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Se sentía estúpido y usado, pero aquello era de lo más infantil. No es como que pudiera exigirle a Izana que fuese un buen novio con él y despertará a su lado en vez de dejarlo desnudo en un auto cualquiera... y ese era justo el problema principal: no eran novios.

Ni siquiera sabía si podía llamarlo su amigo.

Se vistió sintiéndose usado, un imbécil. Uno más de los tantos que pasaban la noche en los brazos de Izana, pero peor; se fue directo a su habitación, sintiendo como el pánico inundaba su cuerpo mientras su mano se acercaba al pomo de la habitación. Dentro se podía escuchar la voz de los Haitani  y Kakucho aún no sabía cómo mirar a Ran sin sentirse una mierda. Agarrando valor, entró al dormitorio y sonrió amablemente a los hermanos, los cuales le sonrieron de forma incómoda y se giraron para continuar platicando, como si el menor no existiera; no le importó, así era mejor.

La espalda le dolía, dormir en un auto en definitiva no era lo mejor del mundo, así que, ignorando a los Haitani, se recostó en su cama y en cuanto sintió la suavidad de su colchón, se perdió totalmente.

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Izana no volvió a la universidad durante los siguientes dos días; le dolía el cuerpo y se sentía tan cansado; no había pegado ojo en toda la noche y haber trabajado después de haber tenido sexo con Kakucho en definitiva no había sido la mejor opción del mundo. No entendía porque existían tantos atletas que aseguraban que, tener relaciones sexuales antes de cada competencia, los hacía mucho mejores deportistas. Y una mierda, el sentía el cuerpo tan relajado que hubiera dado lo que fuese por haberse quedado en aquel auto con Kakucho entre sus brazos que haber tenido que correr por un montón de habitaciones en busca de su víctima, quien resulto ser un ratón tan escurridizo que un trabajo de máximo una hora había terminado en ser una de casi toda la noche. 

Así que se quedo dos día enteros encerrado en aquella ratonera que llamaba hogar. En el pequeño y oscuro departamento en el que se estaba quedando no había ventilación, lo cual era perfecto porque el frío que estaba haciendo en Japón era demasiado y sentir la calidez de su pequeña casa era reconfortante. Pero, por primera vez en su vida, se sintió muy solitario aquel sitio. En cuanto había llegado comenzó a quitarse la ropa que llevaba, dispuesto a lavarla antes de acostarse a dormir; sacó todo lo que tenía en los bolsillos de su ropa y sonrió al ver aquellos pendientes tan rojos que llamaban la atención, pero de alguna manera, importantes.

¿Cuándo había sido la última vez que alguien le había regalado algo? No recordaba con exactitud, porque todos los recuerdos con su madre eran tan borrosos que el miedo de perderlos por completo le atormentaban todas las noches. Terminó de lavar y se vistió con calma antes de meterse en la cama.

Despertó ese mismo día tan noche que no le encontró sentido el volver a la universidad. En cualquier otro momento hubiese preferido no ir durante varios días, incluso a veces deseaba dejarla, no le encontraba un sentido realmente... pero la imagen de Kakucho le hizo sentir la necesidad de volver. Era extraño, pero estaba comenzando a sentir que pertenecía a un lugar por primera vez.

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—Esto está muy rico.

Hinata sonrió con alegría mientras alzaba su pecho llena de orgullo; se había inscrito al club de cocina, nada más por probar algo nuevo, y lo estaba haciendo tan bien, que ahora se dedicaba a hornear en su tiempo libre. Kakucho se acomodó un poco mejor en aquella banca y volvió a tomar una cucharada de aquel pastel de chocolate y sonrió.

—Gracias, en verdad me estoy esmerando. Quizá lo pueda usar como un pequeño trabajo.

Kakucho le sonrió a su amiga y continuó comiendo. La chica comenzó a hablar de ingredientes y cosas que le habían pasado en los últimos días mientras este le escuchaba atento, incluso si no conocía la mitad de los nombres que aquella chica le decía, sonreía con ella y anotaba cada detalle, no quería olvidar aquellos nombres que, por lo que parecía, serían nombrados muchas más veces por su amiga; entonces, su sonrisa se borró al ver al peliblanco pasar. Tenía unas ojeras que incluso con su piel canela se miraban a distancia y se miraba cansado, con sus ojos purpura buscando desesperadamente algo.

Teeth [Kakucho/Izana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora