Olvidar

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Desde que había dejado la prisión, no podía controlarse. Toda su mente recordaba con molestia, se reprochaba a si mismo.

Otra vez, otra vez, otra vez...

¿Cuántas veces había pedido a un ser amado?

Hades sabía la respuesta, pero sobre todo, conocía la excepción. Esta vez, no lo dejaría ir. Sería completamente impulsivo y egoísta.

Como en el pasado, quería llegar hasta la Mansión del Edén lo más antes posible. Seguramente tendría tiempo. Una reencarnación no era una tarea sencilla y breve. Usaría eso a su favor.

-Poseidón... No debiste hacerle algo así. No a la persona que dices amar - murmuraba.

A su pesar, debía darse por vencido con su hermano menor. Quizás, el castigo divino hiciera que su obsesión menguara y en algún punto del tiempo, reconociera el abuso cometido.

Poco tiempo después, llegó al Olimpo. Algunos dioses griegos hicieron una pequeña reverencia a su paso. En el pasado, no le había dado importancia. Pero, después de lo sucedido, aquel gesto le causaba molestia.

-Regresen a sus labores - ordenó.

-Lo haremos - contestaron sin reproche. Eso lo sorprendió aún más.

Avanzó unos pasos hasta llegar a la entrada de la residencia de los dioses infernales.

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Belzebuub se encontraba solo en su despacho. Hacia unos minutos que se había despedido de Nikola y había regresado para revisar los últimos reportes de Caronte.

Para su suerte, no había rastros de problemas en el Hellheim. Hades seguramente podría mantenerse un tiempo alejado de todo. El señor de las moscas dejó aquellos i formes sobre el escritorio cuando la puerta se abrió.

-Hades... - saludó

-Belzebuub, necesito que me digas si Brunildha ha hablado contigo - ordenó con cierta impaciencia el dios mientras recorría toda la habitación. Había caminado hacia los estantes de la biblioteca, registrando todo.

-No... Después del juicio no ha venido a verme - el demonio se acercó al dios - ¿por qué quieres saber eso?

-¿No has recibido alguna solicitud de para entrar en el recinto del río Leteo?

-No - afirmó con algo de molestia Belzebuub -  ¿Vas a decirme qué sucede o debo ir a ver a los humanos?

Hades se detuvo en su búsqueda.

-Sasaki quiere irse.... Él quiere reencarnar

El señor de las moscas comprendió al instante la preocupación del rey.

-Deberías ir con él. Aquí no hay nada - dijo para regresar de nuevo al escritorio - te avisaré si algo sucede

Hades no respondió. La respuesta del demonio era prueba suficiente.

Iría a la Mansión del Edén.

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En la afueras de la residencia humana, el emperador sin decir más se había alejado del Einherjar japonés. Sasaki Kojiro, el mayor perdedor de la humanidad divagaba una y otra vez.

-Esto no debe ser así. Ya lo he decidido por el bien de ambos y sobre todo por mí - expresó mientras se recostaba sobre la planicie.

Cerró sus ojos tratando de controlar su respiración.

Olvidar, dejar de recordar: la batalla contra los dioses, los paseos en el templo del mar, las prácticas con sus hermanos Einherjars, el encuentro con Hades y todo lo que sobrevino después.

Abrió sus ojos. El viento había detenido su rumbo y la noche comenzaba a dibujarse en el horizonte. Debía volver a la Mansión. Brunildha debería tener novedades. Se levantó suavemente. Empezó a caminar de regreso con un mar de pensamientos que nacían de las mismas preguntas.

¿Tanto quería irse? ¿Era tanto su deseo por un nueva vida? ¿Acaso odiaba a los dioses y por eso quería salir de ese lugar para siempre?

-Sabía que estarías aquí, Sasaki Kojiro - dijo la voz conocida para él .

Hacía mucho tiempo que no veía a aquel espadachin. Al parecer el emperador se había encargado de no hacerle caso y difundir, innecesariamente, su decisión.

-Oyasumi, Mushashi- san - el aludido se detuvo a su lado.

-Seré breve, supongo que muchos te lo habrán dicho ya... Deberíamos seguir caminando - invitó.

-No es necesario que...

-No eres un cobarde, Kojiro - intervino el otro mortal, haciendo que el einherjar se callara - siempre has desafiado a todos los oponentes más fuertes que tú. Si lo que te preocupa es el honor, creo que ya deberías saberlo- hizo una breve pausa - en el mundo existen muchas creencias. Para nosotros es imposible vivir sin honor pero... el tuyo nunca podrá ser manchado. Ni siquiera por un dios.

-Mushashi-san, yo... Agradezco que hayas venido hasta aquí. Te considero un digno oponente y sobre todo un amigo desde nuestro último  duelo pero me temo que la vida aquí ya no es posible para mí.

-Sé lo que ha sucedido. Y sé que  luchaste, también. Durante tu pelea - río un poco ante el recuerdo - mí hijo te odiaba, gritaba que yo debía estar ahí - una sonora carcajada se escuchó - le dije que tú eras la persona indicada. Tú superaste cada límite delante de ti - el samurái miraba con sorpresa a su acompañante - Nuestro honor se basa en nuestras acciones. Ahora eres lo que todo espadachín desearía ser - tomó su katana y sin más, se la entregó al Einherjar - sería un honor que cargaras mi espada como tuya.

-No... No es necesario que hagas algo así

-Kojiro darte mí katana es una muestra de honor y respeto hacia ti -  le entregó el arma - que te sirva de prueba que lo que digo es cierto. Todos los que te conocemos lo pensamos así.

Sasaki no respondió. Aquel acto era algo que lo había dejado conmocionado. Nunca esperó el reconocimiento de sus pares. Tampoco era su objetivo.

-Está noche estaremos cerca de la mansión. Al parecer, algunos de los luchadores quieren festejar su victoria contra los dioses - comentó el espadachín - ahora debo irme, piensa en lo que te dije, Sasaki Kojiro

El luchador vió partir a su amigo.

-No puedo creer que piensen hacer una fiesta a estas alturas - expresó sin poder negar el interés por asistir - quizás me haría bien verlos a todos.

¿Por qué? - Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora