Melody
Miraba el documento en blanco sin mucha inspiración para el capítulo. No era fácil, iba sobre una vuelta al mundo que yo no hice. Escribía sobre un chico al que tampoco conocía del todo bien, por mucho que viera todos sus vídeos en YouTube.
De niña siempre contaba historias a mis amigas. Viajaba a mundos fantasiosos en mi mente y me imaginaba a mi siendo parte de ellos. Leía y leía sobre reinos lejanos, criaturas mitológicas y puertas que te trasladaban a lugares totalmente diferentes a los que conocíamos. Cuando crecí, dejé de leerlos y de contárselos a los demás. Porque aquello era algo infantil y una adolescente ya no podía vivir en un cuento de hadas. Debía enfrentarse a la realidad. Y yo, obligada, tuve que hacerlo.
Hasta que años atrás vino la idea de escribir todas aquellas historias. Y quizás sí las subía a Internet alguien las leería.
Y entre una cosa y otra, ahí estaba yo. Escribiendo un fanfic sobre el youtuber más aclamado del momento: Plex. Escribía sobre él y sus amigos dando la vuelta al mundo. Solo que de una manera distinta a la de la realidad. La hermana de Borja, uno de los chicos, iba con ellos y Plex se enamoraba de ella. Era un cliché súper típico, pero tenía ganas de variar un poco.
Hacía un año que empecé a publicar fanfics en Wattpad. No me veía capaz de crear personajes desde cero en mi imaginación. Por mucho que de niña lo hiciera en ese momento se me hacía más difícil. Fue ese el principal motivo para meterme al mundo fanfic.
Y que buen mundo.
Pude librarme de la toxicidad y crear una buena comunidad entre lectores y escritoras que poco a poco fue albergando un sitio en mi corazón.
Cambié de página, cerrando el documento Word y abriendo YouTube. Me puse uno de los vídeos del madrileño de su vuelta al mundo para inspirarme un poco.
Pero no lo conseguí. Casi me sabía los vídeos de memoria de tanto verlos. Primero por puro hobby y luego para ser fiel a la historia con los hechos. En una libreta tenía anotado todo lo que yo consideré importante para que lo narrasen mis personajes.
La puerta de mi habitación se abrió, dejando pasar al idiota de mi hermano menor, Denis. Tenía quince años, cinco menos que yo. Que recién cumplía los veinte, como el youtuber que tanto admiraba.
–¿Sigues sin inspiración? – preguntó, sentándose en la cama.
Él y mi mejor amigo, Nathan, eran los únicos que sabían que escribía. Me daba mucha vergüenza que la gente lo supiera. Y se lo conté a Nathan porque una de mis historias se había hecho mínimamente conocida y necesitaba contárselo a alguien. Pero mi hermano se enteró por error, ya que oyó mi conversación con el chico pelirrojo de ojos miel.
–Si, he visto el video tantas veces que no sé cómo hacerlo. Me he bloqueado.
Se sentó a mi lado, con un KitKat medio abierto. Me ofreció, pero negué. Hacía nada que comí unas galletas que tenía por la habitación.
–Vale, ¿se han besado? – preguntó y negué –. Pues va tocando ya un poco de acción.
Bufé y miré la pantalla. Beso. Las escenas así eran las más complicadas para mí. Porque nunca había tenido una historia de amor como la de mis personajes.
–Voy a ir a comprar más comida – dije, cerrando el ordenador y levantándome de la cama posteriormente –. A ver si me viene la inspiración.
Denis también se levantó y volvió a su cuarto.
–Estaré jugando al Gran Turismo – informó antes de irse –. Si no encuentras inspiración en el super, desfogate con los coches.
Sonreí. Otra de mis aficiones era jugar al famoso simulador de carreras de coches. Gran Turismo. Siempre jugaba con la consola de mi hermano, porque mis padres cuando se la compraron no podían permitir una para cada uno.