Capítulo 09

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Mi cuerpo cayó al suelo antes de lo que hubiera querido, apenas sentí el tacto de Mark alejarse de mí, me dejé caer hasta que mis rodillas chocaron con el piso y abracé mis brazos, hace un ovillo en mi lugar, deseé que de una vez me dejaron tranquilo, deseé morirme de una maldita vez y detener esos acosos, esos abusos ¿Por qué tenían que meterse conmigo de esa forma? Nunca les hice nada, solo soy una persona que cometió un jodido error, eso no les da derecho de nada.

Intenté pensar en cosas felices, en cosas buenas, deseaba alejar esas horribles ganas de vomitar que me estaban volviendo loco, pensé en Charles, pensé en Victoria, pensé en el hermoso chico de ojos marrones que deseaba continuar viendo diario; pensé tanto en las cálidas manos de Sergio, que una triste sonrisa apareció en mi boca, definitivamente jamás había sido más patético en mi vida.

Pasaron unos segundos en los que solo oí golpes, en realidad tampoco me importó lo suficiente como para no moverme de mi lugar, estaba asustado y no dejaba de temblar, sentía a mi omega como un pequeño cachorrito presintiendo su final cerca, cuando unos brazos me tomaron y fue diferente, ese no era Mark.

Esos fuertes brazos me alzaron hasta que estuve completamente parado, ni siquiera alcé la mirada, solo bastaron unos segundos para que el temor dejara de nublar mis sentidos y permitir que aquel delicioso aroma inunde mi olfato, cerré mis ojos y mis brazos rodearon la cintura de aquel firme cuerpo, mientras sus brazos hacían lo mismo conmigo, pegándome tanto a él que pensé en lo mucho que deseaba fundirlos en uno.

Mi Sergio. Sergio vino por mí.

Restregué mi cara contra su cuello, sin detenerme, ya no me importaba absolutamente nada más, e incluso olvidé mi nombre cuando sus labios besaron suavemente la piel de mi cuello y liberé un ronroneo, eso se sentía muy bien.

-Hueles mal.

Escuché sus dulces palabras y quise alejarme, aunque por como sus brazos me atrajeron de nuevo y soltó un ligero ronroneo, comprendí que no era que yo oliera mal, él tenía la cabeza enterrada del mismo lado donde Mark me había estado besando, obviamente no olía como normalmente debía hacerlo.

-Sergio, yo...

-Tranquilo, yo me encargo.

Aunque no comprendí a lo que se refería, mi cuerpo obedeció y me relajé en sus brazos, hasta que sentí como sus labios de nuevo tenían contacto con mi piel, al igual que la punta húmeda de su lengua pasaba por esta e incluso sus dientes rozaban mi cuello, haciéndome estremecer. Mis manos subieron hasta aferrarse a la tela de su remera, camisa, lo que fuera, apreté mis parpados cerrados y jadeé una vez mordió justo en los mismos lugares donde Mark anteriormente había hecho las suyas.

-Ser. – Gemí, eran mordidas suaves, dulces, pasaba su lengua con tal cuidado que sentí me rompería ante el dulce contacto, e incluso sus finos labios buscaban llenarme de tantos besos como le fuera posible.

En ese momento deseé que el mundo se detuviera, que solo fuéramos Sergio y yo, que todo dejara de existir y vivamos este momento eterno en el que él se estaba encargado de limpiarme, de quitarme aquel olor para impregnarme con el suyo. Y definitivamente yo prefería oler a Sergio, amaba oler a Sergio.

En el segundo en que giré mi rostro, observé al fin la escena que tanto había ignorado en mi ataque de pánico, Mark estaba en el suelo, sin embargo ya se encontraba incorporándose, observé la línea de sangre escurriendo desde su boca, por todo su mentón y aquellos moretones apenas rojos por todo su rostro, además de como él tenía una mano sosteniendo su costilla; los demás ya no estaban, no dudé que fueran tan cobardes para abandonar a uno de los suyos ante el peligro, pero de igual forma me sorprendió lo patéticos que eran.

The perfect omegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora