Un caso particular pt.2

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Los Ángeles, California
Mayo 25, 2022

—Ella no era inocente.—murmuró tras apenas abrir la puerta.—Ella era tan culpable como cualquiera de los delincuentes que hay en la cárcel.

Y eso fue todo. La gota que me ayudaría a avanzar en esta investigación.

—Ayúdenme a comprender por qué no era inocente.—dije suavizando un poco mi tono.—Porque como yo lo veo, usted es una asesina y la víctima fue una mujer inocente que tenía una familia. Y si no quiere ayudarme con eso, está bien.—me encogí de hombros. Aquel caso no es mi trabajo.—Pero le pediré que me ayude a encontrar a su marido y al esposo de su hija.

—No entiendo por qué creen que yo tengo algo que ver.—murmuró la señora con desconfianza.—La última vez que los vi, fue en casa de Carla para desempacar su nuevo hogar.

—No estoy buscando culpables. Estoy buscando pistas.

Carla se acerco a hablar con su madre. Tras varios minutos hablando, la señora accedió a dejarnos revisar el lugar de pies a cabeza. Claro, solo después de leer la orden de cateo.

Tal y como sucedió en casa de Carla, me la pasé horas buscando por todos los rincones de la casa.

Para ser honesta, parece como si un huracán hubiese pasado dentro de la casa.

Montoya y Johnson tampoco tuvieron suerte para nada incluso tras haber tirado uno que otro mueble. Valencia por otro lado, encontró una carta, un poco peculiar si me lo preguntan.

No había nada. Ni había una sola letra en el trozo de papel. Ni un solo rastro de que se intentó escribir sobre él para alguna nota o lo que sea. Sin embargo, era fácil tener una vista general del sospechoso, pues el remitente me daba otra pista.

Remitente: Clan Lobo.

De alguna manera, todo lo que investigo parece llevarme devuelta al Clan Lobo. Sé que he crecido con resentimiento en su contra, y en realidad tengo razones para hacerlo, pero no entiendo cómo es que todo termina conectándome a ellos.

—He visto esto antes.—murmuré.

—¿Lo has visto?—preguntó la señora Miller.—Resuélvelo tú si es que puedes, niñita. Lo encontré en mi puerta hoy en la mañana: solo un remitente y ni una sola letra en el contenido.—dijo muy molesta quitándole importancia.

—Tuve un caso con otro clan. Era una amenaza para el líder.—respondí tratando de recordar cómo lo resolví hace unos años.

Casi al instante se me ocurrieron dos formas de leer el contenido de la, aparentemente, carta vacía.

Corrí hacia la camioneta de Johnson quien tiene un kit para escenas de crimen, solo por si es necesario, y saqué la linterna de luz ultravioleta. Si era alguna especie de tinta invisible especial, está se revelaría en cuánto la luz ultravioleta la iluminara.

—No ocurre nada.—Valencia señaló lo obvio.

—Entonces, este no es el método correcto.—murmuré.—Señora Miller, ¿Tiene usted una vela o un encendedor?

Montoya sacó uno de su bolsillo y me lo entregó. Tras aplicar un poco de calor sobre el papel, este comenzó a cambiar de color, revelando así, el mensaje oculto.

—Para ser un Clan de vastos recursos, no puedo creer que recurrieron a un experimento para niños para enviar una carta de amenaza.—comentó Valencia.

—Lo hacen sencillo para la otra persona. No todos tienen una lámpara ultravioleta para revelar mensajes ocultos.—dije con sarcasmo.

La carta tenía un mensaje, aunque sencillo, preocupante:

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