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-Harry no puede despegar la vista de Malfoy, ni de cómo se comporta con su hijo. 

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¡Merlin! Le dolía la frente y la picazón en la nariz estaba volviendo loco a Harry. La voz de Malfoy no ayudaba, pero cuando levantó el rostro, Harry se preguntó si estaría delirando. Malfoy parecía lo que los muggles llamaban ángel. De chico, él había visto varios cuadros y dibujos en la escuela sobre los ángeles, nunca los encontró tan lindos, pese a que las descripciones decían eso. Draco encajaba en esa descripción, sólo con la parte de bello, porque Draco no tenía alas, y hasta donde sabía no era bondadoso, o no lo había sido, le dijo una parte suya, recordando que solo conocía un Draco adolescente.

Puede ser, volvió a pensar, porque estaba seguro de estar frente a un precioso ángel de cabello rubio. Y hasta olía muy bien.

La nariz le picó un poco más.

Volvió a parpadear.

¿Qué había pasado? ¡Ah, sí! Había venido a Malfoy Manor a enfrentar a Malfoy por mandar a su hijo para engancharlo, cuando una Elfina apareció y empezó a golpearlo. Podría haberse defendido, pero atacar a un elfo no estaba en su lista de cosas buenas por hacer. En consecuencia, había recibido unos fuertes golpes, uno especialmente en la cabeza, que era el que estaba torturándolo. Cuando Draco extendió su brazo y le tocó la herida de la frente, él apartó instintivamente la cabeza.

Malfoy suspiró.

—No respondes y ahora evitas contacto. Genial. Prim —miró a la Efina—, ¿está herido en algún otro sitio?

—No, amo Draco, pero si quiere ya mismo le doy...—La Elfina tenía sus puños levantados, preparada para un nuevo ataque.

—No, no hace falta, Prim —se apresuró en responder Draco. Harry lo vio mover la varita y pronto sintió que toda la nieve y frío (vaya, no había sido consciente que tenía el cuerpo frío) desaparecía—. Prim, ve por el botiquín de primeros auxilios.

—Sí, amo Draco.

Prim, ahora sabía el nombre de la Elfina, desapareció y a los segundos volvió a aparecer con un botiquín entre sus manos.

—No parece especialmente profunda, Potter —escuchó le decía Draco. Harry no podía sacarle la vista de encima—, pero sigue sangrando y se está inflamando. Voy a desinfectar.

El botiquín contenía varias botellas de pociones. Malfoy volvió a tocar el corte de su frente y comenzó a limpiar la herida. Se contrajo de dolor al tacto. No. No era dolor.

¿Qué rayos estaba pasando?

—¡Vaya, qué valiente! —por supuesto, Malfoy aprovecharía para burlarse—. Sólo te estoy curando la herida, Potter —luego tomó un adhesivo con dibujos de varias Snitch aleteando y se lo puso en la herida—. Ahora sí, Potter. ¿Qué haces aquí? ¿Vas a responder finalmente? No creo que te hayas quedado mudo.

Harry abrió la boca, ignorando la creciente picazón, cuando el sonido de una taza haciéndose trizas lo obligó a alejar la mirada de Malfoy. Se trataba de una figura diminuta, ahora que sabía la relación, el vivo retrato de Malfoy. Harry se aclaró la garganta.

—Él es la razón por la que estoy aquí, Malfoy —dijo, pero le sonrió al pequeño.

—¿Scorpius? —preguntó Draco, perdido.

Scorpius había estado viendo la nieve en la sala encantada. Su abuela Narcissa la había hechizado para él. Al principio fue divertido, pero cuando empezó a darse cuenta que no era lo mismo que mirarla por la ventana, porque esta era solo una representación de la real, le resultó aburrido y salió corriendo. Al principio, iría a la sala con su papá. Luego, cambió su camino y se adentró a la cocina. Allí habían dos Elfos que eran de sus abuelos pero que le seguían todas las maña. Sonrió y los saludó:

Un Alfa para Draco [Harco]  OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora