|Capítulo II|

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Por primera vez en sus dos vidas, Yoriichi tuvo algo de suerte.

Su madre Kaori era una mujer que sabía valerse por sí misma para criar a sus hijos, ya que pese a la falta de marido, el cual había perdido en un accidente, había logrado sacar adelante a su pequeña familia de tres y darle lo mejor que pudiese a sus gemelos. Era una mujer sana, y estimaba que llegaría incluso a pasar los sesenta si seguía así.

Los gemelos Tsugikuni también eran saludables, y pese a sus rarezas, ambos eran niños muy queridos por los habitantes del pueblo. Más el pequeño Yoriichi, quién pese a su mirada inexpresiva, cuidaba a los niños y ancianos sin pedir pago o recompensa por ello, ganándose el cariño de la comunidad a los pocos ocho años.

Y no solo eso, sino que era un prodigio en el arte de la espada. Apenas se pudo mantener solo de pie, busco una espada de bambú y empezó a practicar, ganando ser uno de los mejores espadachines del lugar en muy poco tiempo. Incluso algunos padres le pidieron al joven si él podía entrenar a sus hijos para que puedan ser como el en el futuro. Intentó negarse, pero lo habían convencido, y todos los fines de semana estaba enseñando a sus contemporáneos de edad, los cuales lo miraban como si fuera una criatura extraña.

No podía culparlos. La marca en su frente no era la más discreta.

A pesar de que había aceptado, sentía que era la decisión incorrecta. En su vida pasada, todos los espadachines a los que enseño el arte de la espada habían perecido a manos de Muzan Kibutsuji y Aniue.

Aniue, quien actualmente lo estaba espiando detrás de un árbol mientras daba su clase.

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Los gemelos, actualmente de dieciséis años, eran jóvenes particulares.

Mientras que el mas pequeño era el mas querido y talentoso, el mayor solo podía admirar a su hermano desde lejos, escondido detrás de un árbol cada vez que Yoriichi enseñaba a sus amigos a como usar la espada de forma correcta. Un sabor amargo inundo su boca cuando veía su hermano, tan dispuesto a enseñarles a otros pero no a su propio gemelo.

Cuando le pidió a su hermanito que le enseñe a ser como el, Yoriichi se negó. Diciendo que por nada en el mundo dejaría que nada le pase, que el mismo se encargaría de protegerlo. Según su hermano, no debía preocuparse, que se concentre en ser feliz mientras que el seria quien cargase el peso de sus errores. Puras patrañas en su opinión.

Michikatsu deseaba ser como Yoriichi.

Ya que su hermano no le enseñaría directamente, lo seguía y admiraba como daba sus clases, memorizando todos los movimientos para poder recordarlos de forma correcta. No importaba lo que su hermano menor decía, sentía que tenia una conexión con el ser espadachín, que debía tomar una katana y lograr realizar aquellos movimientos, solo que algo diferentes. Un paso por aquí, el brazo en otra posición, y las lunas saldrían en un movimiento digno de la...

- Aniue ¿Qué haces aquí?.

Pego un salto contra el árbol de pino. El imbécil este tenia la costumbre de asustarlo por la espalda. Volteó y miro a su gemelo con el ceño fruncido.

- Te estaba buscando. Madre te llama.

- ¿Paso algo?¿Es una emergencia?.

- No lo se, solo dijo que vayas lo mas rápido que puedas.

- Ya veo...- Dijo en voz baja- ¿Y era necesario que me mires detrás de un árbol?.

- ¡No te estaba espiando!- Su sonrojo lo delataba- Solo estaba viendo tu lección... ya que no me dejas formar parte de ella.

- Aniue... ya hemos hablado de esto.

- Lo se, pero me parece injusto que le enseñes a los demás y a mi me dejes lejos de la acción.

- No te alejo, es solo que me preocupo por ti. No quiero que te pase nada porque yo te enseñé a pelear con la espada.

De forma rápida, Yoriichi abrazo a su gemelo. El mayor se sorprendió ante esto, pero no alejo a su hermanito mientras que este compartía su calor.

- Prometí que te protegería... no voy a fallar como antes. Lo juro- Susurró para si mismo.

- ¿Fallar?¿Que dijiste?.

- Nada, solo tonterías- Se separo de su Aniue mientras se sacaba aquel haori rojo- Ten, para que no pases frio en el camino. Yo iré con madre, vuelve a la aldea- Dijo mientras le colocaba el haori.

- Claro, ya voy.

- Hablo enserio, Aniue.

- Yo también, hermano- Se defendió- Debo comprar un poco de hilo para madre, no te alteres. Iré por el camino correcto, como Dorothy.

- Pero Dorothy se metió en problemas por el camino...

- Pero igual logró llegar a la Ciudad Esmeralda, así que deja de molestar.

- Esta bien Aniue, pero ten cuidado.

-No te preocupes, siempre lo tengo.

Cuando se despidió de Yoriichi, empezó a caminar por el sendero hacia la aldea, pero a mitad del camino se desvió hacia el bosque, donde una katana de bambú lo estaba esperando como todos los domingos contra el árbol con el listón morado

- Es hora de volverse fuerte.

A pesar de que su hermano no iba a entrenarlo personalmente como a todos los demás, Michikatsu era mas un autodidacta. Apenas pudo seguirle el ritmo a Yoriichi, el mismo inicio su propio entrenamiento basado en lo que su hermano le enseñaba al resto, imitando sus movimientos con una precisión casi idéntica. Por lo general, apenas terminaba sus tareas, iba al bosque a practicar hasta el atardecer, logrando poco a poco volverse el segundo espadachín mas fuerte de la aldea.

No solo los prodigios lograban lo que él había conseguido.

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Sabía que no podía relajarse, pero no pudo evitar que suceda.

Desde que ambos renacieron, Aniue y el habían mejorado sus lazos como nunca antes habría imaginado. Toda su nueva infancia la habían pasado juntos, leyendo libros de todo tipo, jugando con cometas y probando delicias caseras de abuelitas. No había un padre que los obligara a competir, ni que los separase a la fuerza. Es más, hasta los trece años habían compartido el mismo futón aún si podían permitirse pagar otro.

También eran los mejores amigos, contándose algunos secretos y estando el uno para el otro en los momentos difíciles, pero los más especiales eran en los que sus dos vidas se conectaban de formas inconscientes. Particularmente se le vienen a la mente dos recuerdos, cuando reparó el haori de su hermano, haciéndolo idéntico al que tenia en su vida anterior, y cuando Aniue volvió a tallarle una flauta y le intentó enseñar a tocar, quitandosela y pidiéndole que solo la guarde ya que no quería quedarse sordo por lo horrible que tocaba.

Era casi como un sueño.

Su hermano, después de dieciséis años no había recuperado la memoria. Los recuerdos de ser el demonio Kokushibo habían desaparecido por completo de la mente de Michikatsu, volviéndolo un adolescente competitivo pero muy amable y trabajador, que pese a no saber luchar, ya que Yoriichi se había negado absolutamente a enseñarle, lo defendía de aquellos niños y adolescentes que lo tachaban de raro por su cicatriz y rostro inexpresivo.

Ambos habían tenido mucha suerte de que la desgracia aún no había tocado su puerta.

Pero la suerte se termina con la sombra del demonio de ojos rojos, que observaba al espadachín en el bosque con una sonrisa maliciosa.

Aquellos que no aprenden la historia, están condenados a repetirla.

Renacimiento || Demon Slayer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora