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Lo llamaban el terror nocturno, la sombra peligrosa, el rayo de la muerte. Tenía tantos apodos, así como identidades, pero nadie jamás había visto su rostro sin perder la vida con ello: era como un regalo, o, al menos, eso era lo que pensaban sus víctimas antes de morir. Se quitaba la tela que cubría su preciosa sonrisa y los miraba con esos enormes ojos, inexpresivos, antes de disparar. Lo último que miraban eran esos ojos sin vida, sin expresión, nada de remordimiento ni placer. Nada.

Mostraba sus blancos dientes, creando el perfecto contraste con su piel canela y eso era todo. Un regalo antes de morir, un rostro de demonio, un demonio precioso.

Un asesino a sueldo que mataba en las sombras, no dejaba huella y nunca nadie le había visto. O eso es lo que todos creen.

Kakucho Hitto sí que lo había visto. Hacía años, mucho antes de entrar a la pubertad. Tendría unos 12, era tarde y sus padres le matarían por llegar tarde, pero simplemente el tiempo se iba volando de tal forma que no era capaz de percibir cuanto tiempo pasaba en casa de su mejor amigo, Takemichi, hasta que el Sol se ocultaba dándole paso a la Luna de iluminar la oscuridad de la noche. Había salido como un rayo de la casa de su amigo y corrido por las calles de Shibuya, esperanzado de alcanzar el último tren del día. Por suerte lo logró, pero aún le faltaba por llegar a casa. Fuera de la calidez que el tren le brindaba, se enfrentó a un frío casi sepulcral, de esos que te hacen pensar que algo no va bien.

Podía ver su edificio desde donde estaba, un suspiro convertido en vaho escapo de sus labios y por fin pudo aminorar su paso, Estaba cerca, podría abrazar a sus padres después de ser reprendido y acurrucarse en la calidez de su cama. Dormir como un oso en pleno invierno, tenía todas las vacaciones para ello ¿Qué podría salir mal?

Entonces un golpe le dio de lleno en el estómago, haciendo que se arqueara y cállese al suelo. Unos ladrones, a tan solo una cuadra de su hogar ¿La vida podría ser más inesperada? Ojalá hubiera visto a su madre sonreír por última vez, pensó, en cuanto el sujeto frente a él saco una navaja cuya hoja afilada brilló en cuanto la luz de la única farola en la calle chocó contra ella. Pudo ver su pequeño reflejo en la cuchilla, rostro asustado, cuerpo tembloroso. La poca nieve que caía empapando su cabello y ropa. El sujeto frente a él sonreía con malicia, lo conocía, sus padres le habían advertido, la televisión hablaba de él casi a diario; era un ex pandillero, se había vuelto loco de poder cuando lo expulsaron de su pandilla e iba por la vida llenando su cuerpo de drogas y alcohol, matando y violando a quien fuera lo suficientemente estúpido para andar solo por las calles de su pequeño barrio. Como él, que había olvidado completamente las advertencias de sus padres.

Era su fin. Su padre sería llamado en la mañana para ser avisado de que habían encontrado su cuerpo, desnudo, lastimado y sin vida en algún barranco. Sabrían que fue él, aunque no lo encontrarían, porque, así como era de malvado, era de escurridizo ¿Cómo lo había llamado su padre la última vez que encontraron el cuerpo de una adolescente? Una rata asquerosa. Una escoria.

Un movimiento rápido y el rostro le ardió. Un grito salió de su boca y sintió la palma de una mano chocar contra su mejilla, la fuerza le hizo caer en el suelo, golpeando sus pequeñas manos con el pavimento húmedo de la nieve que poco a poco caía. Era la primera nevada de invierno e iba a morir.

Llevo su mano a donde le ardía, justo donde el sujeto le había enterrado la punta de la navaja. Desde la frente, por donde comenzaba su cabello, cruzando en diagonal, atravesando su ojo, con el cual solo miraba rojo. Sentía la sangre gotear, ya estaba marcado. Todas las victimas lo estaban, disfrutaba con desfigurar los rostros ajenos ¿No era así?

—Mamá...

Su voz salió gruesa y entrecortada, mataría por abrazarla, aunque fuera por última vez. El sujeto jadeo, lleno de energía, con esos terribles ojos llenos de una asquerosa lujuria. Se abalanzó a Kakucho.

Teeth [Kakucho/Izana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora