Capítulo 3: Cuatro meses

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R.I.P - Sofía Reyes, Rita Ora, Anitta.

Isabella

Podía tolerar muchas cosas, pero esta precisamente no. Cómo es que el hombre tan educado del correo electrónico resultó ser el mismo idiota de la boda.

Sin emitir una sola palabra tomé mis cosas esperando que captara la indirecta. No estaba dispuesta a trabajar para él, mucho menos después del trato tan descortés que tuvo la primera vez que nos vimos, eso solo me demostraba que su apariencia y su forma de ser no pegan ni juntan.

Dándole una mirada orgullosa pasé por su lado, me caía en la punta del hígado que se mantuviera tan tranquilo con las manos en los bolsillos.

—Isabella, espera —dijo a mis espaldas.

—¡Vete al diablo, patán! —bramé hirviendo en rabia.

—Vamos, al menos dame la oportunidad de hablar contigo.

Oía sus pisadas lentas detrás de mí, pero en ningún momento me detuve a escucharlo. ¿Acaso no entendía que su actitud de conquistador era lo que me molestaba?

—¿Oportunidad? —respondí con ironía, avanzando más rápido hacia la entrada—. Lo único que sale de tu boca son tonterías y yo no tengo tiempo para eso, me gusta trabajar con gente seria y profesional Hansel, tú no cumples ninguno de los requisitos.

No podía controlar la ira visceral que sentía al tenerlo a solo unos pasos. Me molestaba todo de él, así que seguí caminando, aumentando el ritmo, sintiendo como la rabia crecía más con cada paso que él daba hacia mí. Mi mente estaba llena de palabras que me moría por lanzar, pero las reprimí, debía mantenerme a raya para que se diera cuenta de que él no estaba a mi altura.

—Qué rápido pasé de ser el señor Becker a solo Hansel.

—No te mereces el título de señor, eso es para los caballeros.

—¿Acaso no lo soy?

—Por supuesto que no —me burlé de que solo considerara la idea de serlo—. Careces de muchas cosas para serlo. No vuelvas a buscarme, no estoy interesada en nada de lo que puedas ofrecerme.

Hansel se quedó callado finalmente y no intentó perseguirme, por un momento me sentí vencedora. Había logrado hacerlo comprender la diferencia abismal que nos separaba, pero al llegar a los escalones de la entrada lo escuché suspirar.

—Entonces es cierto lo que dicen de ti —murmuró con las palabras colmadas en confianza.

Blanqueé los ojos e ignoré su voz, debe ser otra de sus malas jugadas.

—Hace poco oí el rumor de que la gran Isabella Villaroel, o sea tú, la talentosa paisajista —ronroneó avanzando a pasos lentos y largos—. Sales corriendo cada vez que un proyecto te queda grande. ¡Qué decepción!

—¿Disculpa? —detuve mi andar y giré en redondo encontrándome con la mirada de Hansel.

—Te disculpo florecita —dijo deteniéndose unos pasos antes de llegar a mí—. Si no puedes remodelar mi jardín solo dilo y contrataré a alguien más. No es necesario que pongas de excusa la forma en que nos conocimos.

Levanté las cejas incrédula a lo que acababa de oír. Me estaba acusando de un rumor del cual nunca he oído porque soy muy buena en mi trabajo. Mis clientes siempre terminan extasiados con los resultados e incluso me recomiendan con sus socios, era evidente que estaba jugando de una forma muy sucia para acorralarme a aceptar.

—Hansel, soy una de las mejores paisajistas en el país y no hay nada que no pueda hacer, con solo un par de ideas tu espantoso jardín parecería el mismísimo edén. —Me mantuve orgullosa y segura de mis palabras, no iba a permitir que un patán de cuarta criticara mi trabajo con chismes que no eran verídicos.

Intenta no enamorarte de mí, florecita EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora