Adiós Kotae

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...
¿En dónde estoy? Y...¿Por qué me duele tanto? Se preguntó el peliverde y procedió a abrazar sus propias piernas, como si eso calmara la sensación en su abdomen. Dolía, demasiado.

El lugar a su alrededor, bueno; realmente no parecía un lugar.
Todo era blanco y muy luminoso, pero no parecía haber nada. Ningún mueble, ningún objeto, ventana o puerta. Nada. Solo estaba él.

Kotae suspiró con pesadez sintiendo como el cuerpo le temblaba. Comenzaba a recordar cosas. La violencia, aquel monstruo, aquellos ojos cafés que lloraban debajo de él. Aquella herida.

El chico abrió los ojos de golpes, iluminado por la respuesta. Bajo la mirada a su cuerpo esperando ver la sangre. Nada. Lo único que había era un hueco en su traje, justo en medio.

En ese momento notó que no usaba su típica camisa negra deslavada y estampada. Portaba el traje del poderoso héroe Víper, que más bien de había convertido en el camuflaje del miserable traidor... Víper.

Comenzaba a palpitarle la cabeza y a acelerarsele el corazón. ¿Qué carajo estaba pasando?

Kotae llevo las manos a su cabeza intentando calmarse, intentando comprender la situación, o intentando sobrevivir nada más... Cómo llevaba demasiado tiempo haciéndolo.

Una voz grave y burlona interumpió el funesto silencio.

—Vaya, sí que eres un llorón— el muchacho levantó la mirada y se encontró con aquella sombra del pasado, de pie frente a él. Orgulloso y fuerte como era la última vez que lo vio hacía ya tanto tiempo. —Bueno, realmente siempre fuiste un niño llorón Colmillos—.

A Kotae se le llenaron de lágrimas los ojos, escuchando aquel apodo con esa voz y al mirar directamente a aquellos ojos rojos escarlatas que había perdido.

El mismísimo Yūdoku Seikai, el verdadero Víper, estaba de pie frente a él. Cruzado de brazos y mirándolo desde arriba con esa extraña pero cálida sonrisa que formaba su peculiar boca de serpiente.

El joven no pudo reaccionar hasta que su tío favorito le estiró la mano.

—Descuida, aunque seas un llorón te ayudaré— sus palabras ofendían, pero si tono era condescendiente y amable. No podía creerlo, Kotae habría dado todo para escuchar esa voz de nuevo y ahora estaba pasando.

La pequeña víbora tomó la mano del héroe dudando por un segundo, pero en cuanto sintió que su tacto era real y no una ilusión; lo apretó con fuerza.

Gracias a Yūdoku pudo levantarse, a pesar del dolor. El viejo Víper dió un respingo sorprendido cuando su sobrino lo abrazo con fuerza, pegando su cabeza en su pecho y dejando salir un grito doloroso.

Kotae comenzó a llorar desconsoladamente sin soltarlo, como si no quisiera dejarlo ir. El tío Doku sonrió y correspondió el abrazo, dando pequeñas caricias en la espalda de su sobrino.

—Estás enorme— le dijo Yūdoku, quién lo había visto por última vez como un pequeño de 7 años de cabello castaño y morada brillante. Pero aquellos puntos rojos en sus manos y aquellos ojos dorados como el sol eran los mismos de antes. —Me gusta como te queda el verde—. Se refirió al drástico cambio de look en su cabello.

Kotae no respondió, solo lo abrazo con más fuerza. Yūdoku dió un par de caricias más y luego lo separó para poder mirarlo. El joven limpió sus lágrimas, siempre demasiado orgulloso. Era algo que ambos compartían.

El chico finalmente lo miró, como a una persona real y no como a un fantasma o a una ilusión.

—Perdóname— su voz se quebraba mientras lo decía. —Perdóname, perdóname, perdoname— repitió con desesperación el joven traidor.

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⏰ Última actualización: Jun 20 ⏰

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