Capítulo 2

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CAPÍTULO 2

Un jueves por la tarde, estaba en la cocina ayudando a mamá con los trastes sucios. Yo los lavaba y ella los enjuagaba. Era uno de esos momentos en los que la conversación fluía con naturalidad. Ella escuchaba pacientemente y me ofrecía consejos, o yo a ella. Amaba esos momentos; eran escasos, pero los valoraba profundamente.

A veces, era difícil hablar con ella sobre ciertos temas, pero con el tiempo me había animado a hacerlo. A menudo, encontraba la respuesta por mí misma mientras charlábamos.

—Benjamín solo quiere lo mejor para ti. Es normal que actuara así; eres nuestra única hija.

Ella estaba refiriéndose a la discusión que habíamos tenido la noche anterior durante la cena. Habíamos vuelto a hablar sobre la carrera que pensaba estudiar. Papá había expresado, sin reservas, sus dudas sobre mi decisión de estudiar arte. Según él, era una elección errónea y no sería beneficioso para mi futuro. Fue una conversación larga y tensa. Mientras él hablaba, mamá se mantuvo en silencio, comiendo su cena y escuchando.

Al final, me enojé con él. La frustración acumulada me llevó a encerrarme en mi cuarto, donde me acosté de inmediato, agotada y contrariada.

La mañana siguiente, papá me llevó a la preparatoria. El viaje en coche fue incómodo; un silencio pesado llenó el aire. Me sentía mal por la tensión que había entre nosotros, pero tenía que mantenerme firme en mi decisión. Su aceptación era muy importante para mí.

—Tienes mi apoyo, Mila.

Mi corazón se llenó de gratitud, y una sonrisa se dibujó en mi rostro, a pesar de que mis ojos se nublaron por las lágrimas que intentaba contener.

—Hablaré con él, ¿de acuerdo? —prometió mamá.

Asentí con la cabeza, sintiendo un alivio inmenso. Su apoyo me daba fuerzas para enfrentar la situación con papá, y eso significaba más de lo que podía expresar con palabras.

—Gracias mamá.

—Derek este año también empezará sus estudios, ¿no es así?

—Sí.

Mamá suspiró, como si estuviera a punto de soltar un torrente de pensamientos. Finalmente dijo:

—Será un gran abogado, además de heredar una hacienda enorme. A su lado tendrás la vida que te mereces; tendrás tierras, no te preocuparás por el dinero. Quién sabe, tal vez más adelante decidan ir a vivir a la ciudad y...

No pude evitar sentir que su entusiasmo era una carga más que un consuelo. La presión de las expectativas familiares me resultaba agobiante. Así que, en un impulso, interrumpí:

—Detente, por favor.

Mamá se quedó en silencio por un momento, y su rostro mostró una mezcla de sorpresa y arrepentimiento. Finalmente, dijo con una voz más suave:

—Lo siento, hija. Solo estoy feliz porque tienes un buen muchacho como novio.

Apreté mis labios con fuerza, tratando de reprimir cualquier comentario que pudiera desencadenar una pelea. Era lo último que quería en ese momento.

Un silencio envolvió la cocina, interrumpido solo por el sonido de los trastes lavándose. Era un murmullo constante y tranquilo, que contrastaba con el tumulto emocional que sentía. Después de unos minutos, la voz de mamá se volvió a oír:

—En esta Semana Santa quiero que vayamos a Michoacán a pasarla con tu tía Isabel.

—¡Es grandioso! Hace meses que no la vemos.

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