IV

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El rey Hades es el único quien puede estar sentado en el gran trono en mitad de la sala, Qin solo es capaz de distinguir su sombra, y quiere ver mucho, muchísimo, más. Se lamenta de todas las decisiones en su vida que lo llevaron a elegir una venda para los ojos para usar en sus espectáculos. Pensar que tiene a un hombre como su soberano a unos cuentos metros y no puede verlo le da ganas de gritar y tirarse del pelo, pero nada de eso se refleja en su rostro: es más, se obliga a poner una sonrisa pequeña pero seductora, para que aquellos que lo vean se centren en sus labios pintados con cerezas.

—Qin —el bailarín debe aguantar el gemido que quiere escapar de sus labios cuando la voz ronca del rey acaricia sus oídos. Qin baja la cabeza esperando a que su rey continuará—. Creí haberte dicho que te quitaras esa venda.

Qin, a diferencia de la última vez, sintió alivio ante la orden del rey, contento con saber que podría apreciar su figura sin restricción de por medio—. Sí, wǒ de guówáng, lo lamento — con fluidos movimientos, levantó las manos para desatar el nudo, y se permitió disfrutar de la escena enfrente suyo.

El rey Hades llevaba un pantalón negro, mucho más ajustado que el último en que lo vio, mostrando sus piernas de la mejor manera. Portaba una camisa entallada abotonada hasta las caderas, que cuelga suelta por su cuerpo también de color negro. Encima de eso tenía un manto, una larga pieza de terciopelo color plateado anudado al cuello, y la corona en la cabeza. Si Qin había pensado que se veía bien la última vez se vieron, realmente no tiene palabras para describir adecuadamente lo hermoso que se aprecia con su atuendo real ahora.

El rey lo está mirado fijamente, por supuesto. Qin no cree que alguien pueda no verlo cuando es la persona con más confianza en la habitación, viéndose exquisito para toda persona, y que el rey no sea inmune a sus efectos le sube el ego. Se pavonea por la forma en que los ojos claros del rey se deslizan lentamente sobre su cuerpo, y sabe que hizo una buena elección al elegir tal atuendo; no va a cometer el mismo error de la última vez, y sabe que una buena elección de ropa es una excelente manera de llamar la atención del hombre.

—Qin —vuelve a llamar el rey, e incluso a través de la música que se reproduce y las conversaciones en voz alta que se mantienen a su alrededor, Qin lo escucha como so estuviera frente de él—. Baila —ordena.

Qin no es un sirviente obediente, por lo que se toma solo un momento para asentir e inclinarse, antes de encontrar el centro de la habitación y dejar que la música lo lleve. No importa el ritmo, él baila, balanceando sus caderas y doblando su espalda mientras sus manos se retuercen y giran sobre él; extendiendo los brazos mientras se retuerce, sacando una cadera al son de una pandereta. Da vueltas y vueltas y sonríe, incluso si aún no le gusta su sonrisa, algo temblorosa en los bordes, y sus colgantes de bronce repican y cantan con cada movimiento, atrayendo la atención de todos en la habitación. Se permite darse un festín con la atención, pero sus ojos siguen mirando al rey, wǒ de guówáng, esperando el momento en que le diga que se detenga, aunque no está seguro de que llegue.

Llega, lamentablemente, después de que hayan pasado algunas canciones y algunos de los guardias se hayan acercado demasiado. Qin está acostumbrado a la proximidad, pero puede decir que el rey no está contento con eso. Levanta una mano y la música se detiene abruptamente, y los ojos de todos se posan en el sobornado mientras vuelve a bajar el brazo.

—Qin —llama una vez más, pero esta vez su voz es lo único que resuena en la habitación—. Ven aquí —dice, y aunque suena como una orden, hay una dulzura debajo de su tono que le hace saber a Qin que es una petición; él decide seguir con la solicitud, de todos modos—. Arrodillate —Qin podría decir que no, lo sabe, pero no tiene motivos para hacerlo; se arrodilla justo en frente del trono del rey, con la cabeza colgando hasta que siente los dedos del hombre en su barbilla, inclinándola hacia arriba—. ¿A quién perteneces, Qin Shi Huang?

Wèi wǒ ér wǔ ---haqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora