Capítulo ocho

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La Golf Cabriolet circulaba rápidamente y con el capote descubierto por la carretera que cruzaba sobre la cortina de la presa Madín. Eran pocos los automóviles que viajaban junto a ellas y no se veía ninguna cerca, más que aquellas construcciones ubicadas frente a la enorme cortina de piedra que mantenía el agua en su lugar y los grandes cerros con pocos árboles que rodeaban el lugar. El Sol de la tarde se reflejaba en la superficie el agua, provocando delicados destellos de color amarillo y rojo que resaltaban el cielo arrebolado y las nubes rojizas que parecían estar ardiendo. Mariana viajaba con un cigarrillo entre sus labios, dejando escapar lentamente el humo y sin soltar las manos del volante. Por su parte, Rina observaba el paisaje por la ventanilla moviendo la cabeza al ritmo de la canción que Clips interpretaba en el casete que Mariana había puesto en la radio:

Te salgo a buscar

y no te puedo encontrar,

ya tus amigas me han dicho por qué.

Llegando a la fiesta

te veo besándote con otro...

—¡Qué poca madre! —exclamó Rina, siguiendo el ritmo de la canción y provocando que Mariana la mirara con una sonrisa.

...yo no lo quiero hoy te tengo que olvidar.

Decías que me querías

que no era fácil poderme olvidar.

Regrésame el retrato se acabó...

—¿Estás segura de que no hay otra forma de hacer las cosas? —dijo Rina, dejando que la música siguiera sonando. Mariana se quitó el cigarrillo de la boca y mientras lo detenía con dos dedos al mismo tiempo que llevaba ambas manos en el volante, respondió:

—Estoy consciente de que no estás muy a gusto con la idea de matar, pero...

—No creo que sea necesaria tanta muerte —interrumpió Rina, tomando con curiosidad la cajetilla de Montana que Mariana había dejado sobre el tablero—. ¿No te parece que hay mejores formas de hacer las cosas?

—¿En serio vas a decirme que, siendo la bruja que eres, nunca has tenido que matar a nadie? —Aquella pregunta provocó que Rina dibujara una mueca de inconformidad—. Mira, no te voy a juzgar por eso, pero a veces no hay otra forma. O dime, ¿cómo hubiésemos conseguido la lengua de una chismosa?

—Pues... —Rina intentó responder, pero Mariana continuó:

—O, en todo caso, ¿cómo esperas que consigamos el feto?

—En realidad estoy más acostumbrada a comprar las cosas que necesito que a conseguirlas por mí misma. —Rina intentó encender un cigarrillo con torpeza, pero lo único que consiguió fue toser de forma descontrolada mientras escupía el humo. Mariana rio ligeramente y dijo:

—Pues es hora de que te ensucies un poco las manos. Respóndeme algo, ¿quieres a Marco? —Rina, todavía tosiendo, miró con duda a Mariana mientras ella la miraba de reojo—: ¿Quieres que Marco esté siempre a tu lado?

—Sí, eso es lo que quiero —respondió Rina, tratando nuevamente de tomar una bocanada.

—Entonces tienes que hacer todo lo que esté a tu alcance para lograrlo. Y cuando digo todo, me refiero a todo. —La voz de Mariana reflejaba decisión—. Si quieres ser alguien, si quieres obtener algo o si quieres lograr algo, tienes que esforzarte al máximo y dar todo de ti, porque las demás personas siempre van a querer pasar por encima de ti y a ellos no les va a importar lo que tú quieras o necesites con tal de lograr sus objetivos.

—Entonces, ¿eso no significa...? —preguntó Rina, mientras el cigarrillo se consumía lentamente entre sus dedos pero otra vez Mariana la interrumpió casi de golpe:

[Ella #0] Ella: o cómo aprendí a destilar una poción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora