|Capítulo I|

948 77 14
                                    

Los ancianos decían que cuando nacen hijos gemelos, la desgracia tocará la puerta.

La señora Tsugikuni no creía eso.

Sus dos hijos habían nacido saludables y actualmente estaban dormidos en la misma cuna. El menor de ellos estaba prácticamente acostado sobre el mayor, el cual intentaba alejarse entre sueños del agarre de su gemelo. El parto había sido exitoso y actualmente estaba descansando junto a la cuna de sus retoños.

Cuando la partera los vio, quiso acabar con uno por una supuesta maldición, pero la había detenido antes de que pudiera la almohada contra la cabeza de Yoriichi.

Yoriichi, así se llamaba su hijo menor.

El mayor, Michikatsu, prácticamente había llorado cuando el calor de su hermanito fue alejado de su pequeño cuerpo. Para haber nacido hace menos de dos horas tenia un temperamento muy fuerte, parecido al de su padre.

Su otro hijo no era así, ya que para ser un bebé, tenía una personalidad tranquila y serena, observando todo a su alrededor antes de caer su mirada en su hermano sollozante, prácticamente intentado gatear en su dirección con una desesperación nunca antes vista en un infante, pero sus cortas extremidades no se lo permitían, fallando en el proceso.

Cuando los puso a ambos en la cuna, el más grande se quedó dormido al poco tiempo, pero Yoriichi estaba recostado a su lado, sin dejar de observar a su gemelo y parecía como si no tuviera sueño.

La señora intentó arrullar al niño, pero este la miraba sin una pizca de cansancio, y era como si entendiese sus palabras ya que negaba con pequeños movimientos de cabeza.

- Vamos... duérmete por favor- Le pidió al niñito- Necesito dormir... por favor... hazlo por mamá.

Su hijo la miró con una expresión incomprensible, pero asintió y se abrazó a su gemelo en forma de cucharita, cerrando los ojos y relajando su postura.

- Gracias... buenas noches bebés- Les dio un beso a cada uno y se acostó en su futón.

Sus bebés eran inusuales, ya que Yoriichi no solo había nacido con una extraña marca en la frente, sino que era más listo de lo que un bebé recién nacido debería ser, además de que parecía tener un apego a su gemelo como si no lo hubiese visto en años.

- Que cosas pienso, acaban de nacer- Negó con la cabeza.

Se acomodó en su futón en dirección a los bebés por si estos llegaban a llorar, y poco después cayó dormida por el agotamiento de su día.

━━━━━━━━❪❂❫━━━━━━━━

Los dioses habían escuchado sus oraciones. Había renacido.

Y no estaba solo, estaba con Aniue.

No sabía en qué año estaban o si incluso estaban en la misma era, pero no era importante ahora. La verdad, el podía renacer al poco tiempo de morir, pero quería esperar a que su hermano se purifique de sus pecados para volver a estar juntos en la próxima vida. Fueron años de espera, pero no estaba enojado, ya que estuvo compartiendo momentos con su amada Uta y su madre, luego con Sumiyoshi y Sukayo y así con todos sus amigos, pero siempre esperaba del otro lado del río el momento en que la penitencia de Michikatsu finalizara.

Luego de mucho tiempo, la espera había dado sus frutos.

Ya que de un momento al otro, de estar en la orilla del río Sanzu estaba en brazos de una mujer joven que intentaba amamantarlo. Su cuerpo se había vuelto pequeño, pero aún sentía como sus habilidades estaban allí con el. Y no estaba solo.

Ya que bebiendo con desesperación del pecho de su nueva madre, estaba Aniue.

Tenia las mejillas rojas y parecía que estaba a punto de llorar, pero era el. Aunque nunca lo había lo habia visto de esa manera en su anterior vida, Yoriichi lo reconocería sin importar cuánto cambiase.

Instinto de gemelo, quizás.

Su nueva madre, Kaori si no se equivocaba, era una joven de ojos inocentes y cabellos largos, la cual pese a su apariencia pasiva era bastante agresiva para defenderlos, ya que saltó furiosa contra la partera para evitar que los asesine por ser gemelos.

No sabía porque, pero tenia un dejà vu sobre esta situación.

Poco después de que la partera se fuera, su madre los arrullaba para que durmieran, y al ponerlos en la cuna Aniue cayó dormido al instante, pero Yoriichi no estaba cansando, así que se dedicó a observar a su hermano. Su madre intentó convencerlo de dormir, así que se acomodó en posición para ello y cerró los ojos.

Cuando sintió que estaba dormida, abrió los ojos y usó toda su fuerza para sentarse, estando a la espalda de Aniue. Empezó a pasar su mano sobre la pequeña mejilla de su hermano y se puso a reflexionar sobre la situación.

Ambos habían renacido, pero su hermano no mostraba signos de conservar sus memorias como el, ya que se comportaba como cualquier niño recién nacido. Cuando lloró por su calor, parecía que lo hacía más por el frío y costumbre que porque no le gustaba estar separados. Pero no lo preocupaba, ya que con o sin recuerdos el siempre amaría a su Aniue sin importar las circunstancias.

Esperaba que las circunstancias hubieran cambiado desde sus días.

No pudo evitar preocuparse por si la amenaza de los demonios aún existía, ya que en caso de que aún estuvieran por ahí, las noches serían inseguras si los cazadores de demonios no lograban llegar a tiempo. Lo que más lo incomodaba era Muzan Kibutsuji, quien había escapado cuando ambos lucharon hace años, y no sabía si había cumplido esa meta que Tamayo le había confiado que poseía.

Muzan buscaba caminar bajo la luz del sol, y no se detendría ante nadie para obtener su objetivo, y utilizaría a quien sea para llegar a el.

Si el aún estaba suelto por allí, rezaba que aún no hubiera concretado sus planes, ya que siendo un bebé indefenso no había mucho que pudiese aportar a la lucha.

Pero su prioridad mas grande era Aniue.

Su hermano fue transformado en demonio hace muchos años en uno de sus descuidos, y no sabia que haría si volvía a pasar aquella tragedia. Fueron muchos años de soledad buscando algún rastro de él, solo para llegar a callejones vacíos. En el último momento que estuvieron juntos apenas hablaron y ambos murieron, y no podía verlo cuando se asomaba a las orillas del Sanzu.

Debía cuidar el milagro que los dioses le habían conseguido, no importa si debía sacrificarlo todo, iba a dar la vida si fuese necesario para proteger a Michikatsu.

Ambos habían renacido por una segunda oportunidad, y no iba a desperdiciarla. Haría nuevos lazos con Aniue, para reponer los que se habían roto en su primera vida.

Acostándose en posición de cuchara, Yoriichi abrazó a su gemelo y cerró los ojos, cayendo en un lindo sueño de su vida anterior y sonriendo de forma suave.

Como extrañaba el calor de Aniue.

Renacimiento || Demon Slayer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora