POR EDITAR. CAPITULO DE VINCENT

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―¿Dónde crees que está ese tal Sylas? ―preguntó Hannibal dirigiendo la vista a Dom.

―Como saberlo. ―Respondió Dom encogiéndose de hombros. ―Pero basta con confiar en que ella nos guie. ―Añadió apuntando con la barbilla a la joven mía que yacía con la cabeza baja sobre el asiento de cuero, quedándose dormida.

Después de un breve momento de deliberación, Mía se levantó con determinación, como si hubiese estado pensando todo este tiempo en cuál sería su siguiente movimiento. Entonces se dirigió hacia su habitación y en el escritorio en el cual tenía todas sus herramientas de lectura, además de libros y lápices, sostuvo entre sus manos un pequeño cofre tallado de color azulado y adornado con cristales diminutos y extrajo de él una daga adornada con figuras desconocidas y un filo brillante. Cuando bajó las escaleras hasta la sala en la que se encontraban los demás, el color y forma de la hoja los dejó estupefactos, sobre todo a Hannibal. Se trataba de un metal utilizado para la caza de vampiros, de ahí la reacción.

―¿No te parece increíble, hermano? Es uno de los trofeos que tenía papá en la biblioteca ―Dijo Mía mientras pasaba su dedo por las inscripciones mágicas grabadas en la empuñadura.

Dom la observó con curiosidad, preguntándose cómo una daga podría ayudarles a rastrear a Sylas.

―Mía, ¿cómo planeas utilizar una daga para seguir el rastro? ―preguntó Dom, buscando entender el plan en su totalidad.

―Esta hoja es para asesinar vampiros, Dom. No me interesa de donde a salido sino lo que puedo hacer con ella. ―Dijo la chica. ―Verás, necesitaba encontrar la manera de que mi sangre se uniera a la del Lapins, pero un corte normal no serviría ya que mi sangre rechazaría al instante la suya, tampoco me hubiese sido de ayuda el solo probar su sangre de las hojas que envió, necesito más, algo un poco más peligroso que eso.

Hannibal, mientras tanto, seguía observando con escepticismo. Aunque confiaba en las habilidades de Mía, sabía que estaban tratando con una fuerza desconocida.

―¿Y si este Lapins tiene algún tipo de trampa mágica preparada en su sangre? ― preguntó Hannibal con precaución.

Mía sonrió suavemente mientras levantaba la daga y la examinaba detenidamente.

―Es posible, pero confío en mi intuición y en el vínculo que he establecido con esta daga. Si hay alguna trampa, creo que podré detectarla antes de que pueda correr algún peligro.

Mía tomó un profundo aliento y se acercó a Dom. Extendió la daga hacia él, el filo brillando bajo la tenue luz de la habitación.

―Dom, necesitaré que sostengas el puñal. ―Dijo Mía, su voz suave pero cargada de seriedad.

Dom asintió y extendió su mano, ofreciendo su palma a Mía. Sostuvo entonces la daga sobre su mano por un momento, los ojos de Mía se cerraron mientras ponía una mano sobre la hoja y canalizaba algo de energía a través del arma. La daga empezó a emitir un suave resplandor dorado, una energía que parecía fluir entre Mía y la hoja.

Después de un instante, Mía hizo un pequeño corte en su palma. Una gota de sangre emergió de su mano y se deslizó suavemente por la hoja, entonces, la daga hizo desaparecer la sangre e inmediatamente, emitió un brillo más intenso, como si estuviera vibrando en sintonía con la esencia de la chica. Mía cerró los ojos y respiró profundamente, como si estuviera sintonizando sus sentidos con aquella magia.

―Está hecho. La daga absorbió toda la magia de mi sangre. Ahora puedo usarla para seguir el rastro de Sylas. ― Mía anunció con satisfacción.

―Entonces hay que prepararse, deberíamos salir al amanecer y seguir el rastro. ― Dijo Hannibal, su voz firme y decidida.

Guerra de razas : Sangre DivinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora