LA NOTA

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Al borde de los 30 estaba obsesionada con mostrar la parte menos funcional de mi trabajo en una exposición fotográfica. Necesitaba terminar mi portfolio de fotografías 'Soulfull Brides' para enviar como muestra a algunos bares y galerías. Me pregunto si me dejarían alquilar la biblioteca de la cárcel para exponer las fotografías aquí, seguro que me quitarían algún año por buen comportamiento.

Salí de casa con mi pc en la mano hacia el centro de Enfield, aun pensando en el encontronazo con Connor. Solía trabajar un par de días a la semana fuera de mi estudio en casa (por aquello de relacionarme con humanos), y una cafetería de lo más inspiradora llamada The Art Town se había convertido en mi 'oficina alternativa fetiche'.

- ¡Buenos días, Alice! Esta semana no has venido, ¡ya te echamos de menos! ¿huevos benedict y té verde? - Maldita seas Abie, desde que te conozco cada vez que digo huevos me acuerdo del incidente que tuviste con tu marido.

- Sí por favor, ¡gracias, Molly, eres un encanto! ¿habéis vuelto a cambiar la wifi?

- Sí querida, 'theartown2', sin doblar la t.

Me senté en una de las mesas redondas junto al piano. Si algo caracterizaba el lugar, aparte de la música en directo los fines de semana, era la decoración y la cantidad de personas peculiares que pasaban por allí a lo largo del día.

Tras un par de horas seleccionando y retocando rostros dulcemente amargos y vestidos de novia de aquellas mujeres a las que tuve la oportunidad de 'robar el alma' durante unos minutos, me empecé a dar cuenta de que yo nunca sería como ellas. El simple hecho de pensar que una relación será siempre tan estrepitosa y emocionante como una montaña rusa es, de hecho, un error que no me permitía estar con alguien más de dos o tres años. Ya había superado mi récord con Connor, y desde luego, venerar a mis exparejas como lo hacía en ningún caso facilitaba las cosas.

El olor a hamburguesa hizo que me diera cuenta de que había pasado más de cinco horas seguidas trabajando, eso un sábado era demasiado, incluso para mí. Al llegar a casa encontré una nota que alguien había deslizado por debajo de la puerta: "Necesito verte. Te espero a las 19:00 en el Imax de Waterloo", y mi cerebro añadió "Connor". Rápidamente cogí el teléfono para llamar a Jane:

- Hola Jane, ¡felices 30 querida! ¿tienes las tetas un poco más caídas hoy?

- ¡Amiga! Por suerte las prótesis no se caen, pero un par de patas de gallo sí que he notado. Siempre eres la primera en felicitarme, ¿qué ha ocurrido hoy?

- He estado trabajando. Pero oye, me ha ocurrido algo, necesito verte.

- Estoy preparando todo para la fiesta de esta noche, nos vemos a las 16:00 y nos arreglamos juntas, ¿no?

- De eso quería hablarte...

- Ah no, de ninguna manera Alice. Sabes que no te puedes perder mi cumpleaños, habrá hombres guapos y ricos, y sinceramente, no estás para perder el tiempo.

- Siempre tan sincera, ¡gracias por recordarme que seré Miss Soltera de Oro un año más! Pero déjame decirte que tu vida amorosa también brilla por su ausencia.

- Sí, pero tengo muchos amigos. De igual modo, ¿qué es eso tan urgente?

- Ayer vi a Connor... - Jane me interrumpió antes de que pudiera esbozar una sola palabra más.

- No, por ahí no... deja el pasado en el pasado, ¡y menos Connor! Además, está casado.

- ¿Tú lo sabías? ¿En serio? ¿Cómo no me cuentas una cosa así?

- ¿Y qué querías? Estar lloriqueando otro año más como si no existieran más hombres guapos, listos y tremendamente sexuales.

- Gracias Jane, eso ayuda mucho, desde luego que sí. El caso es que me encontré a Connor por la calle y me acompañó a casa (no, por desgracia no pasó nada), y hoy he descubierto una nota suya escondida debajo de la puerta de mi casa. Quiere verme en el Imax de Waterloo a las 19:00. Me preguntaba si te importa que llegue un poquito más tarde a la fiesta.

- Te deja una nota después de siete años, después de haberte dicho que está casado, ¿y vas corriendo a sus brazos? ¡no tienes remedio Alice, no lo tienes!

- Es cierto, voy a pasar.

- Bien, nos vemos a las 16:00

Y sin más, todas mis esperanzas de casarme con el príncipe azul antes de los treinta se esfumaron con aquella llamada de teléfono. Si entonces hubiera sabido que acabaría aquí me habría empleado más a fondo, ahora mi marido vendría a verme semanalmente y quizás podría pedir un vis a vis de vez en cuando.

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