Consuélame, Alfa

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Mantenerse en la sima no es nada fácil. Hay enemigos por todas partes y todos aprovecharan el más mínimo desliz para fastidiarte. Ser el CEO de una gran empresa que gana millones al año no es tan fácil como todos creen. Tienes cientos de empleados bajo tu mando. Asegurarte de que nadie se aproveche de su posición. Firmar miles de papeles, reuniones todos los días, tomar decisiones difíciles, darle el frente a cualquier situación. Además de todo eso hacer tiempo para tu familia y en caso de Draco Lucius Malfoy Black, también a su esposo. Y cuando eres un Alfa sangre pura se espera aún más de ti.

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Para Draco Malfoy las dos últimas semanas han sido un caos, debido a un retraso en el lanzamiento del último producto de la compañía. Donde la competencia tomo la ventaja. O eso creía. La situación era la siguiente. Draco sabía de cierto topo, que fue descubierto por el Jefe de publicidad justo a tiempo antes de que se tomara la decisión oficial acerca del producto. Por lo que dicho topo filtro información errónea. La competencia les acuso antes de tiempo de copiadores y tenía a la prensa encima. Todo iba muy bien, el lanzaría el producto esa misma noche, casualmente le llegaría información del juego sucio del topo a la prensa y todo quedaría arreglado. Pero los inversionistas sin preguntar nada han estado haciendo insinuaciones y exigiendo cosas ridículas desde la mañana.

La oficina del joven Alfa parecía una mini-compañía telefónica. Pues seis de sus mejores empleados y respectivos jefes de algunos departamentos atendían sus celulares, así como dos teléfonos más instalados en el escritorio de madera roja. Una llamada tras otra, las preguntas y exigencias estúpidas, el reguero de papeles por todos lados, los olores y el no haber podido hablar apenas con su esposo nada más que de trabajo incluso en casa por dos semanas le tenían al borde de un colapso. Tal vez si le hubiera pedido ayuda antes al jefe de publicidad que también era su amado esposo, las cosas no serían tan estresantes como en ese momento. También, de esa manera hubieran tenido más contacto, los horarios coincidirían más. Su despacho tendría la fragancia dulce de su omega y cada que pasara por su lado lo tocaría un poco pareciendo casual, minimizando su estrés dejándole pensar mejor; ya que Harry era demasiado profesional y no le dejaría hacer más nada (Ni siquiera había podido cumplir su fantasía de tomarlo en la oficina de alguno de los dos). Pero era muy tarde, de seguro en cuanto todo eso terminara, Harry le recibiría en casa con un puñetazo en la cara. De seguro su omega también estaba estresado y enfadado pues esa mañana ni siquiera se había despedido. Harry Potter ahora Malfoy, era todo un león que no se dejaba pisar por nadie, se había ganado a pulso el respeto en el mundo empresarial, por la destreza e innovación con la que resolvía cualquier crisis.

- ¡PRESIDENTE! – le grito uno de sus subordinados sacándolo de sus pensamientos provocando aún más su ira ya que estaba pensando en su omega, con algo de miedo el alfa siguió hablando ya que tenía la atención de su jefe – su teléfono está sonando sin parar señor – tartamudeo señalando el aparato

Con el enojo y estrés acumulado atendió la llamada dispuesto a mandar al infierno sin ver el nombre del contacto

- QUE DEMONIOS QUIEREN AHORA – grito un poco fuera de sí, después de unos segundos del otro lado lo que se escucho fue un gimoteo lastimero seguido de sollozos dejándolo de piedra, horrorizándose por su descuido de inmediato

Al ver como su jefe se callaba totalmente, sus ojos platas se abrían a mas no poder y su piel blanca se tornaba más pálida aun, casi enfermiza. Todos temieron lo peor. Por lo que ellos mismos se quedaron quietos y callados. Quedándose de piedra al ver como la expresión cambiaba a una dolida, comenzando arrullar a la otra persona a través del teléfono como un bebé. Volviéndose hostil en cuanto los miro a ellos, echándolos casi a patadas con el celular en el pecho. Todos haciéndose una idea de lo que pasaba le advirtieron a todos los que se encontraban que nadie se acercara ni a seis metros de la oficina del CEO.

Drarry cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora