Durante el último cuarto del partido inaugural de mi segundo año de universidad, atrapé un pase en diagonal y me escapé, arrastrando el culo hasta la zona de anotación para conseguir el gol de la victoria en nuestro estadio.
El público estalló, los vítores, los aplausos, los gritos ensordecedores.
Sostuve el balón sobre mi cabeza, grité para que la multitud se hiciera más ruidosa. Todo mi equipo estaba allí, dándome palmadas en la espalda, en el
casco. Corrimos hacia la línea de banda y me quedé con el balón de touchdown.Tenía que dárselo a alguien. Alguien sentado unas filas más atrás, alguien que había volado para pasar el fin de semana.
Alguien que me había dado un polvo de buena suerte la noche anterior.
Con suerte, nadie del equipo podría oler el semen de Christopher, aún húmedo dentro de mi culo.
FIN.