Capítulo 4

70 10 15
                                    


CAPÍTULO 4

Era sábado, el día del aniversario de sus papas. Debería haber estado allí, acompañándolo. En cambio, me encontraba sentada en el suelo, observando un cuadro de un dibujo que había hecho años atrás, como si fuera lo más fascinante colgado en toda mi cuarto.

Mi corazón seguía doliendo. Las horas de sueño no habían logrado borrar la cansada y herida que me sentía. La ansiedad por no saber qué hacer iba en aumento, al mismo tiempo que la soledad se profundizaba.

Su rostro, sus palabras, resonaban dolorosamente en mi mente. ¿Cómo podría arreglar este malentendido? ¿Cómo lo haría?

Derek no quería verme. Había dejado de ser una opción llamarlo desde hacía días.

No sabía cuánto tiempo había pasado mientras seguía en la misma posición, escuchando el agua golpear fuera de mi ventana. Me puse de pie y me acerqué a ella, agarré la cortina y la moví; llovía intensamente acompañado de pequeñas bolitas de granizo. A medida que el agua caía, la corriente chocolatada de la calle se hacía más evidente, capturando mi atención.

Recuerdo haber hecho barquitos de papel junto con Matt y lanzarlos a navegar. A menudo competíamos por el primer lugar, aunque la mayoría de las veces ambos eran arrastrados por la corriente, otros quedaban atascados entre las piedras o se deshacían.

Sonreí levemente al rememorar esos momentos.

El agua había cesado y los rayos del sol acariciaban mi rostro con su cálido abrazo. Dos arcoíris se alzaban majestuosos entre los cerros, las nubes aún persistentes insinuaban que la lluvia podría regresar. Los árboles del patio lucían preciosos, revitalizados por la reciente lluvia; su verde intenso resplandecía más que nunca. Pero entre todos, destacaba la lila, mi árbol favorito. Imponente y rebosante de hojas y flores diminutas, su fragancia parecía aguardar pacientemente a que el clima se estabilizara para impregnar el aire con su dulce aroma.

Respiré hondo y me senté en el columpio que pendía de sus ramas. Siempre recurría a él en momentos de desánimo. Frente a mí, se había formado un charco donde mis patos, disfrutando de su libertad, chapoteaban alegremente. Me quedé observándolos durante un rato, encontrando entretenimiento en su juego. Cuando finalmente se marcharon, ingresé a la cocina.

El reloj colgado a un lado de la puerta marcaba las cuatro cuarenta. Mamá, de espaldas, estaba ocupada lavando los últimos trastes sucios de la comida en el fregadero.

—Saldré por un rato.

—Espero que sea para ver a Derek. —Se giró para poder verme y limpió sus manos en el mandil.

—Te veré más tarde —Invadí sus palabras y avance a la puerta. Pude escucharla que murmuro <<De acuerdo>>.

Caminé con cuidado, evitando pisar las partes con más lodo del camino y sorteando los grandes charcos de agua. Cerca de su casa, limpié mis zapatos en el césped y golpeé la puerta con los nudillos. Dos golpes bastaron para que fuera Emma quien abriera. Tenía el cabello suelto y húmedo, vestía su pijama de osos pandas de color blanco, recién salida de la ducha.

—Mila, entra —me dijo, invitándome a pasar.

Nos dirigimos a su cuarto en busca de privacidad. Emma se sentó con las piernas cruzadas en la colcha de su cama, mientras yo optaba por tomar asiento en la silla de su pequeño escritorio. Nuestros ojos se encontraron y ella entendió de inmediato lo que necesitaba, siempre había sido tan fácil de leer para ella.

—Veamos una película.

Necesitaba distraerme.

—Llamare a Clara —Respondí, sacando mi celular.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora