|Capítulo III|

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Estaba preocupado. Ya eran más de las siete, y pese a que no lo demostraba, tenía los nervios a flor de piel.

Aniue aun no había regresado a casa.

Yoriichi lo estaba esperando, ya que se supone que su hermano debería haber llegado hace horas, pero no había un rastro del gemelo mayor. Madre dijo que quizás él estaba con sus amigos, pero su hijo igual no estaba conforme. Estaban en las fechas en las que la noche llegaba antes, así que eso lo ponía más inquieto de lo normal.

Su hermano podría ser asesinado por un demonio si no estaba en casa.

No dejaba de mirar el reloj en la pared, esperando que su hermano entrara por esa puerta. Sabia que Aniue podría estar bien y que solo estaba llegando tarde, pero el miedo golpeaba fuerte su corazón. Tenia que confiar en que Michikatsu estaba bien, que no pasaría nada malo.

Pero el miedo dejaba huellas en el alma.

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Necesitaba llegar rápido a casa, ya.

Se había hecho de noche y no podía dejar sola a su familia. La presencia que lo seguía solo había hecho que su miedo se dispare hasta el cielo. No estaba seguro que era exactamente, pero se igualaba a la sensación de ser perseguido por lobos y osos al mismo tiempo.

El olor a sangre de aquella criatura era nauseabundo, y se acercaba a pasos agigantados siguiéndolo. Por momentos iba más lento, solo para que cuando creyera que lo había perdido, se acercara de golpe hacia donde se escondió. Un depredador jugando con su presa, literalmente.

Había perdido su espada en la persecución, pero una miserable arma de bambú no lo ayudaría mucho ante la bestia que actualmente lo estaba persiguiendo, la cual, había tirado arboles en su camino hacia el adolescente.

Michikatsu corrió, pero una rama lo hizo tropezar colina abajo, rodando todo el camino hasta estrellarse contra unos arbustos. El olor a sangre fresca salía de las palmas de sus manos, y su tobillo zumbaba por el dolor de caerse y quebrarse cual rama. Intentó arrastrase en silencio, pero los pies que aparecieron frente a el lo hicieron detenerse, ya que la presencia que lo perseguía estaba delante de el. Los aplausos sarcásticos empezaron a sonar.

- Vaya, no creí que durarías tanto -Los aplausos se detuvieron y los zapatos occidentales avanzaron en su dirección- Por lo general, mis presas no se dan cuenta de mi presencia hasta que están muertas en el suelo.

Se agacho frente al chico y tomo su mentón entre sus dedos, apuntándolo con sus uñas azules tan venenosas como ranas.

- Pero tu... te diste cuenta de que estaba aquí, y saliste corriendo en respuesta. Muy interesante, la verdad -Paso el filo de la uña por el labio inferior del joven.

No podía hablar, ya que estaba paralizado ante el hombre de ojos rojos que actualmente lo observa con hambre, fastidio, pero sobre todo... curiosidad y molestia.

- Tu rostro... me recuerdas a alguien que conocí hace muchos años -Frunció el ceño muy molesto- Y al parasito que tenia cual hermano.

Clavó sus uñas en el cuello de Michikatsu, quien dio un grito ahogado por el dolor. El demonio no le transmitió su sangre, ya que quería jugar un poco con su presa.

- Si... ahora me queda claro. Haz vuelto, y estoy seguro que aquel monstruo también.

Desgarró la ropa superior del chico, y le clavo los dientes en la clavícula. Sostuvo las manos del chico para que no intente separarse, pero la perdida de sangre nublaba sus sentidos. Muzan desgarro un trozo de carne y la trago, saboreando aquel trozo con deleite.

- La verdad, no sabes tan mal -Dijo al separarse de Michikatsu- No estaría mal darme un bocadillo antes del amanecer.

Empujo al adolescente al suelo, quien solo pudo presenciar impotente como los colmillos ensangrentados brillaban a la luz de la luna.

- Es hora de volver, Kokushibo.

Lo ultimo que se escucho en aquel lugar fue un grito desgarrador.

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Abrió los ojos asustado. Se había quedado dormido de rodillas en la sala. Pero eso no fue lo que lo despertó, sino la presencia que estaba rodeando la aldea en la que vivía.

Muzan Kibutsuji estaba aquí.

Ya no podía quedarse de brazos cruzados, tenia que ir a encontrar a Michikatsu antes de que aquel monstruo le ponga un dedo encima. Camino de puntillas a su habitación en busca de la espada de bambú, la cual tenia un truco escondido. Sacó el mecanismo que la trababa, y debajo del bambú salió una verdadera espada nichirin, que se volvió carmesí apenas fue libre.

¿Cómo la consiguió? Digamos que Urokodaki no fue el único cazador retirado en medio de la nada.

Camino con cuidado para no despertar a su madre, y apenas salió afuera corrió rápidamente a donde mas fuerte sentía el aura de aquel repugnante demonio. Si estaba aquí, debía estar lo mas atento posible para que no pueda sorprenderlo por la espalda. Ya lo había engañado con trucos sucios antes, pero no caería esta vez hasta acabarlo por completo.

Siguió el camino hacia el pueblo hasta que encontró de donde venia el rastro. Abrió los ojos sorprendido por no darse cuenta antes de la situación.

Kibutsuji estaba en el bosque, donde podía sentir que Aniue estaba también.

Ambos habían tomado el sendero del bosque, que estaba a la mitad del camino de su hogar hasta la aldea. Yoriichi suspiro intentando tranquilizarse, ya que no podía dejar que las emociones nublaran su juicio, pero cuando se trataba de Michikatsu estas lo ponían mas tenso de lo normal.

- Aniue... eres mucho mas terco que antes -Respiró hondo- Luego vamos a hablar de esto.

Se adentro en el bosque con un ultimo suspiro, y empezó a observar a su alrededor. Mientras caminaba buscando algún rastro de Michikatsu o Kibutsuji, su pie piso algo duro y de bambú. Lo levanto, observando que era una espada de practicas con una cinta morada envolviendo el mango.

- Por supuesto, debí imaginarlo. Tu siempre me escuchas ¿No Aniue? -Dijo de manera sarcástica.

Fue sacado de sus pensamientos por el gruñido de una criatura que conocía bastante bien, y el aire pronto se lleno del conocido aroma que los demonios emitían.

- Por favor, que no sea lo que estoy pensando.

Negó con la cabeza y se dirigió a donde sentía la presencia demoniaca. No podía evitar imaginarse lo peor, pero tenia una pequeña esperanza de que solo sea un demonio cualquiera y no aquel que lo perseguía en sus pesadillas de niño.

No quería volver a cruzarse con el demonio de los seis ojos, Kokushibo.

Renacimiento || Demon Slayer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora