Primer encuentro

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Ya habían pasado dos semanas desde que se cambiaron de casa -o de hotel- . Manuel no se había sentido así de solo en mucho tiempo. Siempre organizaba planes con sus amigos, salía con sus primos. Ahora hasta la escuela extrañaba.
Su papá le había dicho que un tutor vendría a darle clases cuatro veces por semana. Al principio le gustó la idea de tener clases en su casa, pero luego consideró a los amigos y se dio cuenta de que lo único que lo mantenía vivo en la escuela eran ellos. La primera clase comenzaba en un mes, para que se pudieran acomodar bien.

Manuel salió del hotel -aunque a hurtadillas, pues a su mamá no le gustaba que saliera solo- él no sabía la razón, pero su mamá se ponía pálida cada vez que le preguntaba, entonces dejó de preguntar.
Apenas había caminado unos minutos, cuando notó en el la tierra pisadas más pequeñas y delgadas que las suyas.
Al seguirlas llegó a lo que supuso era un patio trasero. Y ahí parada, estaba la chica que le gustaba desde chico de su escuela en la ciudad.

Lucía muy bien, con esos ojos cafés con su mirada tierna y cálida, y su pelo negro y ondulado cayéndole en la espalda. Tenía una chamarra blanca, y pantalones negros. Sus zapatos eran los de siempre, unos tennis rosa con negro. A Manuel le encantaba que no le importaba ensuciarse, no estar guapa todo el tiempo y que la ropa que usaba la hacía estar cómoda, y no "bonita pero incómoda" como a las demás chicas.

-Hola, pensaba que nos viéramos en unos días en el mall o lago así. Pero gracias por la visita, ¿cómo estás?- ella simplemente no respondía. - ¿Por qué no contestas?
-¿Quién eres?- preguntó con cara de confundida.
- Ya no juegues, ya sabes que no me gusta cuando me juegan bromas.
- Hablo enserio, ¿quién eres? A mi tampoco me gustan las bromas.
- Soy Manuel, tú eres Leyla, y nos conocemos desde kinder.
-Yo no voy a la escuela-responde con cara seria-no tengo con qué pagarla.

Manuel no podía creer lo que estaba escuchando.
-Entonces creo que nos vemos luego, si ahora no estás de humor para hablar. Bueno, adiós.- y con eso se dio la vuelta, dejando a Leyla con cara de confundida, mucho más que antes.

De regreso a su casa, Manuel entró a su habitación, que es del tamaño de dos habitaciones de hotel juntas, gracias a que su papá demolió la pared que las unía. Tenía una cama muy grande, junto a la cual se encontraba un buró con una lámpara de lava, un librero lleno de sus libros favoritos, una televisión, y en una de las paredes, se encontraban como 50 fotos de sus amigos, familia y viajes que había hecho. Además de muchas otras cosas que estaban en su cuarto. El cuarto que siempre había querido.
Se echó en la cama, sin ánimo. ¿Por qué Leyla, que se habían gustado desde que eran pequeños, hacía como que no lo conocía? Tal vez solo vino para verlo, pero estaba enojada por el cambio de casa.
"Luego se le pasa."
Ese pensamiento fue lo que tranquilizó a Manuel.

Mi nuevo hotel #Wattys 2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora