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Al llegar a la habitación, Qin está conteniendo la respiración. No está seguro de cómo hacer esto. Por lo general, sus encuentros sexuales son mucho más espontáneos, sin tiempo para pensar en lo que está a punto de hacer. Ha estado tanto dando como recibiendo el afecto de los demás, pero la mayoría de las veces es él quien se folla a alguien sin sentido, dada su fuerte constitución. Por las acciones anteriores del rey y la forma en que se comporta, Qin cree que ese no será el caso esta vez.

No es que le importe. Siempre se siente mejor cuando está siendo llenado, su orgasmo es mucho más placentero cuando tiene la polla de alguien en su culo. Sin embargo, no es propio de él decirlo, por lo que solo hay unos pocos casos en los que sucedió en su historial sexual.

—Ve a bañarte —ordena el rey después de cerrar la puerta, el agarre de la mano de Qin se afloja hasta que la deja caer—. No te molestes en elegir una muda de ropa.

Qin casi se queja, diciendo que se ha bañado antes de ir al banquete, pero se obliga a cerrar los labios. Está bastante sudado, todavía, y darse un baño le da la excusa perfecta para calmarse. Él asiente y hace una reverencia por un momento, dirigiéndose hacia donde sabe que está el baño adyacente, hundiéndose en el agua una vez que la bañera de porcelana está llena por segunda vez en el día. Una vez más, se frota los pliegues y las llanuras de su piel, asegurándose de que esté bien lavado, antes de salir de la bañera y envolver una toalla alrededor de su cintura, protegiéndolo de la vista de ahí en adelante.

Las palabras que el rey pronuncia salen calladas, los ojos claros recorren la piel brillante del torso de Qin—. Acuéstate en la cama. Quiero verte.

Qin tenía la esperanza de conseguir unos minutos más para mentalidazarse; necesitaba reunir todo el coraje que tuviera en su cuerpo, obtener la valentía de creer en sí mismo y que el rey no está loco por quererlo. Sin embargo, tiene que actuar ahora, no tiene esperanza a la cual aferrarse. Aún así, lo hace. Se mueve para acostarse boca arriba en la cama.

La toalla todavía está atada con fuerza alrededor de su cintura, su confianza disminuye con cada segundo que el rey se para al pie de la cama, observándolo. Su corazón hace algunos extraños saltos dentro de su pecho, dejándo su respirando un poco temblorosa. Cierra los ojos, imaginando que podría ser más fácil, y levanta un brazo para descansarlo sobre su rostro mientras escucha al rey comenzar a desvestirse.

—Qin —llama el hombre, y el bailarín siente que la cama se hunde junto a sus rodillas; no se atreve a moverse para mirar—. Qin Shi Huang —él insiste, y el mencionado no tiene más remedio que mirarlo, con la boca entreabierta mientras pequeños suspiros escapan por sus labios—. ¿Estás nervioso?

—Yo- eh, no. Por supuesto que no —Qin se apresura a responder, aunque sabe que no se escucha ni un poco convincente. Pero ante la profunda mirada del soberano, la sinceridad brota de él—. Sólo... no sé por qué me eligió a mí, wǒ de guówáng. Hay gente mucha más atractiva por las calles. Bailarines que probablemente están más a su altura.

—Qin —su nombre envía un escalofrío por su espalda, y Qin es flexible cuando el rey toma su mano, apartando el brazo de su cara—. Te deseo. No he querido a nadie en mucho tiempo, pero te quiero a ti —las palabras se sienten reverentes, como si el rey estuviera diciendo una verdad universal—. Permíteme mostrarte por qué, si no crees en mi palabra, mis acciones deberán ser suficientes.

Qin observa con gran expectación cómo el rey, completamente desnudo, se sube sobre él. Sus muslos encierran a Qin debajo de él, sus manos a cada lado de su cabeza. El bailarín está hipnotizado por la forma en que sus rizos rebotan mientras lo mira, toda su cara a la vista por una vez. Es un hombre hermoso, aprecia Qin una vez más, pero no tiene mucho tiempo para admirarlo.

Wèi wǒ ér wǔ ---haqinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora