Lowell
Probablemente sí en un pasado me hubiesen preguntado en donde me visualizaba en un par de meses, hubiese dicho que tres metros bajo tierra con una enorme lápida con mi nombre escrito en esta sobre mí.
Y sonaba fantástico.
Pero no tanto como el hecho de tener sobre mí a la rubia de menos de uno sesenta, que era la dueña de cada uno de los sonidos de placer que salían desde mi garganta justo ahora.
Su falda floreada a penas y cubría sus muslos debido a que la tenía abierta de piernas. Lo suficiente como para que su entrepierna se frotarla con la mía cada vez que hacía movimientos con sus caderas.
Ese par de orbes azules me miraban directo a la cara, como si escaneara cada gesto. Como si quisiera confirmar que sus movimientos estaban funcionando y me estaban llevando a un nivel máximo de placer.
Llevaba tanto tiempo deseando esto que sabía que con el simple hecho de tenerla sobre mi iba a estar más que extasiado.
Mis manos que acariciaban sus muslos subieron hasta sus caderas, aferrándose a estas para que al hundirlas en su piel ella supiera lo mucho que me gustaba tenerla así.
Solo para mí.
Su boca se entreabrió, viéndose incluso más tentativa ahora que parecía incapaz de dejar de morderse los labios debido al placer.
-Low...-Suspiró, rosando esa preciosa boca contra la mía.
Con nuestras frentes pegadas y sus manos aferrándose a mi espalda desnuda se podría definir como uno de mis escenarios favoritos.
Sus labios rozaron con los míos, haciéndome caer en una desesperación por querer mordisquear, por querer absorberlos hasta el cansancio.
Maldita sea, quería hacer tantas cosas con ella que el simple hecho de no saber por dónde iniciar me estresaban.
El agarre en sus caderas se fortaleció y ella ni siquiera rechisto cuando le di la vuelta, colocándola contra el colchón de mi cama.
-Low...-Suspiró.
Pero que bien se escuchaba mi nombre saliendo de esa boca.
Levanté su blusa ridículamente rosada, descubriendo sus costillas, dejándola justo en donde sus senos iniciaban. Sin dejar de verla, mis labios acariciaron su abdomen, contemplando como este se contraía. Por inercia, sus piernas se abrieron aún más, dejando que me acomodará mejor entre estas.
Continúe con aquello mientras mis manos se colaban por debajo de su blusa, sintiendo lo endurecidos que estaban sus pezones.
Por un instante se me paso por la cabeza en llevar mi boca directamente hasta estos y hundirme en ellos. Saborearlos. Porque estaba seguro de que el sabor de ese par de tetas era mi favorito.
Me contuve y proseguí con mi trabajo de dejar pequeños besos por todo su abdomen, bajando su falda floreada en el proceso.
Por supuesto que no me sorprendía que sus bragas fueran tan coloridas como el resto de su ropa. Baje entre besos por toda su pelvis hasta llegar a sus muslos, a los cuales me aferre para que ella no los moviera en mi recorrido por ese par de piernas.
-Low...-Repitió en un murmullo cuando me detuve en su entrepierna, acariciándola con mi nariz antes de dar un beso sobre la tela de su ropa interior.
No sabía en qué momento había iniciado esto, lo que si sabía era que no quería detenerlo jamás. No quería que terminara nunca...
Subí lentamente quedando a su altura. Pegando mi frente a la suya y... maldita sea, tenía tantas ganas de besarla. De morder esos labios. De meter mi puta lengua hasta su garganta.
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Alusión (Libro #2)
RomanceEl verano se ha terminado y con este la tranquilidad de Lowell, o al menos lo que eso significa para él, pues tolerar cualquier ruido parece ser imposible a menos que se trate de cierta rubia a la cual parece imposible hacerla callar. Y todo empeora...