Capítulo 1

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El siniestro grito de los cuervos llenó el silencioso cielo.

La tierra donde una gran casa se asentaba hasta hace una semana ahora estaba llena de escombros quemados. Las piedras y los pilares se quemaron y se derrumbaron, y los techos con formas de nubes cayeron y se convirtieron en enormes tumbas de piedra.

El humo acre se elevó de un travesaño que estaba clavado como una lápida sobre él y se dispersó hacía el sur. Ya era la temporada en la que soplaba el viento del norte.

Medio día después de que las llamas que habían estado ardiendo durante 7 días y noches se apagaron, la puesta de sol empapó el cielo tan rojo como la sangre de los que murieron injustamente. Todo lo que quedaba en la montaña era una manada de cuervos que había sido alimentada con la carne de otras personas.

La gran casa de la puerta oeste, que se había vuelto una tierra estéril, fue un ejemplo que permanecería para siempre. Tenía que despertar la consciencia de la gente del mundo e infundir miedo.

En algún punto, un rincón de la tierra que había estado fijo en su aspecto tan decadente, esperando ser erosionado por el viento, se estremeció levemente.

Trozos de madera rota y afiladas, pequeñas piedras y fragmentos de tazones de porcelana rotos se dispersaron por una vibración que venía desde abajo. Poco después, una pequeña puerta que había estado oculta se abrió bruscamente hacia arriba y una fina ceniza gris fluyó hacia el estrecho espacio subterráneo.

La mano que salía a tientas de ella pertenecía a un niño.

Parecía tener 7 años. El niño llevaba un traje de seda azul ultramar que no encajaba con las ruinas. Le era difícil levantarse porque había estado encogido en un lugar estrecho durante toda la semana, y estaba extremadamente debilitado. Cuando logró salir de rodillas, las manos y codos del niño ya estaban irritados y perforados por los escombros.

El niño se sentó con una cara salvaje y observó los miserables alrededores durante mucho tiempo. Luego, se arrastró por el suelo como si fuera a salir de este lugar. Intentó levantarse, pero no podía evitar que sus rodillas dobladas estuvieran profundamente hundidas.

Los escombros quemados y las espinillas se desmoronaron bajo sus palmas. La tierna y delgadiza carne rápidamente se manchó de sangre, pero no podía levantarse. Los ojos del niño se quedaron fijos en un solo lugar en algún momento. Era el patio delantero de la casa, donde el primer objeto que vió se erguía en alto.

Bajó como si rodara por el montón de piedras que habían sido las escaleras. Cuando lo miró más de cerca, era un pilar muy grande. Era tan grueso como la pierna de un niño, y apuntaba hacia el cielo con la afilada punta.

Y en el centro, estaba el cadáver de un hombre tan completamente quemado que solo se podía discernir la forma de las extremidades y la cabeza.

El niño se arrastró hasta la lanza de madera clavada en el suelo. Vacilante, puso su mano en el pie del oscuro y arrugado cadáver y miró hacia arriba. El cadáver no tenía pelo y la punta de una lanza sobresalía de su boca dolorosamente abierta.

La piel que tocó era dura, gruesa y fría. El niño tuvo la sensación de que nunca olvidaría este toque por el resto de su vida.

Su mirada descendió lentamente y se detuvo en el centro del pecho del cadáver. Un solo jade, más pequeño que un puño, se pegó a la ropa y la carne como si estuviera enterrada en ella. El niño conocía demasiado bien ese adorno.

El niño apartó compulsivamente las manos del cuerpo y cayó hacia atrás. Se apresuró a retroceder por el suelo de tierra y vomitó varias veces por la sensación de asco que subía. Un vómito fangoso ensuciaba el frente, pero no podía apartar la mirada. Era como si la figura terriblemente muerta de un familiar lo estuviera sujetando y tirando de su cabello para que lo viera.

No podía huir, no podía pensar. Tenía que cuidarlos hasta que muriera. El niño no sobrevivió. Solo los siguió más tarde.

En ese momento, una mano cubrió los ojos del niño.

Lo primero que sintió fue el aroma a dulces hierbas medicinales cocinadas durante mucho tiempo. Luego vino la fresca temperatura corporal que tocó su rostro, y finalmente, una voz que era como un viento suave. Solo entonces el niño cerró su seca boca y se dió cuenta de que los jugos de su estómago tenían un sabor amargo.

No pudo escuchar bien lo que estaba diciendo. Sin embargo, una vez que tragó la amarga saliva, le provocó un nudo en su pecho, que pronto subió hasta la parte superior de su garganta y estalló en lágrimas. Entonces, los brazos con aroma a hierbas lo abrazaron, y el niño se aferró frenéticamente a él como si de una cuerda al borde de un acantilado.

El niño vomitó durante mucho tiempo. No podía parar aunque sus labios estuvieran desgarrados y su garganta oliera a sangre. Se aferró a su ropa de modo que sus delgadas uñas se doblaron hacia abajo, aullando como una bestia, y se volvió loco intentando poner rígido su cuerpo. Más tarde, ni siquiera pudo escuchar su voz y en lugar de lágrimas, fluía sangre.

Eso fue todo lo que el niño recordaba. Ni siquiera supo cuando se desmayó.

Finalmente, solo pudo recordar que antes de cerrar los ojos, pensó que los mechones de cabello blanco apenas visibles eran como las plumas de una garceta.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2023 ⏰

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El extra guapo criando al prota diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora