𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈𝐈𝐈

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Se sentía real, como si estuviera ahí de nuevo. Como si todo lo que había vivido con Kaōri hubiera sido un buen sueño.

Caminé por el largo pasillo, aquel que tanto conocía, aquel por el cual derrame sangre hasta el punto de casi perder la vida. Mi vida.

¿Seré amado alguna vez? Esa pregunta me ronda la mente, hace constantemente eco martillando cada rincón de mi cabeza.

Siento un escalofrío recorrer toda mi espalda y siento mis pasos cada vez más lentos, derrepente se enciende la luz al final del pasillo y veo a una persona. Esta de espaldas, pero sé perfectamente quién es. No debería de estar aquí, yo no debería de estar aquí.

Veo que voltea lentamente su cuerpo en dirección mia hasta que quedamos frente a frente, la diferencia de altura sigue igual a como lamentablemente la recuerdo. En su rostro veo una sonrisa, aquella sonrisa que ponía cada que estaba lista para atormentarme, cada que sabía que estaba por lograr lo que quería de mí, cada que me iba a utilizar.

Pero mira como estas, pareces un sucio perro. ¡Ah! Cierto, solo eso eres —. Su voz chillona llega a mis orejas, haciéndolas sacudir para no escucharla más.

Trato de huir de ahí, pero parece que el pasillo no tiene fin, siento la necesidad de correr, pero es inútil. No logró alejarme de ella.

¿Qué pasa Katsuki? No entiendo porqué corres, si sabes muy bien que me perteneces.

¡No le pertenezco nadie, y mucho menos a una desgraciada como tú!—. Respondo en un grito, pero apuradamente mi voz se logra escuchar.

Me detengo, siento el suelo vibrar como si fuera cristal, y cuando menos esperé este se rompió haciendome caer en la oscuridad.

Escucho su desquiciada risa, la maldita no se calla. Le grito un sin fin de insultos para que se detenga, pero me doy cuenta que no tengo voz, me siento liviano, como si flotara en el agua, cierro los ojos y siento claridad.

Los abro de golpe pensando que desperté, pero desgraciadamente no es así.

Aquella bañera, aquella bañera que fue testigo de mis múltiples intentos de hacer que ella no se aprovechara de mi, de mis múltiples decaidas por no saber cómo escapar de ese maldito infierno.

Una puerta frente a la bañera se abre lentamente, esperanzado; pienso que es la salida a la realidad, al presente. Pero nuevamente la veo ahí, recargada en el umbral, con aquella pastilla azul en sus manos, tanteando su suerte.

—¿Por qué pones esa cara cariño? No me digas que estas de nuevo en esa época, sabes que te puedo ayudar con eso—. Su horrible sonrisa se hace más sádica cuando termina de hablar, aventando aquella pastilla en algún lugar de la habitación para después acercarse a mi.

Alejate de mi, maldita—. Le gruño mientras muestro los caninos y enseño las garras, pero eso parece causarle gracia haciéndome sentir un inútil ya que no la puedo alejar.

Oh vamos Katsuki~, tu y yo sabemos muy bien que esto te gusta... Además, soy tu dueña. —Dice, sentándose en el suelo del baño, acercándo su mano lentamente a mi.

Me levanto de golpe, logrando tener fuerza en cada uno de mis malditos músculos, y salgo de la bañera y cruzó la puerta, sintiendo un alivio al estar en la puerta de salida de aquel que algunas vez fue mi hogar... Un hogar al que nunca regresaría, ni muerto.

Tomó el pomo de la puerta, esperanzado. Abro rápidamente la puerta y doy el primer paso al exterior, sin importarme que había afuera... Pero mi gran terror me persigue, mi mente me hace volver, llevandome al inicio de ese maldito pasillo. Solo que ahora todo se ve deteriorado, la pintura de aquellas paredes se veía vieja, desgastada, junto con las flores de la estantería que decoraba, estaban marchitas .

 Bakugō Hybrid ☆ Bakugō KatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora