Capítulo uno.

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                                      *Pasado*

Ferns.

Tenía mucho frío a pesar de llevar mi abrigo puesto. Volví a darle una larga calada a mi cigarrillo, dejé que todo el humo saliera de mi boca colándose por mis labios.

El cielo estaba nublado , estaba un 70% segura de que terminaría lloviendo. Lo único malo es que si llueve tendré que empezar a secar toda el agua que que cae del techo en mi viejo apartamento. Tiro lo que queda de mi cigarrillo al suelo y lo piso mientras me abrazaba a mí misma. Me dí vuelta y me dispuse a caminar hacia el local donde trabajaba. Flowers.

Un nombre bonito para un local tan asqueroso. La música estaba alta, como siempre. Y habían muchos hombres borrachos, por no decir la mayoría. Estaban acompañado de una y hasta de dos mujeres. Dejé mi abrigo a un lado y forcé mi mejor sonrisa cuando un hombre de unos cincuenta años se acercó a mí.

—Hola preciosa. ¿Dónde estabas?—preguntó mirando mi exagerado escote.

—Salí a tomar aire fresco. —dije ladeando la cabeza.—Tenía mucho sin verte—la sonrisa del hombre se hizo más grande.

—Trabajo, ya sabes. Además, la loca de mi esposa estaba siendo un fastidio. —Hablar mal de sus esposa, casual en los hombres que suelen frecuentar este lugar.

Una de las cosas que más me molestan es que me recuerden que son casados. Y no porque siento celos ni nada por el estilo. Más bien es porque me siento mucho más asqueada al saber que soy con quien le son infieles, es una de las parte que más odio de lo que hago.

Fingir. A eso me dedico. Fingir una sonrisa, fingir que realmente me importan los problemas que tienen en su trabajo, fingir que los entiendo, fingir que me gusta escucharlos , fingir orgasmos.

Cuando llegó la hora de irme, me subí a mi viejo auto. Intente encenderlo. Golpee el volante cuando después de unos minutos se negaba a funcionar. Pase la mano por mi cabellera castaña, frustrada. Tome mi bolso y salí del auto.

—¡Hey Ferns! —me gire para ver a Matteo, un chico de unos veintitrés años que trabajaba cerca. Y una que otras veces solía ir al local. —¿Otra vez problemas con el auto?

Pregunta con una sonrisa amigable, también le sonreí. Aunque la verdad no tenía muchos deseos de hacerlo. Solo quería irme a casa y tomar un largo baño, me sentía muy cansada.

—Creo que tendré que salir de él pronto. Solo me da problemas. —no deja de sonreír. —¿Qué haces por aquí? ¿No es un poco tarde?

—Bueno, sí. —rasca su nuca un poco nervioso.—Tenía la esperanza de cruzarme con Meredith. —sonreí.

—Se ha ido ya. —se reflejaba la decepción en su rostro.

A Matteo le gusta una de mis compañeras. Suele ir mayormente por ella, por lo menos hablar un rato. Es un buen chico, por lo que a dejado ver acerca de sí mismo. Estoy casi segura de que Matteo logrará que Meredith deje este estilo de vida que llevamos. Y es algo que me pone contenta.

Me hace sentir feliz cada vez que una de las chicas deja este trabajo.

—Bueno, supongo que la veré mañana. —asentí. —¿Quieres que te lleve ?

—Pensé que no lo dirías nunca. —ambos reímos.

—Mi auto esta a una esquina. Si quieres me puedes esperar aquí en lo que yo voy por el. Puedes esperarme dentro de tu auto. —afirme con la cabeza.

En lo que Matteo iba por su coche, no pude evitar pensar en cómo sería yo si la vida no me hubiera maltratado tanto. Tal vez sería maestra, sí. Definitivamente sería maestra de preescolar. Me gustan los niños, bueno, aveces. Pero hubiese sido divertido. Tener un buen empleo, una linda casa, me conformaba con algo pequeño, sin goteras. Tener un esposo, alguien que me amara y me lo demostrara hasta con respirar.

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