidad. Lo que llamaba musculo, a ojos de Zamel, era apenas un leve asomo de escamas por la flexión. Un muñón entre una capa de escamas.

-"Tiene más musculo el hueso de jamón cortado que su brazo." – pensó con una sonrisa – Como digas. Dame la especialidad de la casa, por favor.

Entre Nuestros Sentimientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora