La tenue neblina comenzaba a ceder lentamente ante los rayos del Sol que se asomaban entre las colinas, provocando que el rocío sobre las de los árboles que reposaban en el camellón se evaporara lentamente. Ella, que llevaba puesto un delicado vestido corto de color crema que le quedaba por encima de las rodillas, una chamarra de mezclilla color azul claro con muchos pines colocados a la altura del pecho y varias pulseras en la muñeca izquierda, caminaba sobre la banqueta, cargando sobre su hombro derecho una mochila de Don Gato y su Pandilla y mirando con atención los vehículos que transitaban sobre la avenida Lomas Verdes; el rugido de los motores y el constante sonar de los claxon se mimetizaba con el sonido que provocaba la maquinaria y los obreros que trabajaban en las construcciones cercanas.
Justo al llegar a la esquina donde una caseta de vigilancia resguardaba la entrada a la zona residencial, ella cruzó la avenida con cuidado y caminó hacia un pequeño puesto de lámina que había sobre el camellón. Aquel lugar estaba lleno de todo tipo de flores, desde rosas brillantes y de distintos colores, grandes girasoles que parecían mirar a las personas que pasaban a su lado, gardenias blancas, camelias, begonias, petunias y también un par de rosas del Nilo guardadas en pequeñas cajitas de cristal.
—¡Buenos días, doña Fer! —saludó la joven con mucho entusiasmo, esbozando una delicada sonrisa de oreja a oreja que hacía que sus delicadas facciones y su piel apiñonada se marcaran más; el castaño de su cabello lucía casi como un rojo brillante debido a la luz del Sol.
—Hola, Marianita, ¿cómo estás? —preguntó una mujer de edad avanzada, sumamente delgada y con el cabello casi blanco, sonriéndole también mientras cortaba los tallos de un ramo de rosas que utilizaba para formar un arreglo—. Ya te tengo tu flor del día, solo déjame...
—No, ahora no vengo por eso, doña Fer, quiero llevarme dos rosas frescas —exclamó Mariana, todavía sonriendo. Aquella anciana la miró con extrañeza, se cruzó de brazos y preguntó con profunda curiosidad:
—¿Y eso? ¿Ahora no le vas a dejar su flor a tu chico?
—Sí, doña Fer... Bueno, no... —Mariana lucía avergonzada y le costaba trabajo aclarar sus ideas—. Ahora no le voy a llevar una flor, sino que quiero llevarle dos rosas: una blanca y una roja.
—Pero... —Aquella anciana intentó hablar, sin embargo hizo una breve pausa y después dibujó en su rostro una expresión de alegría—: ¿No me digas que...?
—Sí, doña Fer, al fin lo voy a hacer —interrumpió Mariana, llena de alegría.
—Ay, hija, así debe de ser —exclamó la anciana, con un ligero tono de alivio—. Me alegra tanto que te dejes de rodeos y por fin te le declares a ese muchacho. Claro, en mis tiempos eso era impensable, pero ustedes están jóvenes y las cosas han cambiado mucho.
—Además, si no lo hago yo él no lo va a hacer nunca —exclamó Mariana, soltando una carcajada—. Es muy tímido como para tomar la iniciativa, pero, ay, si supiera...
—Hija, de tanto que me has hablado de él creo que hasta lo conozco más que tú —interrumpió la anciana, riendo entre dientes. Ella se acercó al bote de plástico en el que tenía las rosas y tomó dos de ellas, una blanca y una roja, las más grandes que tenía—. ¿Y qué crees que te diga?
—Ay, doña Fer, no la haga. Pues obviamente me va a decir que sí. Esto es solo una mera formalidad y lo hago únicamente porque me gusta hacer las cosas bien, pero él y yo ya somos como uña y mugre, siempre estamos juntos y si nos llegamos a separar es solo para ir al baño. —Las palabras de Mariana reflejaban una profunda sensación de seguridad—. Básicamente es como si ya estuviésemos casados.
—Qué bonito es el amor de juventud —dijo la anciana, justo en el momento en que había terminado de envolver cada rosa en un cono de celofán para después amarrar cada una con un delicado listón negro—. Si yo hubiera hecho este tipo de cosas allá en mi pueblo cuando yo tenía tu edad, no me hubieran bajado de...
ESTÁS LEYENDO
[Ella #0] Ella: o cómo aprendí a destilar una poción de amor
RomansCon ayuda de una joven bruja a la que conoció por accidente, Mariana hará lo que sea para que su amor de la infancia al fin se fije en ella, sin importar a cuántas personas tenga que asesinar para conseguirlo. * * * Mariana ha vivido enamor...