Relato 3: El tercer coleccionista

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A él no le gustaba coleccionar los momentos de amor de los humanos. Los momentos eran como chispas que explotaban en un segundo. 

¿Cómo se podían coleccionar aquellos momentos?

Él coleccionaba colores, aromas, texturas y ...sabores.

Sabores. Para él era extraño relacionar el amor con sabores. No eran recuerdos de caras, sonrisas o quizás miradas. 

No.

Lo que más coleccionaba eran sabores. 

Sabores de besos interminables, de besos hambrientos, de besos con...sentimientos de tristeza.

También trabajaba con aquel coleccionista que recogía las lágrimas. Era tan raro de ver, porque aunque no hubieran lágrimas de alguna u otra forma sus almas lloraban, y siempre estaba su frasco lleno de ello.  

A veces odiaba verlo junto a sus humanos.

¿Cómo pueden amar y a la vez sentir tristeza?

¿Cómo podían guardar un sabor para recordar el amor? 

¿Qué sabor tendrían...?

Él no lo sabía, y si su existencia tuviera algún atributo de valor tendria la certeza de decir que él algún día lo experimentaría, pero estaba seguro que nunca podría saborear esos momentos. 

Cuando la vida de sus humanos terminaba él entregaba su frasco para que ellos saborearan durante un ultimo momento todos aquellos segundos fugaces. Saborearan, olieran y también sintieran en su piel cada momento coleccionado. 

A veces, el coleccionista de lágrimas trabajaba una última vez guardando un último arrepentimiento. 

A veces cuando eso ocurría, él se preguntaba qué sentirían aquellos humanos, ¿arrepentimiento? ¿dolor? 

Pero de algo estaba seguro, ninguno de ellos sentía amor de nuevo.




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⏰ Última actualización: Jun 03 ⏰

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