Deja de jugar

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Los Ángeles, California.
Enero 15, 2023.

Alexandra

—Odia el mes de diciembre...— escuché a Victoria.—Durante ese tiempo se pone irascible y prefiere irse de la ciudad.—añadió.

Apenas regreso a casa y ya escucho a las chicas hablar mal de mí.

Realmente tiene razón; no me agrada el mes, lo odio con el alma, pero creo que describirme como "irascible" es un poco excesivo.

Cerré la puerta con delicadeza, intentado qué ninguna se diera cuenta de mi llegada, sobre todo Summer porque lo más seguro es que intente atacarme con preguntas que no voy a responder.

Por supuesto, mi plan se fue al garete cuando Lila, quien estaba sentada en el sofá, hizo obvia me presencia.

—Me alegra tenerla de vuelta en la mansión, jefa.—saludó con su dulce sonrisa.

Amo a mis chicas y les agradezco toda la ayuda y el alivio que representan en mi casa, pero ahora mismo podría ahorcarla. Creo que es muy obvio que no quieres que nadie se entere de que acabas de volver de un largo viaje, si intentas cerrar la puerta con delicadeza y en total silencio.

—Lila...—gruñí entre dientes.

Pronto se dio cuenta del error que cometió y se tapó la boca enseguida. Ya fue tarde para cuando lo hizo porque Vic y Summer ya se estaban acercando a nosotras.

Summer esbozó una pequeña sonrisa de pena y supe que debía evitar entablar una conversación.

Suspiré de manera pesada, lo que hizo que Lila diera un paso atrás y a Victoria detenerse en seco y dudar de su siguiente acción.

—Estaré trabajando en mi oficina.—bufé y subí las escaleras rápidamente.

En parte no era mentira, porque el trabajo de la empresa jamás se termina. Pero también era la excusa perfecta para evitar a Summer.

Y hablando de ella. No esperé verla en la mansión cuando regresara. Pensé que aprovecharía mi ausencia para desobedecerme e ir a buscar problemas con los clanes nuevamente.

—Alex, necesitamos hablar.—me pidió en voz baja al ver la seriedad en mi rostro.

—Leí los cuatrocientos mensajes que me dejaste, Summer.—suspiré.—Después de haberte esforzado tanto por hacerme desistir de la idea de hablar contigo, ahora eres tú quien quiere hablar...—intenté reírme, pero el recuerdo de lo que Victoria dijo aquel día me detuvo.

"Intenta hablar con ella cuando estés más tranquila. Quizás puedan llegar a algo"

—Sube.—ordené sin más. Observé a Victoria de reojo como sonreía en un gesto de alivio.

Subí las escaleras con la esperanza de que haya entendido lo que había querido decir.

Llegué a mi oficina y cerré la puerta tras de mí. Me senté en la silla detrás del escritorio y empecé a llenar unos papeles y revisar archivos como si nada hubiera pasado.

Al cabo de un rato, alguien tocó la puerta. Y sin esperar respuesta, entró en la oficina.

Ni siquiera esperé a que entrara por completo cuando me di cuenta de quién era.

—¡Dios!—gruñí.—En definitiva, tú eres la última persona que quiero ver ahora mismo.—murmuré.

—No puedes librarte tan fácil de mí.—dijo con superioridad con su sonrisa perlada.—Mucho menos cuando sé que pasaste por la que, según tú, es la peor época del año.

Jugando con la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora