CAPITULO 7. EL HOMBRE DE LA CUEVA.

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Alzó al cielo sus manos cansadas

entre el fulgor de la luz solar y las nubes,

el cantico del viento no dejó que caminara

su rostro envejecido soltaba muecas tristes,

la melancolía susurró en sus oídos sordos.

Grande fue el fulgor que vino a sus ojos ciegos

Pero nada vio,

Sintió el calor en su cuerpo,

De rodillas soportó el peso de sus años

Su morada perdida en el horizonte del tiempo.

Toda su vida fue un espectador

Nada más que una sombra,

Un reflejo en el agua o una briza danzante,

Solo era un hombre

Un trozo de polvo estelar apagándose en la penumbra,

Penumbra de un mundo que alguna vez fue suyo.

...

—Creí que no vendrías... —dijo Sylas sosteniendo un cuenco con agua entre sus manos, a punto de llevarlo a su boca. —y sobre todo, no creí que vinieras en compañía de alguien más.

Mía pareció preocuparse por un momento, dando un giro rápido sobre sí misma y viendo que en la dirección por la que había venido, una sombra se acercaba junto al brillo de una antorcha. su sorpresa llegó en cuanto vio aquel ropaje exuberante, era su hermano que la había seguido hasta ese momento.

—¡Que sorpresa! —exclamó Aníbal. —Creí que como eras rastreadora ya sabías que venía detrás de ti.

—¡Hermano! ¿Qué haces aquí?

—No hay problema pequeña Mía, ya sabía que no vendrías sola. Es extraño ver a una mujer como tú viniendo sola por estos parajes, —Sylas acabó de beber el agua y suspiró antes de volver a hablar. —El mundo está lleno de peligros en estos días.

—Me hubiese sentido mejor de haberme pedido que te acompañara. —dijo el joven.

—Creí que tú y Dom tenían asuntos que atender con mi padre, es por eso que no les dije que vendría. —respondió Mía con un atisbo de preocupación en sus ojos.

—Encontramos un cadáver en la entrada de esta cueva, Dom se quedó inspeccionando en los alrededores.

—¿Cómo que un cadáver? ¿Humano? —Interrogó Sylas.

—Un cuerpo humano, estaba a solo unos metros de la entrada, no desprendía olor alguno, uno de sus ojos sostenía una mirada perdida, desenfocado totalmente del otro ojo, tenía una mueca de terror, se había desgarrado la mandíbula en lo que pareció un grito desesperado. Es por eso que me apresuré a venir con Mía.

—¿¡Cómo puedes estar tan relajado mientras vieron algo así!? —Dijo una exaltada Mía.

—Soy ajeno a la muerte de los humanos. —respondió Aníbal con un gesto de hombros.

—Eres una bestia, hermano. —dijo Mía mirándolo a los ojos.

—Estás equivocada Mía. —Interrumpió Sylas. —Tu hermano tiene razón, aunque a tu manera de pensar quizás esté en un error... Los vampiros son las criaturas más fuertes después de los Dioses, su poder está a la par con el poder de las bestias, si los comparamos con un humano... Digamos que simplemente no hay comparación entre razas. —Un nuevo trago de agua pareció mantener un silencio expectante de los jóvenes hacia él. —Lo que me lleva de vuelta a la historia —Agregó Sylas. —A no ser que quieras intentar seguir peleando con tu hermano.

Guerra de razas : Sangre DivinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora