Placer

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Existen incontables historias sobre la superioridad divina y la búsqueda del placer.

Amoríos, engaños, infidelidades no solo con humanos u otros dioses sino también con criaturas.

Una infinidad de inmortales habían sucumbido a sus deseos, a su propia lujuria y placer. Sin embargo, en su afán por sastifacerlos destruían la vida de quienes no podían defenderse. Muchos humanes pagaron el crimen de un dios.

Esas historia sigue repitiéndose.

-¡Maldito!¡Desgraciado! ¡Es tu culpa! - gritaba el inmortal mientras destruía toda la habitación.

Nunca en toda su vida sintió aquello que lo atormentaba. Aunque había experimentado tantos castigos, este sufrimiento era demasiado para él.

¿Por qué?

Porque nunca estuvo tan arrepentido.
Nunca necesitó recordar sus acciones, repitiendolas en su mente una y otra vez.
Recordando cada mínimo detalle.

Esa noche, el dios había caído bajo su propia trampa.

-¡Maldita sea! - exclamó el dios mientras se mordía las uñas.

Su propio cuerpo demandaba con demasiada necesidad el cuerpo ajeno.
Siempre quiso dominar a aquel humano, tenerlo bajo su propio ser pidiendo clemencia. Someterlo como lo había hecho antes con tantos amantes.

Aquel humano no le temía . Incluso pretendía dominarlo como un depredador. Pese a todas sus desventajas, lo había derrotado con su instinto de lucha tan abrasador.

Aún tenía presente sus ojos llameantes como un incendio, su cabello suelto como la suave seda con el color de la más profunda oscuridad. Pero, tan comparable a la muerte.

La imagen de Okita Soji en aquella habitación lo tenía jadeante.
Su piel, tantas veces la tocó esa noche.
Incluso dejó marcas en ella porque sentía que aquel humano debía recordarlo.
Debía sentir en su propia carne su placer egoísta.

Aquella noche, el pequeño samurái había sido suyo. Era parte de su colección y de su historial.

¿Por qué ahora solo deseaba verlo?
¿Sentir su presencia cerca?
¿Ver cómo los demás veían las marcas dejadas en el cuerpo humano?

El dios del engaño, sabía la raíz de sus propios pensamientos. El problema era que no debía ser de esa forma.

- "Sé suponía que cumpliendo mi deseo luego acabaría aburriéndome del mortal" - pensó para si mismo.

Okita Soji solo era un objeto de placer.
Un humano al que quería doblegar su orgullo.

Loki se sentó en el medio de la habitación. Se encontraba excitado y su cuerpo reaccionaba a cada recuerdo.

Las amenazas, gritos y suspiros combinados del samurái, ahogados por su propia boca desenfrenada.

Los temblores, los golpes y el estremecimiento por el contacto de piel con piel.

Por último, la mirada en aquellos ojos que lo fulminaban y le juraban la muerte. Al mismo tiempo que delataban la súplica por más placer. Un placer culposo originado por el afrodisiaco.

Sabía que aquel humano no sentía nada. Solo era producto de su propia trampa.

Ya no podía seguir así. Loki salió de la habitación, o lo que quedaba de ella después de destruir lo que se encontraba a mano por su berrinche.

Necesitaba despejar su mente de aquel humano y solo podía alejarse del Valahalla.
El único lugar que cumplía los requisitos era el Olimpo.

No le tomó mucho tiempo.

¿Por qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora