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—¿Lea?

El alfa pareció asustarse ante la repentina voz en aquella silenciosa habitación, aunque cuando giró su cuerpo hacia el omega, lucía nervioso.

—Joya, ¿Qué hace' acá?— contraatacó con una nueva pregunta, sentándose en la cama y ocultando de manera discreta algo entre sus manos.

—Es mi pieza, estúpido. Me parece que cuando tengo un armario con mi ropa, tendría que venir acá a cambiarme. — explicó el de ojos verdes causándole gracia la mueca en su amigo.

—Es verdad, que pelotudo. — se dijo a sí mismo, casi sin creerse que esa pregunta haya salido de sus labios. —Perdón, pau. Sigo con resaca todavía y me dejó medio boludo.

El mayor, sin embargo, fingió creerle únicamente para dejar la conversación hasta ahí; estaba preocupado por la hora que era al recordar que pronto tenía una reunión con su director técnico y compañeros del club.

Aunque en realidad, desde que estuvo compartiendo con el alfa la estadía en su casa, la distinguida habilidad que tenía para ser puntual, fue desapareciendo para ser cambiada por sus ganas de quedarse junto al porteño todo el tiempo posible, a pesar que este también tuviera responsabilidades.

—Epa, pará el carro un momento. — pidió Dybala, notando por el rabillo del ojo cierta prenda que parecía ser de su propiedad. —¿Ese es un bóxer mío?

—...¿Cómo?— preguntó Paredes, analizando con total concentración el bulto color blanco en su palma, hasta tirarla en la cama como si estuviese sorprendido de tenerla. —Ah, seguro que sí. Lavé la ropa hace rato y se me habrá pasado dártela.

—¿Me la pasas? Total ya la uso y no gasto energía en ir hasta el cajón.

El alfa simplemente le lanzó la prenda inferior con una notable vergüenza por aquel rubor en sus pómulos, y luego, tan rápido como apareció, se despidió excusándose en que también debía enlistarse para su trabajo.

En eso Paulo no iba a atrasarlo, pues era más duradero el viaje de Leandro que el suyo.

Aún así, cuando por fin pudo cambiarse y estar únicamente en privacidad, notó algo en la prenda que antes fue tomada por su compañero.

—¿Qué concha...?

Justamente, a pesar de que la tela sea blanca, podían notarse pequeñas manchas oscuras, casi como si estuviese húmedo; a esto le hizo caso omiso, pues aún continuaba mojado y no se había secado por completo.

Ahora tenía una necesidad mayor, y era reunirse con su club.

Por eso mismo, tardó muy poco tiempo en buscar su uniforme. Al conseguirlo, rápidamente dividió sus tiempos en perfumarse, y bajar las escaleras hasta la cocina para poder tomar algún aperitivo.

—Lea, yo ya me voy. — avisó el omega al alfa que estaba en su misma situación, con la diferencia de que él tomaba un abrigo del perchero. —Pero hoy es viernes, asique salgo más temprano y decidimos que comer, ¿Dale?

MARCAS DISCRETAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora