Suspiró. Mientras caminaba, sentía sus alas agarrotadas, a la vez que sus patas se medio arrastraban en plena calle. La costumbre de tener tantas cosas que hacer en un día le parecía algo fastidioso. Pero los deberes eran deberes, y debía de cumplirlos.
Llegó a la casa con las bolsas, notando que Trixie había dejado impecable la cocina. Sonrió, pues estaba esperando que algo así pasara. Pero también sentía algo de satisfacción, viendo cómo podía dejar de limpio la foxycornio. Una muestra de su forma tan correcta de ser.
Estaba guardando la carne cuando notó el cajón semiabierto cerca del lavaplatos, el lugar donde dejó guardado el sobre. Al principio se congelo por ese hecho, calculando las posibilidades de que haya leído el contenido del sobre, pero luego se tranquilizó. Trixie podría ser muchas cosas, pero en una de las cinco palabras que podría definirla, sería "respetuosa". Debajo de la palabra "neurótica", claro está.
Sopesó las posibilidades. Checó el sobre y la posición. Luego se puso a pensar que no recordaba como lo había dejado cuando salió de casa, así que pasó de largo esa deducción.
Terminó por simplemente levantar los hombros y dejar todo como estaba, para salir e ir en camino a la casa de la anciana Romal, que necesitaría sus servicios.
Su destino estaba a orilla del pueblo. Así como el hogar de él y Trixie, la casa de la anciana asraora se ubicaba en la subida de una pequeña loma que se extendía a varios metros de distancia.
Esta era una construcción sencilla. Grande y de un solo piso. El tejado tenía una chimenea donde el humo salía constante. No recordaba el día que esa chimenea no dejara de salir humo. Ni en los días ni en las noches.
Tocó la puerta. Bajo él, el tapete café de "Bienvenidos", con letras negras y cursivas, le saludaba la vista con pedazos de césped, tierra y una mancha oscura. Seguro café bebible, pues había visto con frecuencia a la anciana beber mucho de ese líquido amargo. Él lo detestaba.
De la puerta, le abrió una asraora adulta. Tenía en sus garras una taza ancha donde podía oler el café, pudiendo deducir que era ella la que manchó el tapete.
-Hola, Breta – la conocía. Era la hija de Romal.
-Hola, Zamel – dijo –. Pasa.
Se hizo a un lado para dejarle entrar.
La sala no se encontraba vacía. Había un niño asraora que miraba la televisión con distracción en el suelo junto a una niña más pequeña que le acompañaba. Un asraora adulto estaba tras ellos sentado con las piernas cruzadas en el sofá central. Solo él volteó cuando entró y dio unos pasos al frente. El señor le saludó con una media sonrisa.
-Hola, Zamel.
-Buenas, Cyron.
-Mi suegra está arriba en cama – se levantó, pero el ala de Zamel se alzó hacia él.
-No te preocupes. Yo me encargaré del asunto – Cyron miró a Breta. Ella asintió.
-Yo lo llevaré, cariño. Estate tranquilo. Acompaña a los niños – él asintió y volvió a sentarse –. Sígame, sacerdote.
Caminaron por un pasillo girando a la izquierda. Por ese mismo, el camino se dividía en tres puertas. La derecha, un baño. A la izquierda una habitación con temática de brujos y princesas (seguro el cuarto de los niños) y al frente una puerta cerrada.
-¿Cómo se encuentra? – preguntó él.
-Mentiría si dijera que bien. Pero tampoco es que le esté yendo mal – dieron otros pasos al frente. Eran lentos y cortos, como si quisiera aplazar el destino a la puerta cerrada –. Solo afronta lo que tiene y espera el momento oportuno. ¿Cuándo? No lo sabe. Y dudo que le importe, realmente. A pesar de su situación, no deja de bromear y jugar con los niños cuando la visitan.
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Entre Nuestros Sentimientos.
FantasyEsta historia está ambientada en el universo y usa personajes del cómic "La Emperatriz Irresponsable" creado por Susurro9. Se puede leer gratis en webtoon. Ahora, podrían pensar que esto es un fanfic pero ¡No! Era yo, Di... Ejem... Quiero decir, es...