12. Romer

164 10 4
                                    

Me desperté al día siguiente con unos mensajes de Clara de qué si estaba mejor, o si quería ir por un café, pero hoy me sentía con ganas de dominar, de ser yo de nuevo.

No dudé en ponerme mi mejor vestido y salir a trabajar, para después pasar por el club a encontrar a alguien con quien jugar.

Después de terminar lo que tenía, fui a la oficina de mi madre a buscar más trabajo y las persianas estaban cerradas… Eso solo significa una cosa, se*xo. Están teniendo se*xo ahí adentro, así que esta vez, solo me quedé en la puerta a esperar a que terminen, lo que fue un buen rato, hasta que su asistente abrió.

—Kelian, tenés todo manchado de labial rojo y la brageta abierta.

—¡¿Qué?! —Entró en pánico y fue casi corriendo al baño.

En realidad, estaba mintiéndole, no vi su bragueta, solo quería corroborar que lo que estaban haciendo ahí no era trabajar.

—Hola, madre. —Dije cuando entré. —Vas a tener que airear un poco, por el se*xo, digo.

—Johanna, por favor, no hables de eso.

—Qué, no es como si fuera secreto, estaba esperando hace quince minutos a que terminen.

—¿Necesitás algo?— Preguntó cambiando de tema.

—Te vine a traer unos papeles, y necesito algo de trabajo, ya terminé el mío.

—Está bien, dame. Pasale a Kelian la presentación de pasado mañana, para que la revise por mí.

—Bueno. —Acepté y agarré una pila de carpetas que me entregó.

—Tenés suficiente trabajo para dos días, cuando requieras más, pedile a Kelian.

—Gracias, madre.

Salí de ahí y al menos una de las dos se está divirtiendo… Eso va a cambiar esta noche…

Al terminar dos de las carpetas que mi madre me dio, salí del trabajo y fui directo a casa a vestirme apropiadamente, para el club.

Agarré mi moto y emprendí camino a mi bar bdsm favorito. Estacioné entre los autos y reconocí uno de ellos. Romer… Así que vino él también…

Bajé y entré, la entrada era privada, así que mostré mi tarjeta y me dejaron pasar. La vista, pasando las cortinas negras era como de otro mundo. Uno prohibido, uno sin inhibición, uno libre.

No tardé en encontrar a Romer sentado en uno de los sillones con una sumisa arrodillada a sus pies. Movía su vaso de whisky en círculos y miraba a la sumisa con asco.

Mientras yo me acercaba a saludar, lo escuché.

—No sos mi tipo, ni lo intentes. —Le dijo y la sumisa bajó la cabeza y se levantó para irse.

—Podrías darle una oportunidad. —Le dije y se dio la vuelta, para verme.

—Me gustan los retos, esta no era uno de ellos. En cambio, vos, Johanna, si serías un buen reto.

—Dominante con dominante no funciona, Romer.

—Fuiste sumisa una vez, quién dice que no puede pasar de nuevo.

—En tus sueños tal vez.

—Tal vez… —Me miró de arriba abajo y movió su mano, para que me siente a su lado. —Me enteré de que tu sumiso te dejó.

—Yo lo dejé a él.

—¿Viniste por uno nuevo? Hay nuevas caras.—Acotó moviendo su brazo con el whisky a unos chicos que se sentaron en una mesa.

La dueña de mi vida [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora