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Jeno abrochaba los botones de su camisa con una sonrisa en los labios. Su piel aún hormigueaba con los remanentes del placer que experimentó hace solo unos minutos. Se había llevado una sorpresa más que grata. Jaemin era una caja de sorpresas. Cuando lo jaló bajo la ducha, no pensó que fuera a responder de una forma tan... apasionada.

Sacudió la cabeza y se miró en el espejo. Su piel resplandecía, besada por el sol y por el sexy abogado que ahora se encontraba revolviendo las valijas buscando vaya a saber uno qué. Se giró apenas, admirando las formas elegantes del alto. Su espalda ancha de hombros poderosos, la cinturita estrecha, el pelo largo húmedo casi tocándole los hombros. Vio los surcos rojos que él mismo le había hecho en los hombros en un arrebato de lujuria cuando Jaemin se dejó caer de rodillas frente a él y le había hecho delirar con su boca experta. No tuvo más opción que aferrarse a la piel del alto cuando sintió que su cabeza estaba felizmente vacía de toda realidad y ahora flotaba en una nebulosa espiralada de jadeos y gemidos que no sabía dónde empezaban ni dónde terminaban. Había sido toda una locura.

—Jae... —dijo siguiendo los movimientos del otro en el reflejo del espejo. Jaemin se giró, sus hermosos ojos grandes brillando. —Eso fue increíble...

Jaemin jadeó en silencio y sonrió apenas. —Lo fue. Me tomaste por sorpresa...

—Bueno, para haber sido algo sorpresivo respondiste muy rápido. —Jeno quiso reír fuerte cuando un rubor adorable cubrió toda la cara de Jaemin. Nunca se iba a cansar de ver esas reacciones que le hacían querer derribarlo para besarlo entero. Ahora que había probado todo lo que Jaemin era capaz de hacerle sentir, había desbloqueado una necesidad de tocarlo que parecía quemarle la punta de los dedos.

—Yo... bueno... eres sexy y tu cuerpo... todo eso, así... —las palabras salieron atropelladas de sus hermosos labios abultados. —Tú me provocaste —acusó.

—¿Yo? —Jeno levantó las cejas y agarró la corbata negra, pasándola por el cuello de la camisa. Jaemin se perdió por un momento en los movimientos sensuales que hacía Jeno. No sabía cómo moverse en el mismo espacio que él sin sentirse ahogado. Estaba encontrando difícil mantenerse en su sitio cuando solo quería arrancarle esa camisa y morderle los pezones. —Yo soy el que te provoca cuando tú estás mirándome así...

Jaemin movió rápidamente los ojos hacia arriba, enfocándolos en la cara del otro. —¿Co... cómo te estoy mirando? —soltó las palabras intentando sonar desafiante pero sólo pareció un lamento. Era patético.

—Como si quisieras saltar a mi cuello... Puedes hacerlo... —hizo el ademán de aflojarse la camisa. Jaemin abrió los ojos y se acercó con las manos hacia adelante.

—No. No lo hagas —sus dedos se cerraron sobre las manos contrarias. —Por favor... si no bajamos en unos minutos mi madre vendrá personalmente a tumbar la puerta y llevarnos a la rastra.

Jeno se relamió y con un movimiento rápido lo acercó a su cuerpo y pegó la nariz en el hueco del cuello de Jaemin. Acarició la piel suave y exhaló. El aire tibio hizo estremecer el cuerpo delgado bajo sus brazos. —Quiero arrancarte ese traje con los dientes —susurró— no sé qué diablos me hiciste, pero de repente quiero encerrarte en esta habitación y enterrarme en ese trasero que me está volviendo loco.

Jaemin cerró los ojos y haciendo acoplo de todas sus fuerzas (que a ese punto eran muy pocas), lo empujó suavemente, rompiendo ese calor delicioso que se estaba empezando a juntar en la parte baja de su abdomen.

¡Dios santo! ¿Cómo habían llegado a ese punto? Sentía las piernas inestables y su pulso estaba, definitivamente, alterado. Estaba seguro de que si alguien tocaba su pulso podría sentir la sangre burbujear bajo su piel. ¿Había sentido algo así antes? Estaba seguro de que no. Por supuesto que se había sentido excitado antes. No era la virgen María, pero estaba más que seguro que nadie había hecho que su corazón bombeara el doble de sangre y su entrepierna se agitara con solo dos palabras. Haber contratado a Jeno para hacerse pasar por su pareja había sido una jugada positivamente masoquista.

—Jeno —jadeó apoyando su frente en la del stripper— escucha...

Jeno rodó los ojos. —¿Te arrepientes de lo que hicimos? —Algo en su expresión se alteró porque Jaemin se apresuró a tomarle la cara entre las manos.

—No. ¿Cómo puedes pensar eso? Es solo que... ya te lo dije antes, siento que estoy aprovechándome de ti —Jeno abrió la boca para decir algo, pero Jaemin lo calló con un beso casto en sus labios. —Lo que pasó fue increíble, en serio. Me... Me gustó mucho. Me gustó demasiado.

—¿Pero? —Jaemin quiso morir cuando vio la expresión en los ojos del musculoso. Parecía... decepcionado. Las cejas hacia arriba, el ceño fruncido, un leve puchero que lo hacía parecer extrañamente infantil. Jaemin estaba seguro de que no iba a poder negarle nada a Jeno si le echaba esa mirada demoledoramente tierna.

—Mira... Yo... —un celular vibró contra la madera de la mesa de noche. Ambos se giraron hacia el aparato. —Es tu teléfono —dijo Jaemin señalando con la cabeza hacia la mesita.

—No me importa, termina lo que estabas por decir...

—Puede ser importante —el aparato seguía sonando. De golpe Jeno pareció acordarse de algo y se alejó de Jaemin para tomar el teléfono.

—Hola... ¡Pa! ¿Có... cómo está todo? ¿Cómo está mamá?...

Jaemin se metió en el baño dándole un poco de privacidad a Jeno y también para calmar sus impulsos. Estaba perdido. Jeno lo estaba amarrando lentamente a su cintura. Pronto sintió las risas de sus amigos, burlándose de lo poco realista que había sido al pensar que iba a poder mantenerse célibe con Jeno a su lado. Iluso.

Ninguno dijo una palabra mientras bajaban hacia el vestíbulo. Jaemin echaba miradas discretas a Jeno, lo notaba raro desde que había colgado la llamada con su padre.

—Jeno —este lo miró— ¿pasó algo?

Jeno sacudió la cabeza, pero su expresión no era la más feliz. Él tenía una personalidad extrovertida y por lo general siempre estaba sonriendo.

Jaemin suspiró y se giró hacia él, apoyándole ambas manos en los hombros grandes. —Escucha, entiendo que apenas nos conocemos y que, tal vez, no sientas la confianza como para decirme las cosas. Pero no quiero que pienses que no puedes contarme nada. Podemos ser amigos... soy muy bueno escuchando —le sonrió cálidamente y Jeno asintió.

—Mi madre está muy enferma —dijo abatido. —Y el tratamiento es costoso.

—¿Por eso aceptaste esto? —Le preguntó.

Jeno asintió una vez más. —Esa plata era para que pudiera empezar con el tratamiento.

—Claro. Entiendo. Dame tu número de cuenta. Te depositaré la plata ya mismo.

—No, Jae. No es necesario, yo puedo...

—Nada —lo cortó—. La salud de tu madre está antes que todo. Además, te lo ganaste.

Jeno no supo cómo responder a eso. Solo había pasado un día y medio... ¿Acaso Jaemin pensaba que todo lo que había pasado había sido por... trabajo?

—Jae...

Jaemin ya había sacado su celular del bolsillo. Lo miró. —Tu número —apremió.

Jeno lo pensó unos segundos y luego se lo dio. Iba a tener una larga charla con Jaemin más tarde.

Su celular vibró avisándole el movimiento en su cuenta. Debía mandarle el dinero a su padre.

Jaemin caminó hasta la recepción y aprovechó esos minutos para avisarle a su padre que el dinero ya estaba en camino, cuando vio que en su cuenta había mucho más de lo que habían acordado inicialmente. Cerró los ojos, algo contrariado. Jaemin estaba siendo demasiado generoso. Y eso no le agradaba nada. 

Fakers | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora