Capítulo 1: Del pueblo y para el pueblo

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Mujeriego - Ryan Castro.

Hansel

El aire es cálido al igual que el inmenso sol, me detengo para admirar el alrededor que parece el paraíso. Está lleno de flores, árboles, mucho verde por todas partes y hay algo más, un mirador blanco que está cubierto con enredaderas, una silueta se mueve dentro e intento enfocar quién es, pero solo distingo una cosa, es una mujer. Me acerco para hablar con ella, pero el fuerte dolor en el brazo me detiene, observo mi brazo y abro y cierro la palma de la mano sintiendo un hormigueo, pero cuando regreso la vista al frente la mujer ha desaparecido.

—¿Un sueño? —digo somnoliento.

Abro los ojos y lo primero que noto es que estoy sobre una gran cama en un departamento con vistas a la ciudad, intento mover el brazo adolorido por el calambre, pero algo me impide hacer el movimiento. Despacio tiro de mi brazo tratando de no despertar a la bonita rubia que descansa en mi brazo, parece no notar mi intento de escapar y consigo sacar su peso de mí.

Recorro la habitación con la vista y encuentro mi ropa y en silencio me pongo los pantalones para huir, odiaba despedirme de las revolcadas de medianoche. Observo a la mujer y me siento mal al no recordar ni siquiera su nombre, giro la manilla de la puerta con mucho cuidado, pero el rechinar de las bisagras delata mi escape logrando que la rubia despierte.

—¿Adónde vas? —pregunta refregándose los ojos.

—¡Oh, tengo una urgencia! —miento con cara de preocupación, tratando de recordar su nombre—. Debo irme Javiera.

—Me llamo Montserrat.

—Lo siento es que tienes cara de Javiera, es un nombre que te quedaría precioso —dije tratando de que pasara desapercibido mi descuido, creo que Javiera era la chica de la noche anterior.

—¿Me llamarás? —dice levantándose de la cama y se acerca desnuda colgándose en mi cuello.

—Claro que sí, linda —vuelvo a mentir—. Pero ahora tengo que irme.

—Nos vemos entonces.

Intenta acercarse para besarme, pero antes de que pueda avanzar un solo centímetro más, salgo inyectado por la puerta para no volver a verla jamás. Después de todo, no recuerdo como terminé en su departamento, como se llama, no me dio su número y nunca le dije mi nombre, no soy estúpido.

Al ser un investigador privado, el arte de la mentira, manipulación y mantener mi identidad oculta es mi mayor prioridad y mi secreto. Todo el mundo piensa que solo soy un socio de una de las empresas de alta costuras más importantes del país. Alto, rubio y apuesto, con el don de hacer que la mujer que se me cruce por delante caiga rendida a mis pies sin mucho esfuerzo. Solo hacía falta decirle un par de dulces palabras al oído, mirarlas como si fueran el rubí más fino, y eso era suficiente para que me dejaran jugar con ellas a mi antojo.

Sí, soy un prostituto de categoría alta de un metro ochenta y nueve, indomable. Perfectamente, podría hacer un puente de ida y vuelta de chile a Alemania, con todas las mujeres que habían pasado por este musculoso, hermoso y seductor cuerpo. Jamás dormía con la misma mujer más de una noche y nunca les prometía que las amaría, ellas sabían que no era un hombre para compromiso y sabían que no jugaría el papel de novio en sus vidas.

Eso no quitaba que algunas intentaran dominarme con amor y palabras de afecto, grave error.

Las que lo intentaron terminaron en sus casas con un litro de helado de chocolate en sus piernas, una caja de pañuelos, con el corazón roto y viendo una patética película romántica en donde el protagonista mujeriego, se enamora de la mujer que menos espera. En todas las ocasiones era la típica mujer buena y noble, que rompía todas las barreras e inseguridades del protagonista masculino, logrando cambiar su manera de ser.

Intenta no enamorarte de mí, florecita EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora