Irónicamente, desde los ataques, las puestas de sol han sido gloriosas. Fuera de nuestra ventana del condominio, el cielo arde en llamas como un mango con hematomas de colores: naranja vivo, rojos y morados. Las nubes se incendian con los colores del atardece, y estoy casi asustado de que aquellos que estamos atrapados por debajo nos incendiemos también.
Con la moribunda calidez en mi cara, intento no pensar en otra cosa que en hacer que mis manos dejen de temblar mientras metódicamente cierro mi mochila.
Me pongo mis botas favoritas. Solían ser mis favoritas porque una vez recibí un elogio de Kim Yugyeom sobre el aspecto de las tiras de cuero que bajaban formando una red a los lados. Él es —fue— un animador y conocido por su buen gusto por la moda, por lo que pensé que estas botas eran mi testigo de declaración de moda a pesar de que están hechas por una compañía de botas para senderismo. Ahora son mis favoritas porque las tiras son perfectas para sujetar un cuchillo.
También introduzco afilados cuchillos para carne en el bolsillo de la silla de ruedas de Rowoon. Dudo antes de poner uno en el carrito de mi mamá, que está en la sala de estar, pero lo hago de todos modos. Lo deslizo entre una pila de Biblias y un montón de botellas vacías de refrescos. Muevo algo de ropa encima cuando ella no mira, con la esperanza de que nunca averigüe que está allí.
Antes de que esté totalmente oscuro, llevo a Rowoon por la sala de estar, hasta las escaleras. Él puede moverse por su propia cuenta, gracias a su preferencia por una silla convencional sobre el tipo eléctrico. Pero puedo decir que se siente más seguro cuando yo lo empujo. El ascensor es inútil ahora, por supuesto, a menos que estés dispuesto a arriesgarte o quedarte atascado cuando se va la electricidad.
Ayudo a Rowoon a salir de la silla y lo llevo sobre mi espalda mientras nuestra madre rueda la silla tres tramos de escaleras. No me gusta sentir lo esquelético que esta mi hermano. Está demasiado ligero ahora, incluso para tener siete años de edad, y me asusta más que todo lo demás combinado.
Una vez que llegamos al vestíbulo, pongo a Rowoon devuelta en su silla de ruedas. Le acomodo un mechón de cabello oscuro detrás de su oreja. Con sus pómulos salientes y sus ojos del color azul como la medianoche, casi podríamos ser gemelos. Su rostro se asemeja más al de un duendecillo que el mío, pero agrégale otros diez años y se vería justo como yo. Aunque nadie jamás nos confundiría, incluso si ambos tuviéramos diecisiete años, más de lo que la gente mezclaría frio y caliente o blando y duro. Incluso ahora, tan asustado como está, las esquinas de su boca se elevan en el fantasma de una sonrisa, más preocupado por mí que por él mismo. Le regreso una, intentando irradiar confianza.
Subo corriendo las escaleras de vuelta, para ayudar a mamá a bajar su carrito. Luchamos con lo desgarbado, haciendo todo tipo de operaciones mientras nos tambaleamos por las escaleras. Esta es la primera vez que he estado contento de que nadie estuviera en el edificio para escucharlo. El carrito esta atiborrado de botellas vacías, mantas de cuando Rowoon era un bebé, pilas de revistas y Biblias, cada camisa que papá dejó en el armario cuando se mudó y por supuesto, las cajas de sus preciosos huevos podridos. Ella también ha rellenado cada bolsillo de su suéter y de su chaqueta con los huevos.
Considero dejar el carrito, pero la discusión que tendría con mi madre tomaría mucho tiempo y sería mucho más ruidoso que ayudarla. Solo espero que Rowoon esté bien durante la cantidad de tiempo que tomara bajarlo. Debía patearme a mi mismo por no bajar el carrito primero y así Rowoon podría estar en el piso de arriba, lugar relativamente seguro, en lugar de estarnos esperando en el vestíbulo.
Para el momento en que llegamos a la puerta del edificio, yo ya estoy sudando y mis nervios están desgastados.
—Recuerden —digo—. No importa lo que pase, solo sigan corriendo por el camino hasta llegar a Geumgok-Dong. Entonces diríjanse a las colinas. Si nos separamos, nos encontraremos en la cima de las colinas, ¿de acuerdo?
Si nos separamos, no hay muchas esperanzas de pudiéramos reunirnos en algún lugar, pero necesito mantener la ilusión de la esperanza porque eso puede ser todo lo que tenemos.
Pongo mi oreja en la puerta de nuestro edificio de condominios. No escucho nada. Ni viento, ni pájaros, ni coches, ni voces. Jalo de la pesada puerta sólo un poco y doy un vistazo.
Las calles están desiertas excepto por unos automóviles vacíos estacionados en cada carril.
El día pertenece a los refugiados y a las pandillas callejeras. Pero por la noche, todos desaparecen, dejando las calles desiertas al atardecer. Ahora, hay un fuerte temor de lo sobrenatural. Ambos, mortales depredadores y presas, parecen estar de acuerdo en escuchar sus temores primarios y ocultarse hasta el amanecer. Incluso la peor de las nuevas bandas callejeras deja la noche a cualquier criatura que pueda rondar por la oscuridad en este nuevo mundo.
Al menos, lo han hecho hasta ahora. En algún momento, los más desesperados comenzarán a tomar ventaja de la noche a pesar de los riesgos. Espero que seamos los primeros, así seremos los únicos ahí afuera, por ninguna otra razón que esa arrastraría a Rowoon lejos de ayudar a alguien en problemas.
Mamá se sujeta de mi brazo mientras mira fijamente a la noche. Sus ojos están intensos por el miedo. Lloró tanto el año pasado desde que papá se fue que sus ojos ahora están hinchados permanentemente. Tiene un terror especial de la noche, pero no hay nada que yo pueda hacer al respecto. Empiezo a decirle que todo estará bien, pero la mentira se congela en mi boca, es inútil tranquilizarla.
Tomo una respiración profunda y jalo bruscamente la puerta para abrirla.
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Á𝒏𝒈𝒆𝒍𝒆𝒔 𝑪𝒂í𝒅𝒐𝒔 - 𝑨𝒅𝒂𝒑𝒕𝒂𝒄𝒊ó𝒏 𝑽𝒌𝒐𝒐𝒌
خيال (فانتازيا)¿𝘠 𝘴𝘪 𝘭𝘰𝘴 á𝘯𝘨𝘦𝘭𝘦𝘴 𝘯𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘵𝘢𝘯 𝘣𝘶𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘤𝘳𝘦í𝘢𝘮𝘰𝘴? Han pasado seis semanas desde que los ángeles del apocalipsis descendieron para demoler el mundo moderno. Las pandillas callejeras gobiernan el día mientra...